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Ahora, señor presidente, no se vaya a atortolar.

Las encuestas son un medidor. Apenas uno.

Es verdad que esta perturba, pues muestra un bajón en su índice de favorabilidad. Cosa grave, según los analistas, para sus aspiraciones reeleccionistas.

La politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann sostiene que este tipo de escrutinios tiende a crear una espiral de silencio, a partir de la cual los que tienen una posición contraria, callan y se dejan absorber por la mayoría. O por lo que ellos creen mayoría. En resumen, uno no sabe si las encuestas indican una intención de voto, por ejemplo, o la dictaminan.

Pero si usted la revisa en rigor, y creo que a estas alturas sus asesores lo están haciendo, notará que alguna falla tendrá. Siempre tienen una. Álvaro Gómez Hurtado decía –¿recuerda?– que las encuestas son como los chorizos: el día que uno sepa cómo se hacen, dejará de consumirlos.

Diga, como político displicente, que la única encuesta en la que cree es la del día de las elecciones. Y quédese tranquilo.

Es improbable que esa sea la opinión de un país decente.

Lo que ocurre, pensando acá en la cocina, es que venimos acostumbrados a los jefes de Estado que vociferan en vez de hablar y dicen vulgaridades a sus interlocutores para que los demás sepan de sus bravuconadas. No faltarán los que hoy echen de menos a esos estilos de gobierno, propios de modelos autocráticos de las repúblicas bananeras que, al menos en Colombia, están un tantico superados; pero tampoco creo que ese sea el anhelo generalizado del país. A juzgar por nuestra tradición pudorosa.

Me resisto a creer, también, que estemos apostando por la guerra que sometió históricamente a nuestra estirpe, a los gritos inmarcesibles de muerte. Podemos estar en desacuerdo con algunos términos de las conversaciones en La Habana. Es apenas normal. La dinámica de la negociación que, honestamente, ha debido mantenerse en absoluta confidencialidad para no generar los ruidos que hoy tenemos es esa. Lo importante es que el fondo del proceso, que es conseguir un acuerdo de paz para que los colombianos no tengamos que seguir matándonos, los unos a otros, se mantenga.

Lo demás, incluyendo las encuestas, está subordinado a intereses políticos. Pierre Bourdieu, en un artículo-conferencia publicado en Les Temps Modernes, decía en 1973 que ella, la encuesta, “supone que todo el mundo puede tener una opinión o, en otras palabras, que la producción de una opinión está al alcance de todos”. Y en tanto es un instrumento de acción política, cuya función consiste en “imponer la ilusión de que existe una opinión pública como sumatoria puramente aditiva de opiniones individuales”, dice tajantemente: “la opinión pública no existe”. No esa, al menos.

Por todo eso, mesura. No desespere. En estos trances, los mandatarios tienen salidas emergentes que les hacen enfatizar en lo banal-urgente y no lo profundo-importante. Piense en cómo quiere pasar a la historia. Y punto. Y asuma la responsabilidad que le compete con ella.

Y si al final pierde las elecciones, no importa. Eso es mejor que hacerle perder la esperanza al país. ¿No cree usted?

Por Alberto Martinez

amartinez@uninorteedu.co

@AlbertoMtinezM