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El primer llamado que hizo al Congreso el presidente Juan Manuel Santos en su discurso, durante la instalación de la nueva legislatura, fue a 'preservar la paz mediante el respaldo al trámite de los proyectos de la implementación de lo acordado con las Farc'.

Esta solicitud del jefe de Estado al Legislativo se da en un periodo crucial para la implementación de la paz y consolidación del posconflicto, pues no es un secreto que la Unidad Nacional se resquebraja de cara a la coyuntura electoral venidera. Muestra de esto es que el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, junto con su bancada de Cambio Radical, han expresado serios reparos al Acuerdo de La Habana, dejando ver bosquejos de lo que sería su candidatura.

De igual forma, en el propio Partido de la U, dio un paso al costado el exministro de Defensa y exembajador en Estados Unidos, Juan Carlos Pinzón, quien hizo carpa aparte con su aspiración presidencial y, a la par, ha manifestando sus desacuerdos con lo firmado con las Farc.

Posteriormente Santos, precedido de encuestas que mostraron una vez más su baja popularidad, decidió generar una crisis ministerial de cara a su último año en la Casa de Nariño. Sus ministros presentaron la renuncia hace un par de días y, con ello, la Casa de Nariño espera ganar algo de aire y gobernabilidad.

Y es que esta crucial etapa, a la que el Congreso llega también en sus últimos meses, no pinta fácil para el primer mandatario y plantea interrogantes sobre la implementación del acuerdo de paz con las Farc.

El hecho de que se crucen las elecciones y la paz representará un reto para el Ejecutivo por cuenta de la campaña de la oposición uribista –que ya ganó hace pocos meses con el'No' a lo firmado en La Habana– que enfilará baterías contra el Acuerdo. Similar situación se vería al interior de la Unidad Nacional, de cuyas grietas surgirían las candidaturas de Cambio Radical y de las disidencias de La U. Ambos bandos empuñarían las banderas de la crítica a lo suscrito en La Habana.

Queda aún por verse quiénes serán los ministros ‘sacrificados’, mientras el menguante santismo tendrá que poner todo de su parte para movilizar a un Congreso que históricamente, además, es poca la actividad legislativa la que realiza en su último año.