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Cero quemados en Navidad en Barranquilla y el Atlántico es un balance muy positivo que hay que encomiar. Tienen las autoridades todo el derecho a sentirse satisfechas con este resultado. Es una prueba de los efectos que ha comenzado a producir la pedagogía que se ha venido haciendo sistemáticamente en los últimos años, dirigida a lograr que los padres de familia entiendan los riesgos de ser laxos con los hijos en la manipulación de la pólvora.

Constituye una excelente noticia que la ciudad y el Departamento se conviertan en ejemplo nacional, contrastando con el alto número de lesionados que registran otras zonas del país. Hasta la fecha, ha habido durante el mes de diciembre en Colombia un total de 403 quemados, según el Instituto Nacional de Salud, de los cuales 305 casos se concentran en Antioquia, Quindío, Valle del Cauca, Caldas, Norte de Santander, Risaralda, Bogotá y Cauca. Lo que revela el gran arraigo cultural que aún tiene en el país la tradición de celebrar las fiestas con pólvora. Y ello persiste a pesar de las eficaces redadas de la Policía Nacional, que este año han permitido el decomiso de varias decenas de toneladas de fuegos artificiales. Lamentable, por supuesto, que del total de quemados se registren 211 menores, lo que equivale al 52,3 por ciento.

En el buen resultado de Barranquilla y el Atlántico, en lo que va de diciembre, han incidido los operativos de decomiso de la Policía y la concientización de los padres de familia, aunque todavía no hemos llegado a la eliminación total del uso de la pólvora, pues durante la Navidad fue notorio que hubo gente que acudió a estos explosivos, pero, afortunadamente, sin consecuencias lamentables. Lo ideal es que la ciudadanía asuma las celebraciones en un marco de tranquilidad y respeto, proscribiendo la pólvora por el alto riesgo que esta tiene tanto para adultos como para menores.

La dolorosa experiencia de los últimos años habla de lo traumático que es el proceso derivado de una quemadura, pues tiene implicaciones físicas y mentales en los afectados, incapacitándolos muchas veces para sus actividades normales. Más impactante es el drama cuando los lesionados son niños que en ocasiones sufren mutilaciones de manos e incluso han perdido la vida. Por eso existen las sanciones que ha adoptado la legislación colombiana contra los productores y comercializadores de pólvora y los padres de familia irresponsables, quienes por su descuido pueden llegar a perder la patria potestad.

Sin embargo, lo que ocurre en el resto del país está indicando que las normas no serán suficientes para revertir un fenómeno que, como hemos dicho, tiene una génesis cultural muy profunda que impone a las autoridades colombianas el desafío de redoblar los esfuerzos pedagógicos, al tiempo que se implementan las medidas de control y las sanciones correspondientes.

No obstante nuestro buen balance, no podemos bajar la guardia. En el calendario está aún pendiente la fecha del 31 de diciembre, en la cual, como lo han dicho los responsables de la salud de Barranquilla y el Atlántico, nuestros conciudadanos acostumbran a quemar los muñecos símbolos del año viejo. El llamado de las autoridades es, por tanto, a mantener la cordura, a celebrar el 31 sin excesos, sin exponernos a riesgos innecesarios. De modo que el ejemplo debe comenzar por los padres de familia en el consumo moderado de licor, y es su responsabilidad que sus hijos no jueguen con ningún tipo de pólvora.

El extraordinario comportamiento de Barranquilla y el Atlántico durante la Navidad hay que mantenerlo en el fin de año. Sigamos mostrándole a Colombia que las fiestas se pueden disfrutar con alegría y entusiasmo, pero sin perder el control.