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He recibido este correo con su respectiva respuesta:
“Hola querido Flash estoy pasando por momentos difíciles. Mi esposo tiene 10 días de fallecido y me he sentido morir. Usted preguntará porque le digo esto y es que cuando murió su esposa a mi me dolió mucho, pero nunca pensé que ese dolor fuera tan grande, llegó a mis manos su libro; “Recordar es volver a vivir” lo leí no le miento en 2 días. Mi amigo, su libro, no me quitó el dolor, pero, me distrajo. Yo quisiera que usted, perdone mi atrevimiento, me obsequiara un ejemplar de sus MEMORIAS que estoy seguro me acompañará en esta pena que tengo. Le pido disculpas por lo que le pido. Soy su lectora de muchos años. Si acepta darme el libro le dejo mi celular…Gracias, muchas gracias, Diana Jiménez.
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Respuesta inmediata; esta semana te llamaré para que vengas por el libro. Con el tuyo tengo 3 compromisos, el de una “Enfermera Jefe” y el de un niño que me lo solicitó hace unos días. Fijate que yo tengo la suerte de tener mi propio angelito, que vela por mí, desde que se fue hace un año. No cesan las bendiciones que ha enviado desde entonces. Lo de la orquesta venezolana, ahora, lo del reinado de la 44, contratos, proyectos, estímulos para que siga viviendo y soporte su ausencia. Eso percibo yo. Es personal. No la puede palpar otro ser humano. Y ojalá tu marido se convierta en tu ángel. Mi libro puede ser el comienzo para que empieces a resignarte a lo inevitable, pero, a la vez, para que sientas la presencia de él y pienses que dese donde esté vela por ti Diana. Sigue mi ejemplo, cree ciegamente en que eso puede ser posible y tendrás como yo tu angelito particular. Cariñosamente, Flash…
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La Alcaldesa debe estar muy feliz por lo que escribió sobre la ciudad Plinio Apuleyo Mendoza, quien encontró una Barranquilla sorprendente luego de muchos años de ausencia. Como no faltan los que creen que Plinio es “lambón” y busca algo, critican las 3 páginas en El Tiempo, pero, yo creo que esta muy centrado en sus apreciaciones.
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Ya conocí la primera candidata que participará en el “Reinado Internacional del Carnaval de Barranquilla de la 44”. Mi intención es reunir 20, 30 o 40 países. Todo es posible. Al menos lo intentaré o fracasaré…
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Notas liliputienses: Lulo…Pozo…Mangos…Ritmo…Papaya…Colores…Pinza…Rolo.

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Ahora la segunda parte del capítulo dedicado a Abel Ávila, la biblioteca ambulante, de mi libro ‘Barranquilla de mis amores’, tomo I.

“De las 1500 novelas que han escrito en Colombia, la Costa ha producido más de 600 de todo tipo y género. Bonilla Naar, Manuel Zapata y Germán Espinosa han escrito novelas históricas sobre inquisición, diablos y conquistas. Todas muy buenas. Novelas políticas son muchísimas; lo mismo que sobre subversión y masacres; sobre amor y romanticismo; sobre agua dulce y salada; Javier Auqué Lara, García Márquez, Cepeda Samudio, Rojas Herazo, Antonio Díaz Salcedo, Cabrales, César Romero, Amaury Díaz, Juan Zapata, Alcides Mogollón, etc”.

-¿Y de libros científicos?

“¡Carajo! Hay de todo: conocimiento orgánico, inorgánico y superorgánico, hay maravillosos científicos e investigadores. En el campo de la física, y biología están Roberto Chalita, José Cotuá, Alfonso Bonilla, Guillermo Acosta, Abel Ávila Pérez, en el terreno de las ciencias sociales contamos con grandes juristas como Guillermo Guerrero, Jacobo Pérez Escobar, Esteban Páez, Fabio Morón Díaz, y qué decir de la sociología, economía y la antropología. Veamos a Orlando Fals Borda, Aquiles Escalante, José Consuegra, Salomón Kalmanovitch, Palmarrosa Inciarte, Adalberto Reales, solo para mencionar algunos”.

-¿Estuvo en política?

“Si, fui representante a la Cámara. De aquellos tiempos me quedaron algunas 150 cartas, cruzadas con el expresidentes López Michelsen, Mosquera Chaux y Turbay Ayala”. Llevé nueve proyectos de ley, de los cuales se aprobaron seis: sobre el malecón de Barranquilla, sobre la construcción en lotes desocupados, sobre empresas agroindustriales, sobre la ciudadela universitaria, sobre la profesionalización del sociólogo, etc. Fui alcalde de mi pueblo, El Guamo. Este municipio, en dicha administración fue declarado modelo nacional, por el cumplimiento total del plan de desarrollo y por cuanto se cambió de conciencia a la gente, motivada hacia el cambio”.

-¿El mejor libro de Gabo?
“El coronel no tiene quien le escriba”

-¿¡Ha bajado de nivel?
“No, por el contrario, lo ha mejorado”.

-¿Qué admira en él?
“Es un perfeccionista. Alguna vez llegó Alfonso Fuenmayor con una nota que le había mandado Gabo solicitándole que se trasladara a Soledad y se ubicara en la plaza, en el segundo piso de la alcaldía, para que se imaginara qué había visto Bolívar cuando estuvo en ese lugar. Yo le acompañé y comenzamos a hacer conjeturas de lo que el Libertador podría haber pensado en la plaza soledeña. Toda esta investigación visual para trasladarla al libro que escribió sobre Bolívar, El general en su laberinto. Me acuerdo que le dije: “Tú eres pendejo, Bolívar solo pensaba en cómo carajo se iba a quitar ese gritón de encima”, y soltó una estruendosa carcajada. Bueno, eso le diré a Gabo, remató olímpicamente.

“Yo escribo de todo. Poesía, novela, libros científicos, filosóficos, humorísticos. En algunas novelas, mis personajes son de carne y hueso. En “El Clan de Mama Cola” le puse humor a la obra y así lo entendió un famoso crítico mexicano que dijo: “El Clan de Mama Cola”, es el mejor tratado de antropología en broma que he leído”.

-¿Se dice que García Márquez tuvo mucha influencia de escritores del Magdalena?

“Yo pienso que sí. La obra de Capella, José Ramón Lanao Loaiza, José María Valdeblánquez, Javier Auqué Lara son pioneras. Allí se encuentra el material que ha desmenuzado el novelista”.

Allí hay decenas de buenos escritores y ninguno se dejado influir de Gabo. En cambio, si tu lees Las pampas escandalosas, te darás cuenta enseguida, de que está el desierto y La Guajira de La Cándida Eréndira y su abuela desalmada”, escrita antes de la de Gabo, por Lanao Loaiza, y antes de Gabo estuvo Burgos Ojeda, Héctor Rojas Herazo, que es el papá de todos los buenos escritores costeños, y el padre de los Zapata Olivella, lo mismo que el médico Bonilla Naar, y el grandioso José Felix Fuenmayor”.

-¿Poeta nacional, costeño?

“Giovanni Quessep es muy bueno. Es de San Onofre, donde toda la gente negra tiene el apellido Blanco. Max Rangel Fuentes, el de Amores de Crsital, es el mejor de todos, no hay duda. Por supuesto el Tuerto López, Jorge Artel, Lemaitre, Rasch Isla, Gabriel Solano, Guillermo Solano, el Chema Vergara, solo para citar algunos”.

-¿El novelista nacional costeño?

“El mejor es Germán Espinosa”.

-¿De los jóvenes, un buen poeta?

Max Rangel Fuentes, y de antes, Miguel Rasch Isla.

-¿Errores de algunos escritores?

