Ayer se presentaron a casa Edgar Blanco y Leonardo De Castro, quienes han colocado el Carnaval de Barranquilla de la 44 en una referencia importante tanto nacional como internacionalmente.
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Ellos desean que sea el director este año del Reinado Internacional del Carnaval de Barranquilla. Con todos los poderes del caso. Me siento muy honrado y les hice una contrapropuesta.
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Voy a hacer un plebiscito con los taxistas que todos los días me encuentro para que ellos me orienten. Si en vez de traer las candidatas internacionales desde su país de origen, hagamos el reinado con las jóvenes extranjeras que viven en la ciudad y están familiarizadas con el Carnaval.
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Ya yo tengo en mira a Jazmín, una miembro del Cuerpo de Paz bellísima y que sabe bailar. Podría ser la candidata de EE. UU. Y seguramente Carlo Woon me daría el nombre de una china que viva en la ciudad. Y así podría conseguir 50 o 60 representantes para ese reinado internacional.
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Lo que diga el pueblo que es soberano. Y los taxistas son los sabios populares de la ciudad. Y quienes quieran opinar, bien recibidas las opiniones.
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La pregunta es muy sencilla: ¿El reinado debe ser con candidatas que vengan desde sus países de origen, o extranjeras que vivan en Barranquilla y conocen el Carnaval por dentro?
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A la par puedo anunciar que mi productora de cine y videos Flash-Cuba hará una película del Carnaval de este año, de largometraje, que se llamará: La otra reina.
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Seguiré informando…
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Notas liliputienses: Mambo…Gloria…Patas…Largo…Mocho…Consentida…Mica…Ponzoña.
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Ahora la primera parte del capítulo dedicado a Abel Ávila, una biblioteca ambulante, de mi libro ‘Barranquilla de mis amores’, tomo I.
Sobre Abel Ávila se ha dicho y escrito mucho. Son variadísimos los libros que se han escrito en torno a él y su obra. Raro es el poeta actual que no le ha hecho o dedicado un verso; su carisma es digno de admiración y encomio. Se le han inventado anécdotas y cuentos, dichos y pasajes, hasta el punto que el Senador Roberto Gerlein, en el Congreso de la República, dijo que “Abel Ávila no escribía libros, sino que los ponía” y el narrador David Sánchez Juliao cuando llega a Barranquilla exclama: “¡Además de no haber agua en Barranquilla, ¿cuál es el último libro de Abel Ávila?!”.
Nació en San José Lata, un pueblito cerca de El Guamo (Bolívar), donde hay una real pretensión, sus habitantes en su mayoría parecen alemanes por su piel. Estudió en el Liceo de la Costa en Cartagena siendo un bachiller con un promedio de 4.80 y sus primeras letras las hizo con Librada Martínez en Lata y luego en San Jacinto a órdenes de José Domingo Rodríguez, a quien Adolfo Pacheco, su condiscípulo y queridísimo amigo compuso el célebre tema: “El profesor”. Desde entonces no hace sino leer y escribir. Esa es su profesión. Para realizar el Diccionario de escritores costeños ha tenido que revisar y leer página por página 3.600 libros. Se lee un promedio de 3 a 4 libros por día.
“Lata, donde nací, es tan pequeño que apenas debe tener 40 casas. Todos los habitantes de allí somos familia y nadie resiste un análisis de abuela”, nos advierte.
“De mis recuerdos del colegio, en primaria tuve condiscípulos al general Juan Salcedo Lora y al compositor Adolfo Pacheco Anillo, quien era tan rebelde que lo pusieron requinterno. El colegio donde estudiamos tenía la característica que nos revisaban desde los zapatos hasta el último de los bolsillos del pantalón todas las mañanas para ver si estaban limpios. Ya en Cartagena mi grupo de aula lo encabezaban Alfredo Pernett Morales, excelso periodista; Luis Bustamante Del Valle, estupendo ejecutivo; Jorge Venecia, clásico maestro; el actual rector de la Universidad de Cartagena, Manolo Sierra, y el eterno concejal de Barranquilla David Juliao Ramos, político de rancia estirpe.
