Por Angélica Rodríguez *
El pasado 27 de junio la misión de la ONU certificó la dejación de 7.312 armas individuales por parte de las Farc. De esta manera concluyó la última de las tres etapas pactadas para el desarme, en la que se recolectó el 40% de armas restantes, y formalmente se inauguró el paso de los reintegrados hacia la vida civil.
Aunque esta noticia es quizás una de las más relevantes desde la firma del acuerdo de paz, en tanto oficializa el fin de la lucha armada y deja de manifiesto la inevitable transición de las Farc hacia la configuración de un movimiento político, no estuvo exenta de críticas, de detractores y, de manera aún más preocupante, de amplias muestras de desinterés por parte de la población -como ocurrió en el plebiscito-, a pesar de tratarse de uno de los momentos más complejos y simbólicamente importantes de la fase actual de la implementación los acuerdos.
Esto da muestra, una vez más, no solo de la polarización que se vive en el país sino del poco peso que se le asigna a la paz frente a otros temas que parecieran más urgentes para los colombianos tales como el desempleo, la salud o la corrupción, según lo registran encuestas recientes realizadas por algunos medios de comunicación.
En este punto de inflexión, y en el marco del programa de investigación y pedagogía para la construcción de paz UNCaribe, un grupo de profesores de la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte viajamos a la Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN) y a los dos Puntos Transitorios de Normalización (PTN) que se encuentran en el Caribe, ubicados específicamente en los corregimientos de Tierra Grata, (municipio de La Paz, Cesar), Gallo (municipio de Tierralta, Córdoba) y Pondores (municipio de Fonseca, La Guajira), para dialogar con los
excombatientes y las comunidades sobre la construcción de paz, la reconfiguración del estado y el desarrollo y el fortalecimiento institucional a nivel local.
En esta oportunidad quisiera compartir algunas reflexiones derivadas de la visita realizada al PTN de Pondores, donde se encuentran agrupados cerca de 250 hombres y mujeres que hacían parte del Bloque Caribe o Martín Caballero, mayoritariamente de los Frentes 59, 19 y la Unidad de Bloque de las Farc.
Para empezar, llegar a este sitio implica necesariamente ver de frente la realidad de La Guajira, un Departamento de amplios contrastes y desafíos, donde la precariedad económica de las poblaciones, la escasez de agua, la desnutrición infantil y la corrupción de varios políticos locales han sido, y siguen siendo, una constante a lo largo del tiempo.
Aunque este PTN es una de las zonas de agrupamiento más avanzadas en tanto cuenta con suministro de agua, dos plantas que proveen luz, baterías sanitarias, enfermería y aulas de estudio, a la fecha y a pocas semanas de que las ZVTN y los PTN se conviertan en Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, todavía la infraestructura no está terminada al ciento por ciento y gran parte de los miembros de las Farc aún no hacen uso de las viviendas porque no ha finalizado el proceso de adecuación de las mismas.
A la hora de iniciar el diálogo la primera impresión es que hay una gran disciplina de estudio, un interés legítimo por familiarizarse con las herramientas y la estructura estatal que se combatió por más de 50 años, pero de la que ahora hacen parte y en la cual esperan participar activamente, y una amplia disposición para establecer una conversación abierta, lo que necesariamente implica desacuerdos y discusiones, pero desarrollada siempre en el marco del respeto. Tal vez lo más significativo de esta conversación radicó en la importancia que reviste el ejercicio de escucharnos, de expresar respetuosamente puntos de vista, aunque muchos de ellos sean radicalmente opuestos, y sobre todo de tratar de alcanzar consensos que nos permitan construir un 'nosotros' más incluyente.
Como ha ocurrido en otros espacios, el PTN de Pondores le ha impreso cierto dinamismo económico y socio-político a las zonas aledañas. En este sentido resultan particularmente notables las reuniones e iniciativas conjuntas desarrolladas con las juntas de acción comunal, como una puesta en práctica tanto de construcción de paz desde los territorios, como una muestra de una democracia más amplia con raíces en lo local y las implicaciones que esto tiene para repensar el significado del ejercicio de la ciudadanía.
La firma del acuerdo, la reagrupación en las ZVTN y los PTN, la dejación de armas, los esfuerzos por comenzar a establecer nuevos lazos con las comunidades, entre otros, son muestras concretas de una evidente voluntad de paz. Así pues, como sociedad deberíamos ser los primeros veedores de la implementación de los acuerdos y velar porque el tema de la paz sea una prioridad para poder avanzar en el camino de la reconciliación, tan necesario para la construcción de nación. *Profesora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte.