En Barranquilla la directora teatral y escénica Lucero Martínez, dictará cursos para aspirantes a ser actores, políticos que desean minar la timidez y hablar en público. Estudiantes de abogacía que quieran ser diestros cuando les toque confrontar con un cliente. Se trata de una experta en dicción, gestos y modulaciones ante un micrófono o escenarios. Interesados pueden ubicarlos en el Club Italiano o al celular 3004521732.
***
Bochornoso lo ocurrido en Medellín con el equipo de fútbol Sevilla que jugó con el Nacional. El robo colectivo en el hotel manchó la estadía del equipo en la capital paisa. Y seguramente el jugador Carlos Bacca podría encontrar enemistades entre sus compañeros recordándole que en su país cometieron esa grave falta.
***
Y semanas antes fue suceso el secuestro de una pareja española. Estos incidentes frenan negocios, turismo o intercambios comerciales si siguen propagándose con visitantes extranjeros.
***
Los artistas vallenatos cuando no llegan a los lugares donde son contratados producen episodios de vandalismo que podrían terminar un día de estos en tragedia. Ya son varios los casos.
***
En algunas ocasiones estas agrupaciones firman tantos contratos en lugares distantes unos a otros que por mucha disposición que tengan para cumplirlos siempre les queda un lugar donde arriesgan el “no llegar a tiempo”.
***
Mañana en la noche es el debut en Colombia de VOCES DE BILLOS HOY. Actuarán en los 100 años del Club Santa Marta. Acompañaré a la orquesta en este primer compromiso en el país por encargo del creador de la orquesta Saúl Campanella.
***
Y el lunes tendré un diálogo extenso en Nocturna RCN, el maratónico programa de cinco horas de Julián Parra y que empieza a las 10 p. m. Julián va a la emisora en pijama. Y su espacio lo oyen en todo el país y en el exterior. Mi intervención empezará a las 11 p. m. y se tratará sobre mi libro de memorias Antes de que se me olvide y mi relación con decenas de famosos.
***
El repertorio de VOCES DE BILLOS HOY es de 102 temas. Viendo la lista para quienes me lean en Santa Marta y vayan al baile de gala, anoto al azar algunos de los números montados por la orquesta: Valencia Señorial, Mata de caña, Vironay, Fiesta en Corraleja, Las hilanderas, La vaca vieja, Playa, brisa y mar, Pobre del pobre, El malquerido, El pastorcillo, Macondo, Cumbia caletera, Las tres perlas.
***
Por supuesto que presentarán los famosos mosaicos que han hecho famosa a la Billos en todas sus épocas. Y serán muy esperados los boleros que interpretara Jorge Velásquez, la reencarnación de Felipe Pirela.
***
Un verdadero banquete musical que disfrutarán los invitados al Club Santa Marta.
***
Notas liliputienses: Mangos…Berenjena…Misil…Ojos…Marina…Pereza…Vitaminas
***
A continuación el capítulo sobre Urbano Medina, El merendero, de mi libro Barranquilla de mis amores
Esta historia empieza en la época más dura de la violencia en Colombia, cuando los chuladitas en tiempos en que miembros del partido Conservador no se podían ver con los Liberales. Sucedió en Puente Nacional, en Santander, donde el joven Urbano Medina, de apenas 15 años, competía a nado con su compañero de escuela Efraín González, el temido guerrillero de esos tiempos.
Nadaban horas para ver quién resistía más atravesando los ríos más crecidos.
La población citada era de mayoría conservadora y un día empezó una persecución con fines de exterminio y el joven Urbano y su medio hermano Salvador Cubides fueron llevados a una plaza, los amordazaron, los colgaron, los azotaron y los dejaron medio muertos. A media noche, las mujeres liberales, los bajaron, los escondieron y duraron 10 días para que empezaran a sanar las heridas.
Luego, los dos hermanos tomaron la decisión que les cambiaría su destino. Urbano, se vino para Barranquilla y Salvador siguió para Bogotá dejando todos sus bienes y familias atrás.
El joven santandereano Urbano apareció en Barranquilla a la edad de 20 años, había sido sastre, panadero, carpintero y cortador de carne. Se vino a la casa de un primo que lo ayudó en los primeros meses en el matadero de la zona negra, donde el muchacho empezó a surgir como firmador de ganado, compraba reses en pie y luego las mandaba a los mataderos. Carlos Murgas, abuelo del exministro de agricultura, le ayudó.
Al joven Urbano le decían el Cachaco Medina y comenzó a tomar fama de serio, con quien se podía hacer un negocio sin necesidad de documento, a quien los ganaderos de la época le tenían confianza.
