En el cuento “El traje nuevo del rey”, de Hans Christian Andersen, un monarca se pasea desnudo, creyendo que está ataviado con una vestimenta de magnífico tejido, porque así se lo han hecho creer mediante argucias los pícaros sastres que había contratado. El pueblo aclamaba al monarca a su paso, hasta que un niño inocente gritó: “¡El rey está desnudo!”.
Una obviedad de semejante calibre la pronunció ayer, en la sesión de clausura de Expogestión Caribe 2013, no un niño, sino el veterano expresidente de Chile Ricardo Lagos, al afirmar que los puertos de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta “son un solo puerto”. Argumentó el exmandatario que uno de los puertos citados se especializa en manipulación multimodal, otro en contenedores y el tercero en carga a granel, y que los tres están situados a poca distancia entre sí.
El público acogió las palabras del exmandatario con un entusiasta aplauso, lo que a su vez puso de manifiesto otra obviedad: que en la Costa hay muchos ciudadanos que anhelan avanzar hacia una mayor integración de la región, no solo en lo que respecta a los puertos, sino en los más diversos ámbitos del sector productivo, cultural y educativo. Prueba de esa actitud la dio la propia alcaldesa de Barranquilla Elsa Noguera, que en el panel final del evento se declaró plenamente identificada con la unidad de los puertos planteada por el expresidente Lagos.
El clamor por una convergencia portuaria quedó consignada como uno de los puntos del Gran Pacto para la Productividad que Expogestión Caribe presentó a los empresarios de la Costa. El artículo expresa el compromiso de “concebir y desarrollar la oferta portuaria de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta como oferta única internacional y no como competencia entre sí. Un puerto único hacia el Gran Caribe”.
La pregunta es si es factible concretar esa unificación de la actividad portuaria de la Costa y, en caso afirmativo, cómo habría que proceder en la práctica para lograr ese objetivo. El refrán que reza “del dicho al hecho hay mucho trecho” puede ser aplicable en este caso, dada su enorme complejidad y los intereses particulares que puedan estar en juego, a menos que los empresarios y las administraciones de las tres ciudades y los tres departamentos concernidos tengan la voluntad política y económica para acortar el trecho.
El pacto por la productividad contiene otros puntos igualmente interesantes que merecerían ser considerados, y suscritos, por el empresariado costeño y las administraciones públicas de la región. Propone un compromiso a nivel regional para reforzar las infraestructuras, desarrollar al máximo el potencial turístico de la Costa y potenciar el sector agropecuario como uno de los puntales de la economía regional. Incluye además, como asunto prioritario, una apuesta por la educación como vía para combatir la pobreza.
Apagadas las luces de Expogestión, solo queda esperar que todas las iniciativas y reflexiones que se escucharon en ese foro no queden relegadas al olvido. La globalización –palabra que se repitió sin cesar en el evento– ha llegado para quedarse, y la mejor forma de prepararse para hacer frente a los desafíos que plantea consiste en aumentar la competitividad y la productividad, objetivo que la Costa puede conseguir articulando una economía de escala regional.