Patricia Castillo, atractiva mujer, de porte distinguido, me entregó su esperado libro de sexo. Patricia es cartagenera, funcionaria de la Contraloría y felizmente casada.
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En el libro, Patricia toca todos los temas sexuales con altura, pero muy bien analizados. Los títulos de los capítulos de su libro hablan por sí solos: Sexo oral, El bono extra, Sexo virtual vs. Sexo real, Malabarismo erótico, El punto qué, La masturbación femenina no es paja, entre muchísimos más señalamientos.
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En Colombia quienes escriben supuestamente como expertos en el tema son José Manuel González, localmente, una brasilera Do Santos y la eterna Lucía Náder. Pregunta obligada: ¿Dónde aprendieron tanto?
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Existen los sexólogos del pueblo, que dicen lo mismo, pero con más franqueza. Alguna vez en Cartagena llevé a cenar a Alejo Durán, la leyenda de la música vallenata, famoso por sus conquistas femeninas.
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Le hice una pregunta relacionada con su éxito entre las damas. ¿Usted tiene alguna técnica o estilo?... “Mira mijo, eso - e hizo una seña- se hizo para ir y venir”.
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Pero maestro, ¿a lo mejor utiliza algún método especial? “Nada, simplemente se abren las piernas y allí voy”.
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Lo que si puedo garantizar es quien conozca a Patricia, de pronto en un supermercado u oficina, no se puede imaginar lo que sabe del sexo. No hay sino que leer las 200 páginas de Lo que aprendí del sexo después de sentarme a llorar.
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Notas liliputienses: Carrito loco…Mortadela…Pitón…Víbora…Arranca…Muelón…Pepino…Bolita.
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Ahora el capítulo dedicado a Iván Borrero, Bacalao, de mi libro ‘Barranquilla de mis amores’, tomo I.
En el transcurso de una vida me ha llamado la atención el saludo de dos amigos cuando se encuentran conocidos. En Cartagena, Ulises Galofre y en Barranquilla Iván Borrero. El primero al ver a alguien le dice: “Estamos vivos, estamos vivos”, y a veces se le adelantan y quienes se le acercan dicen la frase primero. En el caso de Iván su presentación es: “Quiubo Bacalao, quiubo bacalaito”. Se pudiera decir que Ulises e Iván son más conocidos con su peculiar saludo que por sus propios nombres.
Iván Borrero es economista de 48 años que estuvo en el negocio textilero durante 15 años cuando fue gerente de una fábrica de hilados. A su cargo tuvo 1.700 trabajadores. En su infancia, Iván (Bacalao) recuerda que nació al lado del renombrado tertuliadero La Cueva, donde se reunía García Márquez con su famoso grupo. Su abuelo Carlos Hernández era propietario de Muebles El Triunfo, y en los patios del local él hacía los marcos a los pintores famosos como Obregón y Figurita. Y qué cosas tiene la vida, “Bacalao y sus amigos, en esa época unos niños, jugaban bola de trapo prácticamente cercando las obras de arte que se encontraban arremolinadas en el patio. Recuerda que él le decía a sus compañeritos: “Alguna vez yo voy a pintar como Obregón”.
Decenas de años después Bacalao ya está en la pintura y sus cuadros, según dicen sus seguidores, tienen aire obregoriano.
“Lo de Bacalao es muy simpático. A mí me debía un personaje un dinero en Cartagena y le dije a mi hermano Fredy que se parece mucho a mí, que le cobrara. El recado que recibí después era que Willy, así le decían al deudor, me iba a pagar con una lancha. Le dije a Freddy: “Recibe la lancha y tráela al Club de Pesca. Allá estaré esperándote”. Cuando mi hermano llegó con la lancha nos tomamos unos tragos y empezamos a buscarle nombre a la embarcación. Nos pusimos de acuerdo y buscamos un tarro de pintura y le colocamos El Gran Bacalao. Al correr de los días cuando íbamos a pasear en la lancha, los marineros que se encontraban por el lugar, al vernos siempre nos saludaban: “Cómo están los bacalaos”…Al correr los años le pusimos más ternura al remoquete y ahora le agregamos: “Qué tal bacalaíto”.
Son muchas las facetas de Bacalao. Cuando estaba en la Universidad del Atlántico se graduó con la tesis más laureada. El tema fue creación de una moneda para el grupo Andino. Y 25 años después Europa tiene ahora su moneda propia, Eurodólar, tal como lo visualizó él para el grupo Andino. Amigo de sus amigos, siempre alternó con personas mayores y de ellos aprendió mucho mundo. En un delicatessen cerca de su oficina, tiene bar abierto para un grupo de selectos amigos que componen el mundo al derecho y al revés en cada reunión y se han tejido desde allí las más importantes intrigas políticas que a veces han tenido repercusión nacional. De los principales contertulios de esa célebre tertulia del Bacalao murieron cuando se acercaban a la gloria: Abelito Carbonell y Giovanni Lamboglia. Sobrevive Emilio Lébolo Castellanos.
