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La contienda electoral en Venezuela se dirimió de la única forma en que los sistemas democráticos lo permiten: en las urnas. Y en las urnas ganó Hugo Chávez, quien derrotó al joven y carismático candidato de la oposición Henrique Capriles.

Chávez comienza su segunda década como Presidente del vecino país, lo que es considerado un verdadero récord mundial y una demostración de apego al poder que no debería ser un ejemplo a seguir. Pero esa ha sido la voluntad de la mayoría de los electores venezolanos y no solo el pasado domingo, pues Chávez es un experto en ganar elecciones, como él mismo lo ha dicho en varias oportunidades.

La permanencia de Chávez en el Palacio de Miraflores se dio porque más de 7 millones de venezolanos así lo quisieron. Hay que resaltar no solo la masiva votación, que superó el 80 por ciento, cifra nunca antes vista en el vecino país en elecciones presidenciales, sino la tranquilidad en que se desarrollaron los comicios.

También vale la pena destacar el sentido patriótico y democrático que demostró Capriles al reconocer la derrota. El candidato vencido mostró gallardía y humildad, algo que no es fácil de encontrar en buena parte de los políticos del Continente. Gracias a su pundonor, su derrota no se tradujo en desmanes o hechos violentos. “Para ganar hay que saber perder”, fue la frase con que calmó los ánimos de sus millones de seguidores. El gesto fue destacado por Chávez.

La enorme cauda electoral de Capriles hace pensar que la oposición venezolana encontró la persona que estaban buscando para hacerle frente a Chávez, así esta vez haya sido derrotada. La juventud de Capriles –apenas 40 años– es su gran fortaleza hacia el futuro, pues ahora tendrá que prepararse mucho más para afrontar futuras contiendas, sea contra Chávez o contra el chavismo, que el domingo también demostró que esta más vivo que nunca, sobre todo en los sectores populares de Caracas, donde tiene un verdadero fortín electoral.

En lo que tiene que ver con el ‘nuevo’ Presidente de Venezuela, hay que decir que debe hacer una lectura inteligente y serena de los resultados del domingo, pues prácticamente su contendor –es decir, la oposición– obtuvo el 50 por ciento de la votación. Ello significa que Chávez deberá gobernar a una Venezuela partida en dos grandes pedazos. Arremeter contra los opositores sería torpe y solo serviría para profundizar las enormes diferencias que se presentan en el vecino país, sean sociales, económicas o culturales.

El reto para Chávez es poder hacer realidad sus ofertas de campañas asociadas todas al llamado Socialismo del Siglo XXI, que se supone debería brindar bienestar y desarrollo para todo el pueblo venezolano, algo que, ciertamente, no ha ocurrido. Chávez debe tener plena conciencia de que la brecha social sigue siendo enorme, la inflación está disparada, la inseguridad crece y la paciencia se acaba. La Venezuela que recibe de sus propias manos es un país polarizado y crispado en algunos sectores, debido, fundamentalmente, a su presencia en Miraflores.

Así las cosas, en Venezuela habló el pueblo en las urnas y expresó su voluntad de seguir respaldando al presidente Chávez. Se trata de un mandato soberano que todos están obligados a acatar, como corresponde a todo sistema democrático. Las mayorías triunfadoras no pueden olvidar, eso sí, que la democracia no solo significa su triunfo sino, sobre todo, el respeto de las minorías.