San Vicente del Caguán es historia. Este municipio del Caquetá, ubicado a 153 km y cuatro horas de camino de la capital Florencia, vuelve a ser el epicentro de un hecho histórico que puede marcar el inicio de una nueva página en la vida nacional.
Una en que las Farc, principal grupo armado del país, cambie los fusiles por los votos y renuncie para siempre a las atrocidades que marcaron muchas generaciones durante los 52 años que lleva el conflicto armado.
San Vicente es historia porque a seis horas de su cabecera municipal, en un lugar denominado El Diamante, en el corazón de los Llanos del Yarí, se llevará a cabo a partir de hoy la décima y última conferencia de las Farc, en la cual decidirán dar el paso definitivo hacia la vida civil.
San Vicente es historia, porque aquí se llevó a cabo el último proceso de paz fallido con esta guerrilla, ese que se inició con una ‘silla vacía’ y culminó tres años después sin lograr pactar una agenda para los diálogos.
Pero sobre todo, San Vicente es historia por su gente, la que vivió la zona de distención y la que ve con esperanza pero con recelo el actual proceso de paz.
Una historia que contar
En la plaza central del pueblo, llamada la Plaza del Hacha, un hombre habla por celular. Su mirada se fija en un lugar en el que hace 17 años Manuel Marulanda Vélez, entonces máximo jefe de las Farc, dejó plantado al presidente Andrés Pastrana.
Aquel 7 de enero de 1999 marcó el inicio de la zona de distensión, que se extendió por 42.000 km cuadrados en los que las Farc tuvieron total control.
Desprevenido, el hombre cuelga su celular y se va por una callejuela; es poco probable que en su mente haya pasado el recuerdo de aquel momento, para él es normal mirar aquella fachada, aunque, como para la mayoría de sanvicentinos, las palabras 'despeje' y 'distensión', estén cargadas de significado.
La gente en San Vicente tiene una historia para contar, pero no todos quieren contarla. Los recuerdos, dicen muchos, hacen parte de un pasado que prefieren dejar atrás. Pero las historias asoman por sus ojos, así estos eviten a los numerosos periodistas que ya empiezan a llegar al lugar.
De Barranquilla a San Vicente
El viaje hasta San Vicente saliendo desde Barranquilla nos tomó 11 horas. La primera parada fue llegar a Bogotá, el frío de la capital sirvió de contraste perfecto para lo que será nuestra estadía en la conferencia guerrillera. 'En el Yarí hace 32°', me dijo Carolina, una periodista que se sumó a nuestro viaje después de compartir el vuelo Bogotá–Florencia. Con ella abordamos un Spark Plateado que nos llevaría al Caguán, en un viaje de más de cuatro horas.
Entre Florencia y San Vicente hay cinco pueblos: Montañita, El Paujil, El Donsello, La Esmeralda y Puerto Rico.
A pocos minutos de iniciar el viaje y después de escucharnos hablar sobre la conferencia, Iván, el conductor del Spark, nos compartió su historia, una de un doble secuestro, primero por tres días, después por un año, que lo dejó con la convicción de que los guerrilleros no van a cambiar y que la paz está más lejos de lo que se cree.
'Las Farc empezó con una forma excelente, yo no sé por qué se vinieron a dañar, pero ellos no eran así. Ellos nunca le quitaban al pobre, ni tantas cosas que ahora aplican, que si usted tiene una gallina tiene que pagarles tanto al año'.
'Si tiene una vaca por esa vaca tiene que pagar 10.000 pesos, eso nunca se había visto, no sé cómo conseguían la plata pero antes lo hacían sin quitarle al pobre', dice Iván mientras intenta esquivar sin mucho éxito las depresiones de la carretera.
De Montañita a Paujil relata que su primer secuestro se dio en San Vicente del Caguán, allí laboraba realizando diferentes oficios, 'haciendo lo que saliera', hasta que la guerrilla empezó a sospechar que era un informante de los paramilitares.
Iván afirma que tres mujeres salvaron su vida. En su primer secuestro, cuenta como la novia del comandante del frente que lo retuvo intercedió por él para que fuera dejado en libertad.