De su inclinación a escribir acusa al profesor de gramática Pepe Rodríguez, que le dio un consejo: “El castellano se puede manejar con el artículo, el sustantivo, el adjetivo y el verbo, y punto”. Por ejemplo: “La vaca negra come”…Así de fácil. No darle más maromas a la oración, le aconsejó el maestro…y así se dio cuenta que escribir es fácil.
En su editorial Antillas se han publicado 485 libros, ha escrito 400 prólogos y de su haber son 35 obras. Le gusta impulsar los nuevos talentos. “Toda persona que tenga deseos de superarse y entrar en la literatura trato de apoyarlo. Alguna vez en una conferencia en una universidad, dije que para escribir un libro solamente se necesitaba un lápiz y una hoja en blanco. Al día siguiente se me presentó una muchacha con una novela en dos hojas, siguiendo mi apreciación. Tuve que decirle, que además de la hoja y el lápiz, también me faltó agregar que también se necesitaba talento. El hábito de la lectura lo aprendí del profesor y médico barranquillero de nombre Vicente Trezza que ahora escribe libros en Estados Unidos y preside la Asociación de Escritores Latinoamericanos. Él nos ponía a leer poesía, novelas, cuentos, relatos, pasajes. Fue una gran influencia”.
Se dice que su novela El Clan de Mama Cola, escrita en 1964, tiene muchas similitudes con Cien años de Soledad y no falta quienes insinúan que Gabo se apropió de algunas páginas y las adaptó.
“La gente habla mucho y dice vainas que a veces son y otras no. Yo jamás he pensado en eso y tampoco lo he creído; pero sí digo que todos los escritores costeños escribimos lo mismo: la misma cultura, la misma sociedad, la misma historia. Como diría mi abuela: “La misma vaina con diferente fitoque”.
Después de Germán Arciniegas que ha escrito 60 libros y Otto Morales Benítez 40, Abel Ávila es el autor con más obras en el mercado editorial. DEe la región Caribe es el más prolífico escritor. Es, además, el mejor ensayista de Colombia, y quizás el más discutido, dentro y fuera del país. Se caracteriza porque es el más completo de nuestros autores: ha escrito ciencia, tecnología y ficción (novelas, cuentos, poesías, pasajes, etc.).
De su obra ¿Explosión Demográfica? se han hecho más de 35 ediciones en español, y se ha traducido a varios idiomas, incluso al ruso. Ahora está escribiendo un libro sobre antropología. Se llama Tratado sobre la cultura. Y según él, la definición de cultura es todo lo que el hombre hace para satisfacer sus necesidades… Otras personas que le siguen a Abel en producción literaria son Manuel Zapata Olivella, Orlando Fals Borda y José Consuegra.
La entrevista:
-¿Dígame Abel un sabio en la región?
“Acaba de morir. Se llamó Rodrigo Noguera Barreneche. Era de Santa Marta. Ese hombre sabía de todo y escribía de todo. Desde lógica a física, y de derecho a economía política hasta sociología y antropología cultural. Poco se le conoce en el país. Nuestra gente está enajenada. No lee ni estudia, lo nuestro, por estar pensando en lo extranjero, creen que hablando de lo ajeno se vuelven universales y eruditos. Pero están equivocados. Quienes no conocen las goteras de su casa no pueden conocer las ajenas”.
-Para empezar una biblioteca ¿qué libros hay que tener?
A Madiedo, a Fernández de Madrid, a Lemaitre, a García Márquez, David Sánchez, a Germán Espinosa; y extranjeros a Cortazar, Fuentes, Borges, Neruda, Lenin, Marx y Engels, Proudon, Campanella, Moro, Víctor Hugo, Lope de Vega, Fray Luis de León, etc. Los comentarios reales, del inca Garcilaso de la Vega. Es un libro monumental sobre los comienzos de América, de autor peruano, superior a lo que escribió Arciniegas sobre el mismo tema. Y La Reforma, 10 tomos escritos por Rafael Núñez, quien fue un poeta excepcional. En Argentina y Cuba lo aclamaban…
-Qué está leyendo hoy?
