Compartir:

Los 1.200 delegados de las Farc que se dieron cita durante cinco días esta semana en la ciudad de Bogotá para decidir los lineamientos del nuevo partido político, tuvieron entre sus álgidas discusiones un tema de vital importancia para el futuro de esa colectividad: escoger el logo y el nombre con los que se le identificará, ahora que recorrerá el camino de la política legal.

La decisión no era un asunto menor. A partir de ella, el movimiento tenía que resolver la encrucijada de elegir entre mantener la unidad al interior de sus bases, o ampliar sus apoyos políticos externos. Además, se estaba jugando su imagen frente a una población expectante por confirmar si lo que vendría sería un cambio o una especie de continuismo.

Para nadie es un secreto la carga negativa que muchos colombianos tienen respecto a las Farc por los hechos de violencia que cometieron en los más de 50 años de guerra contra el Estado; por tanto, la elección del nombre se configuraba, de alguna forma, en la oportunidad para dar un primer paso en la estrategia política de ‘ganar puntos’.

Lo que se estableció

Los delegados del congreso constitutivo tuvieron la oportunidad de considerar, en cuanto al nombre, dos opciones de las cuales resultaría una definitiva.

Por un lado, estaba la opción ‘Nueva Colombia’, impulsada por Rodrigo Londoño, alias ‘Timochenko’, y, por otro, la de mantener la sigla ‘Farc’, aunque con un significado diferente, que tuvo el apoyo de la llamada ‘línea dura’ de Iván Márquez y Jesús Santrich.

La diferencia de la votación habló por sí misma. Con 628 comicios, la mayoría del congreso determinó que el nuevo partido se llamaría Fuerza Alternativa Revolucionara del Común, Farc. La otra opción, ‘Nueva Colombia’, obtuvo tan solo 264.

La razón de las siglas

Ahora bien, ¿por qué la balanza se direccionó a mantener las antiguas siglas? De acuerdo con los analistas, en la decisión ganó la necesidad de mantener todo el bagaje histórico e identitario que significó llevar por tanto tiempo esas siglas, cuestión que a la vez implicó perder en términos de imagen con el común de la gente.

Tal como afirmó Juan Carlos Rodríguez, codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, para las Farc 'era muy difícil satisfacer simultáneamente los dos propósitos de mantener la cohesión en su interior, por un lado, y mejorar sus prospectos electorales, por otro'.

'Las Farc, en parte por la forma como tomaron la decisión (con votación de sus miembros), simplemente optó por el segundo', concluyó Rodríguez.

Por su parte, para Luis Fernando Trejos, director del Instituto de Desarrollo Político e Institucional de la Universidad del Norte, que la exguerrilla haya decidido mantener su identidad interna 'es reflejo de que la militancia que estuvo en armas es la misma que se va a trasladar al escenario político, y desde ese punto de vista, mantener las siglas significó que se mantiene viva toda una historia y unos símbolos'.

Por lo tanto, añadió Trejos, la apuesta que hizo la exguerrilla fue a nivel interno, pues al cambiar las siglas 'se hubieran borrado 53 años de historia que ellos construyeron a partir de metarrelatos y héroes propios, como por ejemplo Manuel Marulanda'.

El propio Iván Márquez, en una rueda de prensa al finalizar el congreso, afirmó que 'a pesar de que para algunos las siglas representaran algo negativo, estas simbolizas nuestro pasado histórico que no se va a desdibujar. Vamos a continuar con el conflicto, pero en otro terreno, en el de la política legal'.