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En una narrativa posacuerdo el lenguaje y la palabra deberían estar desarmados de las lógicas que imperaron durante nuestra larga historia de violencia, y en esa transición hacia una verdadera paz duradera los medios de comunicación juegan un rol protagónico al ser los que registran el momento histórico por el que atraviesa el país.

Esta fue una de las conclusiones a las que llegó la historiadora y filósofa colombiana Diana Uribe, en su intervención en el taller de pedagogía para la paz, 'Adiós a la guerra', organizado por la Presidencia de la República para periodistas de todo el país.

Uribe señaló que uno de los impedimentos que tenemos como colombianos para llegar a consolidar estas nuevas narrativas de paz es, 'una especie de fatalidad colectiva que la desarrollamos entre la guerra de los mil días y la separación de Panamá y la consolidamos con el Palacio de Justicia y la catástrofe de Armero'.

Dicha fatalidad colectiva, según la historiadora, está representada en la incredulidad de que como colectividad podemos hacer grandes cosas, idea que ha permeado hasta en los refranes populares como: 'nos falta cinco para el peso'.

'Esa fatalidad colectiva es lo que hay que cambiar porque necesitamos llegar a un punto donde concibamos nuestra colectividad como capaz de transformaciones y de futuro', afirma Uribe.

En este plano resalta la importancia de los medios de comunicación en la construcción de los arquetipos sociales. 'En este momento no estamos teniendo una narrativa de nuestra sociedad a partir de los historiadores ni a partir de las escuelas, los únicos que están mirando lo que está pasando son los periodistas, entonces su responsabilidad histórica es la narrativa de este momento de nuestra historia', señala.

Para la historiadora, la coyuntura en la que vivimos es única, porque 'hace un año y medio hablar de la paz todavía era una cosa inconcebible y hoy estamos discutiendo cómo va a ser esa paz'. Por esto pregunta: ¿Estaríamos dispuestos a sacrificar otra generación para llegar a dónde estamos?

Contexto Internacional. Durante su intervención Uribe utilizó múltiples ejemplos de procesos de paz en el mundo que lograron transformar las lógicas de la guerra y la confrontación por resignificaciones en el lenguaje y en la sociedad que ayudaron a consolidar el posconflicto.

Uno de ellos fue Ruanda, 'una sociedad que perdonó 850 mil personas asesinadas a machete durante el mes de abril del año 1994, de una población de 10 millones de habitantes'.

En Ruanda, la figura del guerrero adquirió un nuevo significado y su arquetipo fue cambiado por la figura del empresario, 'hoy son el país más viable del África oriental 25 años después del genocidio', lo cual demuestra que 'los pueblos son capaces de cambiar hasta las realidades más extremas'.

Uribe destaca que tanto en Ruanda, como en Irlanda o en Bosnia Herzegovina, se emuló el modelo Sudafricano de las comisiones de la verdad que se instauraron una vez derrocado el régimen racial del apartheid. Estas comisiones de la verdad fueron fundamentales para que en el país pasara la página del conflicto y se enmarcara en un sistema más democrático e igualitario.

'Las verdades que necesitamos saber las necesitamos saber todos, tenemos que saber la verdad para poder hacer la paz', resaltó, haciendo énfasis en el papel protagónico que debe tener la comisión de la verdad que se cree después de terminadas las conversaciones de paz.

Sin embargo, resalta Uribe, que la necesidad de conocer la verdad, principal factor para garantizar una no repetición y avanzar hacia la reconciliación, no se puede dar bajo una lógica de revanchismo ni de venganza. 'Los sudafricanos dijeron: primero nos ponemos de acuerdo en el futuro y después miramos los errores del pasado'.

Así mismo en Irlanda del Norte, 'la paz empieza cuando las madres dejan de querer tener vengadores para querer tener nietos'. Allí el cambio se dio por una decisión colectiva de dejar de pasar toda la memoria del odio de una generación a otra, la apuesta de las madres fue entonces, 'no pedirle a sus hijos que vengaran al primo Johm que lo asesinaron en la esquina. Ellas dijeron: yo les cuento que él existió pero no le pido que lo vengue'.

