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El escenario electoral está como para alquilar balcón. La salida a la arena del expresidente Uribe le imprime una dinámica sin precedentes en la historia política contemporánea a las elecciones parlamentarias que se avecinan. Uribe tiene a todos confundidos. Los partidos tradicionales oscilan entre el miedo y la indecisión: por una parte, advierten, la fuerza que le da Uribe a la lista del Centro Democrático y el arrastre de votos que jalonaría su nombre, y, por otra, no saben cómo armar sus propias listas para evitar la debacle.

Santos y su sanedrín buscan la manera de frenar al uribismo. Si Uribe los tiene atormentados desde el asfalto, en el capitolio será la peor de las pesadillas, con reelección o sin ella. Santos, además de sufrir por los lánguidos índices de aprobación de su gestión, ahora debe estar pensando, que, si se reelige –posibilidad que yo veo improbable- tendrá que lidiar con su otrora jefe desde el legislativo, y esa puede ser otra de las causas que lleve al Presidente a tomar la decisión de no presentar su nombre para un segundo mandato, lo que pondría a sonar inmediatamente a Vargas Lleras como sucesor. Santos no aguanta cuatro años más de la virulenta oposición de Uribe, aunque la verdad es que, si decide “no ir al bate”, de todas formas, Uribe lo seguiría bombardeando desde su curul.

Si el expresidente logra su objetivo y consigue un número representativo de escaños en el Congreso, en la práctica sería un Primer Ministro (en los regímenes parlamentarios esta figura ejerce el poder, mientras que el Presidente es prácticamente decorativo) con suficiente respaldo político como para poner contra las cuerdas al gobierno de turno, si es del caso. Ese sería el escenario apropiado para Uribe, por su talante y condición. El control político es la manera más acertada de ejercer la oposición.

Como están los números, yo creo que la mayoría del uribismo está asegurada en el poder legislativo y, si se “avispan”, se pueden alzar con el premio mayor de la presidencia. Si Uribe incorpora a su nómina de candidatos a la Primera Magistraturas a un Peñalosa o a un Luis Alberto Moreno e incluso a Navarro Wolf (los actuales candidatos del Centro Democrático no logran despegar), podría eventualmente quedarse con toda la torta del poder. Estoy convencido de que, si Santos se lanza, cualquiera puede derrotarlo en segunda vuelta, menos Pachito, claro está, porque en esa eventualidad hasta yo votaría por Juan Manuel.

Al contrario de lo que muchos piensan, considero que el disenso es la base sobre la cual se sustenta una democracia moderna. No hay nada que le haga más daño a un país y a sus instituciones que el unanimismo. Por eso, la tal Unidad Nacional no pasa de ser un esperpento.

La llegada al Congreso de figuras como Horacio Serpa, Álvaro Uribe y otros pesos pesados de la política enriquecerá la discusión y le devolverá el brillo perdido a esa célula legislativa. El Congreso está llamado a ser, como antaño, el foro de los grandes debates.

A uno puede o no gustarle Uribe, pero hay que reconocer que está conectado con el pueblo, que tiene coraje y un tremendo olfato político. El hombre sigue marcando la agenda del país, a pesar de haber dejado el gobierno hace más de tres años y cada vez que sus enemigos creen que lo tienen acorralado, se sostiene en sus convicciones con mayor determinación.

No soy Uribista ni Santista, lo que me permite decir con total objetividad que hoy el viento sopla a favor de los primeros.

La ñapa I: Empezó con pie izquierdo el Relanzamiento de la fundación Buen Gobierno: el presentador del evento fue el mismo sujeto que hizo el comercial de Ricostilla.

La ñapa II: En la lista de Uribe hay gente de primera y otra de quinta.

La ñapa III: ¿Con una universidad como la del Norte en Barranquilla, qué carajo hace la gente mandando a estudiar a sus hijos a Bogotá?

Por Abelardo De La Espriella
abdelaespriella@lawyersenterprise.com