El proyecto de presupuesto para el 2014, recién presentado a consideración al Concejo por la Alcaldía distrital, contiene en esta ocasión un importante componente de inversión social que, si se ejecuta debidamente, contribuirá a elevar la calidad de vida de los ciudadanos, sobre todo los de las capas sociales más desfavorecidas.
Un vistazo al presupuesto de gastos e inversiones, que asciende a poco más de dos billones de pesos, muestra que cerca del 50 % (1,8 billones) será destinado a la inversión y, de esa suma, un billón de pesos irán a parar al denominado eje de equidad social: educación, salud, deporte y primera infancia, primordialmente.
Está más que demostrado que las políticas sociales no constituyen un gasto, sino una inversión, cuyos frutos muchas veces no se recogen de inmediato, sino que se cosechan a medio o largo plazo, lo que hace que dichas políticas no resulten demasiado atractivas para los dirigentes de visión cortoplacista. En ese sentido, resulta encomiable el compromiso que denota este proyecto de presupuesto con la población más vulnerable.
Dicho lo cual, aún faltan por conocerse los detalles de las cuentas públicas. En ese sentido, son comprensibles las inquietudes expresadas ayer en este diario por el economista Jairo Parada, que se preguntaba qué impacto tendrán los pasivos corrientes y contingentes y los de vigencias futuras. En síntesis, qué carga financiera supondrán en los próximos años todos los compromisos ambiciosos que hoy se asumen por parte de la Administración. El secretario de Hacienda ha afirmado que este es el presupuesto más abultado de la historia de Barranquilla, lo que, según dijo, coloca a la ciudad en “las grandes ligas”. Con esos símiles deportivos, frecuentes en el lenguaje político, hay que ser cautos: el presidente español Zapatero proclamó que España había entrado en la “Champions League” de la economía, y poco tiempo después el país se sumió en la peor crisis económica de su historia reciente.
Por supuesto que Barranquilla presenta un escenario muy distinto, y no hay, en este momento, motivos de preocupación. La Administración está haciendo lo que se espera de unos gobernantes: que aprovechen un momento económico excepcional para construir una infraestructura social estable que perdure con los años y contribuya a tejer una sociedad más justa. Ahora la pelota está del lado del Concejo distrital, que deberá debatir el presupuesto y establecer si se ajusta a las posibilidades financieras del Distrito o si algunas cifras deben ser corregidas. Cabe esperar que ese debate tenga la altura y el rigor que merece un asunto trascendental para todos los ciudadanos.