Del conflicto Irlandés, una lucha iconoclasta que duró más de medio siglo entre los protestantes partidarios de mantenerse en el Reino Unido y los católicos partidarios de la independencia, también se extraen experiencias con respecto a la refrendación de los acuerdos de paz, ya que después de las negociaciones con IRA, el principal grupo armado insurgente del país en 1998, el país pasó por un proceso de refrendación para legitimar dichos acuerdos.

'En Irlanda, cuando se hicieron los acuerdos para aprobar la paz por medio de un plebiscito, había que convencer a los protestantes, que eran los dueños de toda la producción económica, de que se metieran la mano al dril, porque ese plebiscito, que refrendaba unos acuerdos que cambiaban la configuración económica del país, les daba una salida a una guerra que no tenía 50 sino 500 años', afirmó.

El papel de los medios fue fundamental para este proceso, desde aceptar la petición de Tony Blair, exprimer ministro británico, de que no se divulgaran rumores sobre el resultado del plebiscito, hasta permitir la exposición en la prensa escrita, dial y televisiva de los líderes del IRA y del Sin Féin, su brazo político, que estuvieron vetados durante 25 en los que era prohibido publicar cualquier tipo de imágenes o fotografías con sus rostros.

'En ese momento los irlandeses se dieron cuenta que los del IRA también eran personas, de que todo el mundo es alguien y esa nueva narrativa empieza por reconocernos todos como seres humanos', señala.

En Bosnia Herzegovina, durante el sesgo de Sarajevo, el mayor bloqueo militar que ha sufrido una ciudad capital en la historia moderna, el consejo editorial del diario Oslobodjenje (Liberación en castellano), decidió hacer un glosario de palabras que pudieran ofender y causar desprecio hacia alguno por causa de su nacionalidad, en ese momento, sus integrantes eran conformados por personas de muchas partes de la antigua Yugoslavia, que vivía un violento proceso de ruptura.

'Eso es desarmar la palabra. Es hablar del otro como un ser humano y no hacer chistes o comentarios desagradables acerca de él', dice.

Ejemplo similar pasó en Chile durante la campaña del plebiscito que terminó en el derrumbe de la dictadura de Pinochet. Allí los partidarios del 'NO' dejaron atrás el pasado derrotista y adjudicaron nuevos significados de esperanza a su propuesta, 'el reto fue hacerle ver a un país que económicamente tenía buenas cifras y está entre comillas bien, que era mejor el camino de la democracia, y lo lograron'.

El momento de Colombia

Todos estos escenarios están juntándose en la coyuntura que vive el país actualmente. 'Mientras nosotros estamos haciendo un proceso de paz el mundo se está dando de jeta en la guerra. Se volteó la arepa y ahora esos míticos Europa y Estados Unidos están ahora en la paranoia del conflicto', dice Uribe, quien además sentencia: 'Es el momento de Colombia'.

Entonces, propone la historiadora, es hora de buscar nuevas fuentes de historias, nuevas noticias, 'cambiar la narrativa de la miseria y la imposibilidad no porque esas cosas dejen de pasar sino porque no son las únicas que pasan. La noticia debe cambiar, debe ser lo maravilloso que somos porque la paz nos va a visibilizar'.

Para esto, hay que volcarse a la multiculturalidad, 'a que conozcamos la geografía de la cultura y no solo la geografía de la guerra', aprendiendo de los saberes ancestrales de nuestros indígenas y sus formas de resolver conflictos. Dejar de criminalizar a la juventud, 'que solo es noticia cuando hay un acto vandálico', y todo esto está relacionado con la prensa.

'Si la prensa empieza a imaginar la paz, Colombia empieza a imaginar la paz. Estamos tan acostumbrados a que la noticia solo sea violenta, que lo que no está involucrado directamente con la violencia no lo consideramos noticia, no lo contamos', afirma Uribe.

Es por esto que 'todo el universo simbólico que maneja la prensa tiene que cambiar el día que se firma la paz', un día tan importante que hará a 'todos los colombianos recordar lo que están haciendo cuando firmaron los acuerdos, así como los sudafricanos recuerdan exactamente que hacían cuando liberaron a Mandela'.