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La Cámara de Representantes dio ayer luz verde al referendo que prevé convocar el Gobierno en el caso de que las negociaciones de paz con las Farc lleguen a buen puerto. Para que quede aprobada, la consulta popular aún debe pasar un último debate en el Senado y el examen de constitucionalidad en la Corte. La votación en la Cámara coincidió con un nuevo capítulo del largo enfrentamiento que mantiene el presidente Santos con su antecesor, Uribe, por cuenta del proceso de paz. Santos manifestó que Uribe, cuando estaba en la Casa de Nariño, intentó negociar con el ELN. Y tras hacer esta afirmación, el mandatario lanzó la siguiente pregunta: “¿Por qué no me van a permitir a mí lo mismo que él quiso hacer y no pudo?”

Una pregunta similar surgió en España cuando el anterior presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, emprendió en 2005 un proceso de paz con la banda ETA, y su antecesor, José María Aznar, lanzó contra él una brutal campaña en la que lo llegó a acusar de traicionar a las víctimas y “vender” España a los terroristas.

Aznar –al igual que cada uno de sus antecesores– había intentado, en 1998, conseguir la paz con ETA. Durante el tiempo que duraron los contactos entre enviados del Gobierno y la banda, disminuyó la captura de terroristas y se produjeron acercamientos de presos etarras al País Vasco, abandonándose temporalmente la política de dispersión de presos que había puesto en práctica el anterior Gobierno socialista de Felipe González para endurecer las condiciones de los terroristas condenados. Aznar, el durísimo ariete que con tanta virulencia atacaría a Zapatero cuando este ensayó su proceso de paz, llegó incluso a calificar a ETA de “movimiento vasco de liberación nacional” (Zapatero nunca dejó de llamarlos terroristas) cuando aún veía posible desarrollar un proceso de paz.

El 20 de octubre de 2011, poco antes de las elecciones anticipadas que Zapatero, hundido en las encuestas por la crisis económica, convocó y en la que su partido sufrió una severa derrota, ETA anunció el abandono definitivo de la lucha armada. La banda no ha entregado las armas, pero la vida ha cambiado en España, sobre todo en el País Vasco, por la desaparición de un conflicto que duraba ya medio siglo.

Cuando Aznar intentó su proceso de paz recibió el apoyo unánime de los partidos políticos y de la sociedad española. Cuando Zapatero lo intentó, una buena parte del país, azuzada por Aznar, su partido PP y los medios de comunicación afines, se revolvió contra el Gobierno con una furia inusitada.

Las realidades de dos países, en este caso España y Colombia, no son extrapolables. Pero la literatura de los procesos de paz siempre resultan útiles para la reflexión. Santos se encuentra inmerso en un proceso de paz con las Farc. Lo acompañan en la empresa dos generales nada sospechosos de pretender ‘vender’ Colombia a los terroristas. ¿Por qué no se les permite intentarlo?