Quedan 92 días para la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia y ya comenzó la cuenta regresiva de los dos mandatos de Juan Manuel Santos. Como el último de los presidentes reelegidos el balance de la era santista cubre ocho años en los cuales el ánimo y la cara del país se transformaron sustancialmente. El mapa del conflicto, de la política y de la economía son hoy diferentes del 2010: una porción importante de las Farc desmovilizadas, el movimiento uribista en oposición y liderando las encuestas, y una percepción pesimista de la opinión pública frente al rumbo del país.
La paz incompleta
No se puede hacer ningún recuento de los dos gobiernos Santos sin mencionar en primer lugar el Acuerdo de Paz con las Farc. El primer mandatario le apostó toda su gestión entera al éxito del proceso de negociación con la guerrilla más antigua del hemisferio occidental. Rompió con su mentor y hoy feroz opositor Álvaro Uribe, y convirtió la segunda vuelta de las elecciones de 2014 en un referendo por la paz y trianguló a la izquierda y los verdes. Después firmaría el Acuerdo histórico con Timochenko, se equivocaría con la convocatoria del referendo de 2016 que perdió y el Premio Nobel que ganó para terminar en las dificultades de gestión que ahogan hoy en día la implementación de lo pactado.
A pesar de haber iniciado su primera administración alrededor de mandatos reformadores, la Casa de Nariño quedó atrapada en la comunicación y el vaivén político del tema de los diálogos de paz. Incluso la infraestructura y la vivienda, sectores impulsados con energía por el actual gobierno, son opacados por la agenda alrededor del Acuerdo, la seguridad nacional y el posconflicto. De acuerdo a la más reciente encuesta Gallup, y en sintonía con el resto de los sondeos de opinión, alrededor del 70 por ciento de los colombianos cree que la implementación de los acuerdos de paz va por mal camino, y la mitad considera que el gobierno no cumplirá lo acordado.
La percepción de corrupción
Uno de los guarismos que más complican el balance de la era Santos tiene que ver con la percepción de corrupción. La misma encuesta Gallup muestra que el 88 por ciento de los colombianos cree que este cáncer social está empeorando en el país. Si bien la llamada 'mermelada' con la que el Ejecutivo manejó a los congresistas no es un invento del gobierno actual, en estos años se graduó de sinónimo de las malas prácticas politiqueras y clientelistas. Al parecer la Casa de Nariño, que defendió la 'mermelada' en múltiples ocasiones, no dimensionó el daño que esta etiqueta le haría a la imagen del gobierno.
Incertidumbre económica
Los años de Santos no se caracterizaron en su totalidad por la crisis económica. Al contrario, la economía del país experimentó varios años de bonanza y vitalidad. No obstante, diferentes factores internos y externos y decisiones del propio gobierno desembocaron en que la incertidumbre marcara el último tramo del segundo mandato santista. La más reciente reforma tributaria golpeo el bolsillo y el optimismo de los colombianos con tanta severidad que hoy el 77 por ciento cree que el rumbo económico es negativo: un rechazo más alto que durante todo Santos I y el segundo gobierno de Uribe.
Sin sucesor ni defensor
Una manera de reflejar la vitalidad de un gobierno son las ganas que tienen distintos sectores políticos de enarbolar sus banderas en medio de la siguiente elección. Cuando una administración está terminando bien su ciclo, los candidatos se pelean por adueñarse de pedazos de su gestión y el mandatario se da el lujo de escoger e influir en su sucesor. Al final, el balance del gobierno impacta el rumbo de los comicios que pueden convertirse en un referendo a la gestión y cuenta con múltiples defensores que despliega contra la oposición.
Nada de eso se está presentando en las elecciones presidenciales colombianos de 2018. Los dos candidatos más continuistas, el exvicepresidente Germán Vargas y el exjefe negociador Humberto De la Calle, ocupan los últimos lugares de la contienda electoral y su puesto en la segunda vuelta es poco probable. Tras firmar el Acuerdo con las Farc y ganar el Premio Nobel de la Paz, Santos no tiene sucesor ni defensor abierto ya que sus bajos índices de popularidad –alrededor del 23 por ciento– son tóxicos para cualquier aspirante. Dos opositores –el uribista Iván Duque y el de izquierda Gustavo Petro– protagonizarían hoy la segunda vuelta en junio.
Una narrativa derrotada
El problema más grave de los últimos 100 días de la administración Santos es que a nadie está interesado en evaluar sus logros sector por sector y así obtener un panorama más completo. Analizada de esta manera y con juicio la Casa de Nariño registraría con seguridad notas mucho mejores que las que hoy reflejan sus encuestas. En conclusión, los principales componentes de la narrativa santista de estos 8 años carecen a tres meses del fin de fortaleza y persuasión: la implementación de la paz está enredada y ensombrece la solidez del Acuerdo; la promesa reformista y modernizadora está ahogada por la percepción de corrupción; el optimismo hacia el futuro disminuido por la incertidumbre económica. Quizás esto sea el resultado de poner todos los huevos de dos mandatos en una sola canasta.