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Antes de conocer a Uribe mi contacto con el poder ha sido poco. Conocí al general Torrijos y lo traté tres veces. A Belisario Betancurt varias veces. Al presidente Pastrana Borrero y al presidente Pastrana Arango, este último amigo muy cercano. Muy brevemente tuvo encuentros con Jaime Lusinchi (presidente venezolano) y un parrandón en un barco con Belaunde Terry (presidente del Perú).
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Lo que si he conocido son marqueses, condes y nobles, reales y falsos, pero eso será tema de otro Flash.
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A Uribe le hice en directo dos preguntas: 1.º Por qué no lo quiere Barranquilla, y 2.º Confesé que ha sido la persona más hábil que he conocido para desviar las preguntas que se le hacen para contestarlas a su manera.
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Respondió con gran sentido del humor y extensamente.
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A vuelo de pájaro, Uribe es elegante, muy caballero con las damas, de una memoria impresionante. A personas que acaba de conocer los llama por su nombre y le dice a todos doctor.
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Metido en tantos líos se ve fresco y siempre dispuesto a la camorra y a responder con valentía.
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Lo vi incansable, imparable y cambiando ideas con preguntas que llevaban criptonita. Pero siempre se sale con la suya.
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En el desayuno estaba Ramón Crespo, su primer amigo en Barranquilla, y Jaime Amín, su nuevo y valioso amigo. No vi a Paloma Valencia, su estrella femenina que dará mucho de qué hablar.
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Nieta del expresidentes Valencia, Paloma remplazará en importancia a María Emma y Noemí que ya están muy vistas.
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Después de escuchar a Uribe en su método de socializar, creo ahora sí en lo que pregona tanto: Trabajar, trabajar, trabajar.
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Notas liliputienses: Marchante…Machucante…Cura viejo…Rasputín criollo…Amorcillado…Pancracio…Maloso…Pordiosero…Menca.
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Ahora la segunda parte del capítulo dedicado al testigo de milagros, José Miguel Racedo, de mi libro ‘Barranquilla de mis amores’, tomo I.

Germán Vargas era discreto, medido en los tragos y no era de la bohemia, a Vilá que era muy inteligente le hizo pasar un susto. Resulta que el librero español, cuando Racedo llevaba su morral de cacería, siempre le hurtaba dos o tres balas y las iba reuniendo. En alguna ocasión el Ejército hizo requisa y le encontró esas balas. Lo llevaron preso para que explicara porque tenía las dotaciones. Racedo fue a ver al comandante y le dijo que quería que a Vilá lo complicaran, puesto que se robaba sus balas de las armas que él tenía con salvoconducto. El militar vio que era un asunto menor y envió al detenido a una comisaría con unos detectives y Racedo.

El encargado de la comisaría no aparecía y Racedo insinuó que se fueran para La Cueva y luego volvieran. Allá empezó a tomar con los detectives y los emborrachó. El asunto fue cancelado, pero la cuantiosa cuenta la pasó Vilá para que su amigo la cancelara. También por La Cueva, según José Miguel, pasaba Julio Mario Santodomingo, pero no se quedaba mucho tiempo. Era algo elitista, lo contrario de su hermano Pipe, fallecido, que se quedaba hasta el cierre, organizaba sancochos y era muy sencillo. Se fueron a Cúcuta a la boda de Juancho Jinete toda la patota de La Cueva. Ya instalados en el hotel de moda se fueron a dar una vuelta y se encontraron dentro de las instalaciones del hotel una cascada, un lugar para bañarse, había poca gente parecía, y Racedo y Obregón se quitaron la ropa y se bañaron así, de pronto aparecieron unos excursionistas, pasajeros del hotel y quedaron sorprendidos al ver los nudistas.

Él era admirador del imitador Agustín Lara, el también pianista y compositor Fernando Valadéz, inválido de las piernas, Racedo tenía todos sus discos y sentía muchos deseos de conocerle.

En una gira por Colombia a Valadéz lo dejaron tirado en un hotel sin pagar la cuenta y con deudas. Un admirador se lo trajo en un camión a Barranquilla para ver si encontraban al empresario, un español a quien localizaron en el Hotel El Prado y le echaron la Policía para que le cancelara al artista. Racedo al enterarse se llevó para su casa a Valadéz para que le cantara y fue una odisea conseguir un piano. Duraron una semana bebiendo en un negocio de pollos que tenía. Valadéz era muy enamorado y le dijo a su anfitrión que tenía 19 hijos y que estaba orgulloso de que una de sus hijas iba a ser la abanderada en el desfile de los Juegos Olímpicos de México.

Y por esas coincidencias de la vida, Agustín Lara llegó a Cartagena al Reinado de Belleza y hasta allá fue José Miguel a verle en su presentación.

Se lagarteó una boleta y le vio en el escenario. Días después siguen las coincidencias, Agustín Lara se presentó de incógnito a Barranquilla a buscar una visa en un consulado ecuatoriano que quedaba al lado de sus Colchones Racedo. Los empleados de este le llamaron para informarle que se encontraba Agustín Lara con otra persona esperando que se abrieran las oficinas consulares. Racedo se fue corriendo de su casa al negocio y al ver a Lara le ofreció que entrara a su despacho. Tuvo mala suerte, a pesar de los 25 minutos que estuvo el compositor hablando con él, no fue posible encontrar un fotógrafo en el sector para que quedara el recuerdo fotgráfico.

De su época de pesca cuenta que una vez estando en el lago, a Racedo se le apareció lo que el llamó un submarino y de él salió a flote Hitler, reconociéndolo Racedo y preguntando el dictador alemán: - Este es el lago de Maracaibo y ante la negativa de que no era el lago, siguió su rumbo (¿no lo estaría soñando nuestro biografiado?)…

Más creíble las remembranzas de haber pescado en el litoral una manta de 3.000 libras, casi como una ballena. También un mero de 423 libras y un sábalo marullero de 3 metros de largo.

Dice ser amigo para toda la vida. Se va bien con sus hermanos, uno político, otro médico y la tercera muy bien casada. Según sus palabras, no le gusta viajar porque a las 24 horas se regresa. Eso le pasó en Medellín cuando después de haber dejado las maletas, se arrepintió, pagó la cuenta, buscó los enseres y se devolvió para Barranquilla. Aprendió a cocinar con un alemán que parece fue de la Gestapo. Tenía algunas tenidas, con un asado con espinacas y un galón de costillas para los sancochos, y en donde la parte del historiador Elías Muvdi había que prepararlas con más sal. Sus cumpleaños los festejaba en el día en La Cueva y en la noche en su casa.

Con nostalgia recuerda al cantante Mario Gareña, quien le visitaba con frecuencia. Un día llegó con un hijo de pocos años, se pusieron a beber y luego Mario se fue y dejó al hijo. Pasaron varios días y el cantante no aparecía y el muchacho se enfermó, teniendo que llevarlo Racedo a un hospital. De casualidad apareció Gareña cuando ya la cuenta subía y no tuvo reparos en pagar los servicios médicos.

De su actual ocupación, testigo de los milagros del padre Hollman, dice que ha visto decenas de personas que se curan o dan esa impresión en ese momento. Antes, Hollman lo visitaba, pero ahora su tiempo es muy valioso y tiene ratos que no conversan.

Dejó a José Miguel Racedo con decenas de visitantes de todas las capas sociales. Ese es hoy día su ambiente. Ubicar los peregrinos, venderle lo necesario, calmarles su sed y sus hambres. Así pasa el tiempo 3 veces a la semana, el resto de los días ubicarlo enseguida es ir a Colchones Racedo, su fábrica de 50 años, donde los colchones ya son legendarios que han encontrado en ellos billetes constantes y sonantes, y mucho antes que los milagros de su famoso vecino.

Por Édgar García Ochoa