No hay que ser un observador agudo para advertir que la Región Caribe está viviendo uno de los momentos de más dinamismo económico de su historia. El interrogante que se abre ahora es cómo capitalizar al máximo esta coyuntura para convertirla en un modelo estable y sostenible de crecimiento en beneficios de todos los costeños y, por extensión, de todos los colombianos.
En esa reflexión seguramente resultará de suma utilidad la visión que tiene el ministro de Comercio, Industria y Turismo, el samario Sergio Díaz-Granados, y que expuso ayer en una visita a EL HERALDO. A diferencia de quienes apuestan de manera prioritaria por la unidad política y administrativa de la Costa, el ministro sostiene que, en este momento, lo que realmente importa es trabajar en la creación de una economía de escala regional, de modo que las actividades productivas de los siete departamentos costeños se desarrollen de manera cada vez más articulada. Y será esa mayor interacción, si finalmente se produce, la que determinaría la necesidad de avanzar hacia una convergencia político-administrativa.
Otra opinión del ministro que debería tenerse en cuenta en cualquier debate sobre el futuro de la región se refiere a la actitud de la Costa con respecto a la Administración central. La Región Caribe ha sido objeto de agravios comparativos como consecuencia del marcado carácter centralista del país, y en más de una ocasión ese trato injusto ha provocado legítimas reacciones de protesta en la población costeña. Pero también es cierto que, con frecuencia, los políticos locales han fomentado el malestar contra “Bogotá” para desviar problemas causados por su propia incapacidad, cuando no venalidad, en el manejo de la cosa pública. Sea como fuere, los tiempos han cambiado y ya no valen los esquemas de antaño. La Costa debe reclamar a la Nación lo que considere exigible, por supuesto, pero con rigor técnico y sin enredarse en querellas inoficiosas. El mundo se encuentra en un proceso irreversible de globalización, en el que apenas hay tiempo para detenerse en letanías inútiles. Tal como señala Díaz-Granados, “uno no puede vivir en el siglo XXI repartiendo culpas, sino asumiendo responsabilidades”.
Por fortuna, este es el modelo que se está siguiendo. A la cabeza de las administraciones han empezado a llegar personas con otra manera de entender la gestión pública. Y, por encima de todo, cada vez son más los ciudadanos costeños que consideran que el único modo de que termine de despegar la región consiste en trabajar intensamente por su desarrollo en todos los terrenos: industrial, comercial, adadémico, cultural, turístico, etcétera, sin esperar auxilios providenciales.
La Costa se encuentra en un excelente momento, pero aún está lejos de tener el peso que debiera corresponderle en el conjunto del país: con un 20 % de la población colombiana, representa solo el 14 % de la riqueza nacional. Cabe esperar que el diálogo Expogestion Caribe, que concluye hoy en Barranquilla, tras dos días de interesantes exposiciones, contribuya a que la región transforme su estado actual de ebullición económica en algo más que un mero chispazo coyuntural.