Mientras un influyente sector de la opinión del país sigue negándose a aceptar la negociación con “esos bandidos”…
Mientras un procurador con ínfulas de Dios arremete contra el tal referendo que “votaremos con una pistola en la sien”…
Mientras los políticos anticipan su nostalgia por las curules que –intuyen– tendrán que ceder en el Congreso…
Mientras dos expresidentes de colores irreconciliables se unen para criticar “el castro- chavismo en Colombia”…
Mientras un primo alocado en trance de candidato presidencial se venga del ‘maltrato’ de su propia sangre con vallas tan violentas como la violencia que critica.
Mientras los periodistas que tomaron partido les hacen eco a sus fuentes para llamar “por su nombre” a la “partida de mafiosos” que negocian en La Habana…
Mientras, en fin, una parte de la nación se sumerge en el espectáculo inmediatista del proceso, que sesga y divide, el Atlántico ya está en postconflicto.
Lo hace de la mano de lo que el gobernador del Departamento, José Antonio Segebre, y la secretaria de las Mujeres, Stybaliz Castellanos, llaman la “política pública de equidad de género”.
Por invitación de ambos, estuve conociendo algunas evidencias. En el camino me encontré con un centenar de mujeres que dejaron a un lado la desilusión para apostarle a un nuevo proyecto de vida.
Son, en su inmensa mayoría, desplazadas por la violencia o víctimas de ella en la sala de su propia casa. En sus rostros curtidos por los umbrales del dolor aún se nota, con elocuente silencio, las huellas de un pasado que por poco marchita su esperanza.
Pero dicen que no se dejan. Ya no. Y blanden su optimismo contra todo viento o ventisca.
Primero, según me cuentan, hicieron parte de una gran convocatoria de la Gobernación, que seleccionó un primer grupo de tres mil mujeres y, al mismo tiempo, abrió las rutas institucionales para que ellas y sus familias reivindicaran sus derechos. Las escogidas fueron formadas, luego, por la Universidad del Norte en la identificación de valores que las reencontraron con su estima, y posteriormente en las dinámicas productivas que convirtieron las manualidades de casa o el proyecto que siempre tuvieron en mente en una nueva unidad de negocios. Finalmente llegaron los empresarios de la ciudad que, con otra experiencia de vida, le fueron sumando a las suyas y adoptaron a más de una.
Con esa interacción de Gobierno, academia y empresas fueron formadas 3.000 mujeres, y la idea, según las proyecciones, es superar las 12.000 al final del mandato. Por eso es que Segebre afirma, sin el pudor público que lo caracteriza, que están catapultando un estado bienestar, pues, cuando una mujer se transforma, también lo hace su familia y, de contera, la comunidad misma.
Tanto el gobernador como las agencias aliadas aceptaron que el fin del conflicto es irreductible y que debemos prepararnos para su etapa posterior. Y actuaron en consecuencia.
Se trata de un ejemplo que deberían seguir quienes, en vez de una apuesta por la reconciliación nacional, siguen enfrascados en esa discusión estéril sobre la conveniencia del proceso de paz, que más que un asunto de conveniencia parece fruto de una oportunista mezquindad electorera.
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@AlbertoMtinezM