En uno de los viajes a Valledupar donde tenía que comprar ganado, conoció a una joven de costumbres tradicionales de quien se enamoró. Hubo oposición de los padres de ella y el romance fue sólido, el matrimonio fue pronto y de esa unión nacieron cinco hijos, cuatro hombres y una mujer.
Vino una alianza con don Jaime Díaz y nació la idea de hacer un restaurante de carnes. Urbano, buen cortador de carne, y Jaime, experto culinario, abrieron un lugar en 1960 al cual bautizaron El Merendero en homenaje a un lugar que vio el santandereano en una película mexicana con el actor Miguel Aceves Mejía. 38 años después, El Merendero está en el mismo sitio donde se inauguró, tiene la misma estructura, el 80 % de su construcción permanece idéntica, aún cuando el piso de antes era de tierra y la entrada de caña. El Merendero es parte de Barranquilla, como lo es el Hotel del Prado, lo fue Marcos Pérez, sigue siendo Estercita Forero y el Caimán Sánchez. Se pudiera decir que barranquillero que se respete y viva en el extranjero, al regresar con seguridad pide pasar por El Merendero. Algo más, personas entre 45 y 50 años con seguridad fueron sus clientes en su juventud y lo siguen siendo ahora. El Merendero, además, fue el único lugar sobreviviente de un tiempo de grandes establecimientos en especialidades de carne como La Rana que Canta, Mi Vaquita, Fogón Gaucho, Alí Babá y los 40 Pollos, que desaparecieron a pesar de excelentes. Los planes que había de expansión del tradicional lugar se truncaron por un episodio de hace unos 15 años y en donde Urbano, de 58 años, perdió la vida en un incidente que se pudo evitar, donde hubo tragos de por medio y una confusión en la que lamentablemente hubo precipitad por parte de la Policía. Urbano agonizó un mes, a pesar de recibir un tiro en la cabeza y otro en el estómago. En la agonía alcanzó a hablar mucho con su hijo Urbano Jr. único que le entendía lo que le manifestaba en susurros.
Con su muerte se quedaron algunos sueños a medio terminar, como lo era un Merendero en Cartagena o Santa Marta, una finca donde tenía 500 cerdos blancos, que en esa época había pocos criaderos de esos animales, El Merendero Campestre y un salón de eventos (sin embargo Urbano Medina Junior estaba empeñado en cumplir con esos deseos de su padre).
Al fallecer Urbano, su viuda Socorro duró 10 años visitando el cementerio todos los días a las 5 p. m. y dejaba unas flores. Y hay un recuerdo de seis meses antes de morir Urbano. Se citó con su hijo en Bogotá, donde se encontraba en el Ejército y el dijo que quería recorrer con él los lugares cercanos donde nació y a los cuales no había vuelto desde cuando huyó de la violencia. Fue así como los Urbanos estuvieron en Puente Nacional, Barbosa, San Gil, El Socorro. Fue como una premonición o como si estuviera recogiendo sus pasos.
Como el autor de este libro no conoció en vida a Urbano Medina, quise reconstruir una imagen sobre su personalidad basado en una investigación que hice charlando con varias personas que le conocieron, Sobre el creador de El Merendero se decía:
“Era un hombre de carácter fuerte, noble e introvertido, pero a la vez familiarizado mucho con la Costa hasta tal punto que logró la amistad cerrada de personas como Rafael Escalona y Leandro Díaz, con quienes compartía parrandas en Barranquilla y Valledupar durante sus famosos festivales. Le gustaba el tejo y patrocinaba eventos en la costa relacionados con este deporte. A veces se iba a jugar al interior del país y siempre regresaba trayendo dos o tres meseros bogotanos, paisas o santandereanos, para que trabajaran en el restaurante. Con su hermano Salvador, se veía todos los años en el reinado de Cartagena. Él le tenía mucho aprecio. Salvador, no volvió jamás a su tierra luego del episodio de la plaza, cuando los colgaron. Se radicó en Bogotá y también estuvo en el negocio de las carnes. Ya murió”.
Con Urbano Medina vinieron de Santander familias como los Guarín y buscando nuevos horizontes, se integraron y lograron destacarse. Quizás el mejor elogio que recibió Urbano en relación a su restaurante, lo escuchó de una señora barranquillera que tenía años que no venía a su tierra y al llegar pasó por El Merendero.
“¿Cómo harán? ¡tantos años y el sabor de estas carnes no cambia!”…
Continuará en FLASH del próximo lunes 29 de julio…
Por Édgar García Ochoa