La sepsis, conocida también como septicemia, se puede considerar la peor enfermedad producida por un estado crítico de una infección generalizada, ocasionada por los efectos en todo el organismo de reacciones catastróficas del sistema inmune (de defensas), desencadenada por otros seres vivos, como bacterias, virus, hongos, parásitos y otros menos frecuentes o conocidos.
Estos microorganismos, seres vivos diminutos, en un tiempo corto colocan a las personas –sin distingo de razas, edades o fortaleza– en una situación tan comprometedora, que de no hacerse un diagnóstico y un tratamiento rápido, ninguna persona podría salvarse. Requiriéndose de un equipo médico debidamente entrenado, en diferentes especialidades, quienes, en unidades de cuidados intensivos, cuenten con los medios y medicamentos necesarios para salvar vidas.
Con esta enfermedad se termina la existencia de unas 10.000 personas cada día a nivel mundial, con un crecimiento anual de un 13 %, ocasionando más muertes que el cáncer de próstata, el cáncer de mama y el sida juntos.
Con el lema “detener la sepsis salva vidas”, el próximo 13 de septiembre se celebrará por primera vez el Día Mundial de la Sepsis, propuesto por un grupo de sociedades científicas, en conjunto con la Alianza Mundial contra la Sepsis y entidades de salud internacionales, con el objetivo de lograr una disminución global en la incidencia de esta enfermedad, y trabajar para educar e involucrar a las instituciones públicas y privadas en los pasos necesarios para bajar estas impactantes cifras. Entre otras medidas, se distinguen una buena higiene y lavado de manos, correcto manejo de dispositivos médicos, como sondas o catéteres, y la utilización de medios diagnósticos rápidos y seguros.
Si a pesar de todo la sepsis no se ha logrado prevenir, se deben tomar medidas urgentes para estabilizar al paciente, empezando con una buena hidratación o reemplazo de los líquidos perdidos, siendo clave el apoyo del infectólogo para una buena decisión y uso apropiado de los antimicrobianos, antibióticos, antivirales y otros. Numerosas personalidades, y gente del común, políticos, gobernantes, como el papa Juan Pablo II, entre otros, han sufrido esta enfermedad.
El reconocimiento o la posibilidad de una sepsis debe disparar las alarmas, en cualquier sitio en donde uno se encuentre, debiendo buscar una atención adecuada. Desafortunadamente, son todavía muchas las personas que fallecen sin haber sido bien atendidos, en ocasiones por culpa de los famosos ‘paseos de la muerte’, apoyados en un sistema de salud comercializado, y en algunas instituciones con serias deficiencias en la atención especializada, quedando los enfermos a la suerte de lo que les toque, o a decisiones equivocadas, en lugares en donde no se cuenta con todos lo medios.
Manifestaciones febriles persistentes o baja de la temperatura, disminución súbita de la presión arterial debería poner en alerta al paciente, a sus familiares o allegados, para iniciar lo más pronto un proceso, el cual tiene los mejores resultados con una rápida respuesta y un buen manejo.
La investigación sobre la sepsis está llena de preguntas, muchas sin respuesta apropiada. La necesidad de investigar en este campo muestra grandes signos de atraso, sobre todo en el campo molecular, en donde a pesar de haberse logrado nuevos conocimientos, todavía no se ha conseguido entender una enfermedad de compromiso mundial y de salud pública, necesitándose del desarrollo de centros de investigación que anteriormente han sido propuestos, sin tener eco en los líderes, políticos, universidades y otras instituciones relacionadas.
Por Álvaro Villanueva, MD.
alvillan@post.harvard.edu.
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