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Detrás de cada decisión ultracentralista hay casi siempre una tramoya o una recurrente animadversión. Claro, algunas se toman por ignorancia, por estar allá más cerca de las estrellas y más lejos del país, pero esas son las raras. Lo del Hotel El Prado tiene más pinta de tramoya que de animadversión o ignorancia, demasiado tiempo poniendo palos en la rueda, exigiendo condiciones incumplibles, y ahora aquello de la suspensión provisional, que es un cuento para bobos, porque de todos es sabido que en Colombia no hay nada más definitivo que lo provisional. Menos mal ya hubo reacción cívica y de EL HERALDO, que mucho pesa. Esperemos la de nuestros congresistas, a ver si el Gobierno adopta una posición seria, y se salva nuestro icónico hotel.

Pero el tema sigue siendo la política nacional, que la inclusión de José Obdulio en la lista del uribismo ha levantado ampollas por doquier, al punto que el propio Zuluaga le ha pedido un paso al costado, petición que uno creería no fue formulada sin consultarla con el jefe, pero sea o no así, muestra una fractura interna, que fracturó también los puentes que se habían tendido entre Uribe y Pastrana, pues José Obdulio y Pastrana hermano se trenzaron en un feo combate cibernético con agresiones personales, que hasta “homúnculo” le dijo, palabreja que, pese a su fonética, nada que ver con ningún trasero, sino que, entre otras, significa creado artificialmente. Pero en política los odios irreconciliables no existen, así que todavía no hay nada escrito, aunque las aguas estén agitadas, anden turbias, y no se vea el fondo.

Vargas Lleras instaló la sede local de la Fundación Buen Gobierno y, contra todos los pronósticos, fue apacible; Benedetti, José David y Ashton estuvieron muy comedidos, eso sí, oponiéndose al Plan B, pese a que Vargas Lleras se puso el disfraz de oveja, “no busco ser jefe político de nadie”, aseguró, solo quiero impulsar la reelección. Claro, nadie le cree tal historia, y lo cierto es que la embarró aceptando dirigir la Fundación, cuando lo indicado era salir del país a una de esas especializaciones con nombres rimbombantes, y pasar agachado hasta el momento oportuno.

Lo cierto es que la fecha límite se acerca, y de no lanzarse Santos, el gallo que pueda convocar votación para llegar al Palacio de Nariño aún no se vislumbra.

Coletilla urbana: bacanos los planteamientos de los expertos urbanistas alrededor de los temas POT sobre movilidad y nuestra disponibilidad vial, que para ellos es tan sobrada que proponen hagamos como las urbes europeas, que destruyen vías para convertirlas en paseos peatonales y ciclorrutas. Aquí, por ejemplo, la Vía 40 sería la propia, o Veinte de Julio, o las carreras 57 y 58 desde la 79 hacia arriba. Barranquilla, según ellos, no necesita más vías ni ampliar las existentes, sería un gasto retrógrado. Lo barro es que los genios no nos pasen el dato de por dónde es que están ellos velozmente y sin problemas circulando, para copiarnos las rutas, ni nos recomienden su efectivo bloqueador solar.

Coletilla cívica: buena cosa que por los lados de la Cámara de Comercio las aguas hayan retomado su nivel, se acabaron las peleas; bueno también que como presidente de la nueva Junta Directiva se eligiera al empresario y exministro Carlos Murgas, bueno además que al frente continúe la superdura María José Vengoechea, lo que permite augurar para la entidad un transcurrir acorde con su importancia, cosa que redundará en beneficios para Barranquilla.

Por Roberto Zabaraín
rzabarainm@hotmail.com