“Fue muy duro para mí. Si Abelito no estuviera muerto sin duda sería el canciller del actual gobierno. Era el puesto para él y la Casa Pastrana le adoraba. Y Giovanni, hombre noble, de carácter fuerte, tuvo muchas tensiones como presidente de la Cámara y se enfermó. Y alguna actitud relacionada con su curul apresuró su partida. Recuerdo una vez de Abelito que nos fuimos a Bogotá a visitar al presidente Andrés Pastrana siendo el candidato. Nos recibió sin camisa, con los pies puestos sobre el escritorio y sin medias. Lo íbamos a invitar a un hotel que yo compré en Santo Domingo. El presidente cuando nos despidió dijo:
“Váyase y espéreme allá”… (No fue a la inauguración, pero sí estuvo después con su esposa y lo llevé a conocer el hotel. Nos acompañó el entonces embajador José Pardo Llada que por allá estaba también y fue su anfitrión el magnate de los barcos Manolo del Dago). Los últimos meses de Lamboglia fueron muy tristes. Se volvió creyente al final y demostró mucha fortaleza. Él estaba buscando la forma para sobrevivir e intentaba de todo. Recuerdo que tú nos llevaste donde Maribel Moreno, la mentalista, 4 o 5 días antes de morir; cuando ya la muerte se avecinaba Giovanni me dijo que me acercara con esta frase:
“Ven que esto no se pega”… Cuando me acerqué a su lecho me agarró la mano y la tuve sostenida dos horas, luego rezamos el rosario y se durmió…Otros contertulios de mi grupo son William Scaf, que canta rancheras; el arquitecto Edgardo Díaz Robles, con su humor picante; Miguel Augusto García, hermano de Saúl, el de la TV; el pintor Aguaslimpias, quien me enseñó el arte del pincel; y el célebre Tribuno Gerardo León, quien siempre habla como si estuviera en el parlamento”.
Bacalao es polifacético. Ha sido viajero, le gusta cocinar (con especialidades chinas), colecciona música afrocubana, es amigo de algunos artistas de música vallenata, colecciona botellas de cerveza, relojes y platos, tiene tiempo para ver todas las telenovelas que pueda, una de sus pasiones, y vive en una casa de sus sueños, que me lució con todas las comodidades de un hotel de lujo. Tiene por ejemplo un ayudante, especie de mayordomo en pantaloneta, nacido en Sabanalarga, que nos atendió a la hora del almuerzo, al traer el vino dijo como un experto:
“Este vino está picado, lo voy a cambiar”…Luego trajo otro y dio la misma explicación. También Bacalao me dijo que ese ayudante, por cierto un muchacho, fue quien nos preparó la comida: unos langostinos deliciosos con brandy y luego algo de pasta”.
Me gustan las telenovelas, las veo todas. A veces estoy en una fiesta y dejo dicho que me las graben. Desde Kadir, el árabe, tengo esa afición. Las novelas mexicanas dan ganas de llorar, las venezolanas tienen buenas mujeres y las colombianas técnicamente son las mejores hoy día. Me encanta la actriz de La Mentira. En discos me gusta Lavoe, con quien alterné, y Cheo Feliciano con su canción El Ratón, y de Sinatra soy tan aficionado que tengo en mi bar el whisky que él siempre tomaba: Jack Daniels. Soy muy amigo de Los Betos.
De los viajes te cuento que una vez en Zurich me alojé en un hotel tan caro que cuando fui a pagar la cuenta yo vi que estaban metiendo las maletas en un Rolls Royce (el carro más caro del mundo, protesté porque ese no era mi carro. Y me contestaron: no se preocupe. Ese es un servicio del hotel para llevarlo al aeropuerto). En otra ocasión me encontraba con mi esposa en París y salimos a buscar un taxi. Cuando nos llevaba el conductor yo hice un comentario de que me había un olor a axilas y que con razón los franceses habían inventado los perfumes. ¿Qué dice?, dijo el chofer. Resulta que era español. También recuerdo la vez que fui invitado a una feria textil en Londres donde era embajador Balcázar Monzón. Allí se encontraban los dueños de Caribú, Coltejer, Celanese y yo representaba una modesta firma.
Todos los días me iba a buscar una limusina y la secretaria de la Embajada, una mujer bellísima que había sido reina de belleza me atendía a manteles por orden del embajador. Y resulta que se trató de una equivocación, porque la orden para esas atenciones era para otra persona. Un balance: He recitado poesías con Emilio Lébolo. Fui hombre de mucha vida sentimental, caballero que enviaba flores, ponía serenatas y daba costosos regalos. Mis hijos me salieron zanahorios, lo que considero una bendición.
Bacalao es tan popular que el restaurante de la Asociación de Arquitectos se llama así en honor de mi sobrenombre. He sido hasta asesor de las modelos que pinta Aguaslimpias (especialista en pompis). Me gusta bailar, cantar, charlar. No me arrepiento de nada. Mi situación económica estable, estoy escribiendo dos libros, uno sobre en qué quedan los recién salidos graduados de la universidad al enfrentarse a la realidad. Creo que toda situación tiene salida y que la fórmula para ser feliz es levantarse todas las mañanas con la fuerza de que cada día es mejor que el anterior. Nunca aproveché el poder de mis amigos, tal vez por eso me quieren y me quisieron tanto los que partieron.
Finalmente quiero contarle mi anécdota preferida: cuando la firma textil donde yo era gerente entró en concordato, me tocó visitar en Bogotá en ese entonces a Jaime Michelsen Uribe, auténtico emperador de las finanzas. Tuve que esperar 6 horas para que me atendiera en un lujoso piso. Cuando lo vi le felicité por tan hermosa oficina y que no tenía el gusto de conocerlo.
“Fíjese que usted me debe 800 millones de pesos, qué tal si lo hubiera conocido antes”.
Nota extraordinaria: En la mañana de ayer recibimos la sorpresa de que mi querido Bacalao falleció hace tres meses y yo escribí esta semblanza sin haberme enterado, me dejó con su viuda dos libros con dedicatoria, que escribió a su regreso de República Dominicana.