“Un libro de Roberto Zamur, de Sincelejo. Es una novela. Se llama Remolinos. Me pidió un consejo sobre su libro. También estoy revisando La Última Matrona, la historia de San Juan Nepomuceno, escrita por el médico Edwin Calvo, a quien le estoy escribiendo el prólogo y el libro de Adalberto Reales Utria, Socio-educación. A todos les estoy escribiendo algo”.
-¿Dígame, personas que realmente lean libros como usted?
“Aquí hay muchísimos: el maestro José Consuegra Higgins, Tomás Rodríguez Rojas, historiador y crítico literario; José Cotuá Valdés, cartagenero, ingeniero químico. Este último cada dos días se lee un libro, Juancho Zapata Olivella, el poeta Guillermo Solano Figueroa, Guillermo Meisel Juliao, y muchos otros de nuestro Caribe”.
-¿Y don Germán Vargas, es verdad que era un gran lector?
“Por supuesto era un gran lector, comenzaba por las solapas y terminaba en la contratapa. Siempre emitía un concepto sobre el autor y su obra, aunque a veces muy criticable por lo escurridizo en sus comentarios. Lástima que no le hayan recogido lo que escribió sobre todas esas cosas”.
-¿Una poetisa costeña?
“Son muchas. Muchísimas: Alma Justa Díaz, Adriana Ávila, Margarita Galindo, Nora Carbonell, Lina Borge, Milena García, Elvia Chadid y pare de contar…”
-¿Y nuestra Meira?
“Es otra cosa. Es una poetisa romántica, pero no científica. Es profunda en la metáfora, en todas las figuras literarias. Es poesía a todas luces. Ella en sí es un poema”.
-¿De ellas qué libros puede recordar?
“Todos, pues sobre cada uno de ellos he emitido conceptos que aparecen en los prólogos, en el Diccionario de Escritores del Caribe colombiano, o en las Antologías que hemos hecho”.
-¿Qué gran libro de autores costeños ha leído?
“Es del doctor Eduardo Suárez, Las demostraciones bárbaras…solo hay que leerlo y después hablar”.
-¿Y de cuentos?
“Uno de los mejores cuentos que yo he leído es de Eduardo Arango Piñeres. No sé por qué no escribe con más frecuencia. Es muy bueno… de Roberto Montes Matiew, de Luis Eduardo Rodríguez, Toño Díaz, William Mebarak, el padre de Shakira, Roque Jiménez, Hernando Jiménez, etc”.
-Personalmente ¿qué le gusta leer?
“De todo. Mis vista es buena como las ganas. Y a todo lo que recibo le doy una buena revisada, más tarde una leída al gusto”.
-¿Charlistas, buenos conversadores?
“Yo tengo un bohío en mi casa, que de cuando en vez agrupa a los mejores tertulios de la región. David Sánchez Juliao, Juan y Manuel Zapata Olivella, don Elías Muvdi (que tenía a pesar de su aspecto severo, un buen sentido del humor), Luis Palencia Carat, Eugenio Ponce Vega (q.e.p.d.), Toño Díaz el novelista (q.e.p.d.); Tomás Rodríguez, el historiador; Aquiles Escalante, Luis Arévalo y el maestro que llegaba de saco y corbata como a una sesión de la Academia: Rafael Ortegón Páez. A veces se asomaban noveles intelectuales y veían de lejos a tan ilustres personajes y pensaban que estábamos hablando temas serios y era lo contrario. La mañana y parte de la tarde, todo giraba alrededor de lo intrascendente y banal”.
-¿Y, de novela qué?
Continuará…
Por Edgar García Ochoa