Varios escándalos de orden sexual sacuden al país por estos días. Las intimidades bajo sábanas de varios servidores públicos han quedado al descubierto. La gente se escandaliza, como si aquellos que representan las más altas dignidades del Estado no tuvieran el sagrado e inalienable derecho a gozar de los placeres carnales. Los políticos, así parezca mentira, también tienen corazón y ganas, por supuesto.
Nadie está facultado para hacer juicios éticos o de valor sobre las apetencias o gustos sexuales de sus congéneres. Cada quien es libre, sobre todo en una democracia, de explorar y desarrollar su sexualidad como mejor le parezca. Cosa distinta es incurrir en delitos sexuales. Eso sí que requiere de toda la contundencia de la ley y del concurso de los operadores judiciales.
El primero de los líos se armó por cuenta de una columna del brillante y acucioso periodista Daniel Coronel, en la que denuncia un supuesto abuso sexual continuado, por más de 16 años, de un humilde joven (hoy de 29) a manos de dos sacerdotes hermanos, uno de los cuales actualmente ostenta el cargo de representante a la Cámara. El parlamentario-cura Jaime Alonso Vásquez Bustamante le salió al paso a las acusaciones y aceptó que mantenía una relación homosexual consensuada con la supuesta víctima, al punto de señalar que el último encuentro entre ambos se había dado pocos días atrás.
Viendo los toros desde la barrera con objetividad y aplicando lo que en derecho se conoce como las reglas de la experiencia, creo que lo que hay aquí es una pelea de novios y que lo único reprochable es que el sacerdote haya dado rienda suelta a sus instintos desde el púlpito de la iglesia y con la sotana puesta. Lo mismo es aplicable a un sacerdote heterosexual que se las tira de ‘galán de barrio’. No estoy de acuerdo con el celibato eclesiástico, pero, hasta tanto siga vigente, lo correcto es que sea acatado.
El segundo de los actos de esta telenovela que es Colombia lo protagoniza nuestro embajador en Rusia, Rafael Amador, un hombre con una extraordinaria hoja de vida y una trayectoria impecable a lo largo de casi 30 años de actividad política. El doctor Amador es señalado de ofrecer a unos muchachos becas oficiales, a cambio de favores sexuales.
La verdad no veo a una persona de las condiciones de Rafael Amador recurriendo a tan bajo y despreciable mecanismo. Lo que está ocurriendo, a mi juicio, es que, ante la evidente homosexualidad del embajador, para el gobierno Santos se volvió insostenible mantenerlo en el cargo, teniendo en cuenta que para su homólogo ruso dicha condición es casi un delito. ¿De haber sido embajador el doctor Amador en un país tolerante y respetuoso de la diversidad se le habría aceptado la renuncia? Obviamente no. Estamos frente a un proceso político y no judicial.
El epílogo de esta colorida y apasionada trilogía lo completa el representante a la Cámara por el departamento de Bolívar Hernando Padauí, a quien se le endilga el haber protagonizado un video porno con dos mujeres. Al parecer, una de las bellas damas con las que retozaba sería menor de edad. Sobre este punto debo precisar que si la coprotagonista del ménage à trois es mayor de 14 años, no hay delito, aunque por otra parte debo admitir que el político costeño debe ser el más enredado de los aquí citados. Hasta el presidente de los Estados Unidos ha reconocido que le tiene pavor a su mujer; no es el único. No me quiero imaginar el calvario que ha sufrido el doctor Paduaí tratando de darle a su señora esposa las explicaciones del caso.
En resumen, cada quien que haga de su cuerpo un candelabro, por no decir otra cosa. Lo importante es asumir lo que somos, respetar la ley y no hacerle daño a nadie.
Aquellos que se esconden, solo se engañan a sí mismos.
La ñapa: las alianzas políticas entre partidos sacrifican la ideología por la supervivencia. ¡Qué triste que el fin justifique los medios!
Por Abelardo De La Espriella
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