En su segundo secuestro, habla de una amiga, exjueza de un tribunal en Cartagena que también estaba secuestrada y logró que creyeran su historia, que repitió una y otra vez durante los interrogatorios a los que fue sometido en cautiverio.
En ambas ocasiones, dice que las oraciones de su abuela lo mantuvieron vivo e hicieron que regresara a su hogar.
Pasando Puerto Rico, en el último tramo para llegar a nuestro destino, Iván ambientaba el camino con algunos clásicos de Diomedes Díaz. Nos contó que el día que lo liberaron, en un camino cercano a ese pueblo, también soltaron al único sobreviviente de un grupo de siete camioneros, que después de ver morir a sus compañeros en manos de la guerrilla, lo dejaron ir 'con el mismo amor con el que les dijeron a los demás que los tenían que matar'.
En el hotel
Llegando al hotel donde pasaríamos la noche, nos recibió una señora entrada en años. Cuando llegamos había varios periodistas en el hotel, que eran direccionados a habitaciones en albergues cercanos porque este ya estaba copado.
Antes de salir a hacer un pequeño recorrido por la plaza, nos comentó, en medio de una conversación casual, que ella fue pasajera del vuelo de Satena que alias Christian secuestró en 2001. Pero, antes de dar más detalles, una llamada y dos huéspedes ocuparon su atención.
Desde el patio del Hotel, Mary*, la empleada del aseo, nos miraba de reojo. Con ella la conversación fue breve, se notaba su incomodidad de ser abordada por un periodista. 'Por qué voy a contar mi historia si es igual a la de muchos acá', me dijo apenada. Mary*, que en realidad no se llama así, es madre de una niña de 15 años, hace mucho, en los primeros años del Caguán, su compañero sentimental se fue para no volver.
Él hacía parte de la guerrilla sin ella saberlo, pero se desmovilizó una vez la zona de distensión fue cerrada. Poco ha sabido de él hasta entonces.
'Un ferviente uribista'. 'San Vicente del Caguán odia a las Farc', me dijo Juvenal Bazurto, un líder social del pueblo y funcionario de la alcaldía, la única persona que en el día accedió a dejarme usar su nombre completo.
Con Juvenal pasé casi una hora charlando y justo al final de la conversación me confesó que era un 'ferviente uribista'. Su convicción me tomó por sorpresa, ya que minutos antes había afirmado que él estaba respaldo e invitando a los sanvicentinos a votar por el ‘Sí’.
'Vengase lo que se venga es mejor a seguir con esta absurda guerra', me dijo convencido.
Juvenal llegó a San Vicente en 1982 proveniente del Tolima, dice haber formado su liderazgo en las organizaciones barriales y en las juntas de acciones comunales. Desde allí se opuso a la creciente influencia de las Farc en el pueblo y fue víctima de un atentado en 2002, cuando un sicario entró a su oficina en la alcaldía y le disparó a quema ropa.
'Se le trabó la pistola y no le salieron los tiros' -cuenta entre aliviado y altivo-, 'eso me dio chance de reaccionar'.
A pesar de este hecho dice haber pasado la página del rencor y haber perdonado. 'Los sanvicentinos sabemos que las Farc están integradas por familias sanvicentinas, familias caqueteñas', dice.
Eso lo motiva a promover el ‘Sí’ y desear que el proceso llegue a un feliz término. 'Hay muchos padres y madres que se van a poder reencontrar con sus hijos cuando se acabe la guerrilla', sostiene.
Para Juvenal, como para San Vicente, el proceso de paz presenta una nueva oportunidad, 'llevamos cuatro años de paz', repite, 'desde 2012 que se instaló la mesa, eso se siente en el pueblo'.
Los retos que vienen en el posconflicto los ve como naturales y reconoce que las Farc llegaron a negociar derrotadas política y militarmente, por lo que no le preocupa su reintegración. Ese camino, el de la reintegración, dará un paso muy importante hoy, cuando arranque la conferencia, poniendo nuevamente al Caguán ante las puertas de la paz.