“En un libro de Gabo sobre Bolívar, se intentó poner a Bolívar a comer mangos debajo de una bonga, cuando en esa época todavía no había llegado el mango a la Nueva Granada. Bueno, es novela”.

-¿Traducidos al ruso sus libros?

“Sí. Y dicté conferencias allá, como en muchas partes de Europa. Siempre milité en las izquierdas. Se trataba sobre ‘La confluencia del método empírico abstracto y el método dialéctico’. Después de muchos comentarios sobre el tema, se me acercó la persona más importante de Rusia en literatura y me habló de la admiración que le tenía al poeta Luis Carlos López, de Cartagena. Según él y en comentario general en Rusia, el poeta más importante del siglo es el ilustre cartagenero, él, el de los zapatos viejos.

-¿Y del Clan de Mama Cola?

“Se van a hacer ediciones en España; pues se ha considerado una de las grandes novelas latinoamericanas. Por ello se han escrito muchos libros sobre ella, y múltiples comentarios en periódicos y revistas especializadas en literatura”.

Abel Ávila es un hombre de anécdotas, de pasajes, de fábulas. Hablar con él es meterse en un mundo de nunca acabar. Sabe de todo y domina cuanto terreno sea cuestionado. No olvidemos que ha escrito 35 voluminosos libros sobre muchísimas cosas y que tiene inéditos 11 más. De otra manera, su vida es una anécdota.

-¿Algunas anécdotas?

“Sí hay muchas. Cuando hice política, una vez una señora me presentó una lista de votantes, diciéndome:
-Voto por usted y estas personas también, siempre y cuando me consiga un cadáver. Sabe, mi hijo estudia en la Universidad y le pidieron eso, dizque para estudiarlo.

En otra oportunidad, a un señor que yo le había costeado una operación de catarata, se me presentó con su hija y dos nietos, advirtiéndome:
-Yo voy a votar por usted; pero mi hija lo hace si le consigue un puesto en donde gane bastante y no haga nada, y Pedro, mi nieto mayor lo hace, si le consigue una beca entera para que estudie en la universidad, y Joselito dice que también vota si le consigue instrumentos para armar un grupo vallenato: acordeón, bajo, caja y guacharaca.

Le repuse, carajo Gilberto, no te quedan algunos calzoncillos para lavarte.

Sobre libros son muchísimas; pero muchas.

Te cuento esta. Se había hecho mi cuarta o quinta edición del libro ‘¿Explosión Demográfica?’, cuando visité a Bogotá, y por supuesto, fui a la Asociación de Facultades de Medicina, Ascofame, la presidía Abel Dueñas Padrón, el maestro cartagenero.

-Sube al segundo piso, que allí hay un grupo de médicos discutiendo las vainas que planteas en tu libro.

Con mi caminar brioso, de guanero conociendo la ciudad, y mi vestido campechano, subí y ciertamente, en forma acalorada discutían: unos estaban de acuerdo y otros, casi energúmenos, se oponían a mis tesis. Yo parado en la puerta, como alguien a quien no dejan entrar, no me aguanté y prorrumpí, pidiendo la palabra y sin que me la dieran, comencé diciendo: cuando yo escribí ese libro.

-Nojoda, me increpó uno de los médicos, ahora vas a decirnos que tú eres Abel Ávila, y si lo eres, yo soy el Papa.

Bueno, eso es para que te fijes.

En un viejo diálogo que aparece en una revista, con Zapata Olivella, este dice que Abel es impredecible, que pasa de lo abstracto y heroico, a lo insustancial, sin incomodidad. De pronto está oyendo a Mozart o a Chopin, y pasa a Alejo Durán o a Andrés Landeros. No es extraño verlo untar caviar al bollo de yuca, o combinar whisky con agua de coco.
Ese es el Abel Ávila que queremos y que admiramos. El hombre descomplicado y alcanzable a cualquier hora.

Por Edgard García Ochoa