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Al momento de leer este artículo está prohibido para los medios de comunicación y las empresas encuestadoras la publicación de cualquier sondeo de opinión sobre las elecciones presidenciales. La más reciente ronda de encuestas del pasado fin de semana refleja un escenario muy similar: habrá segunda vuelta entre Iván Duque y Gustavo Petro, la brecha entre los dos se ha cerrado, pero ambos frenaron su tendencia al alza. Siguen Sergio Fajardo, quien ha venido creciendo unos pocos puntos y Germán Vargas, quien crece en unos sondeos mientras que en otros aparece estancado.

Al menos cinco encuestas con cobertura nacional: Yanhass, Cifras y Conceptos, Guarumo, Invamer y Centro Nacional de Consultoría reportan que el candidato de la Coalición Colombia ha subido unos puntos porcentuales, pero aún se mantiene lejos de desbancar a Petro. El caso de Vargas Lleras es peor: a pesar de crecer no supera a Fajardo y tampoco parece capaz de traducir los respaldos regionales y de maquinaria en apoyos que registren las encuestas. Lo anterior ha llevado al ex vicepresidente a replicar el manual petrista: contrarrestar esos bajos registros con fotografías en redes sociales de las plazas públicas y los desplazamientos.

Los problemas de credibilidad que vienen sufriendo las encuestas, combinados con las estrategias de las campañas vargaslleristas y fajardistas, han generado una división dentro de los analistas políticos en los pronósticos de segunda vuelta. Por un lado, los que creen en los sondeos y reconocen el dinamismo petrista ratifican una segunda vuelta entre Duque y Petro. Por el otro, lo que desconfían de las encuestas y le adjudican a Vargas Lleras, Cambio Radical y el partido de La U la capacidad de movilización suficiente para superar el entusiasmo de izquierda. El propio Petro se cuenta dentro de estos últimos, ya que el fin de semana pasado en un trino de su cuenta personal de Twitter advirtió sobre el fraude 'de Santos y el Registrador a favor de Vargas' e invitó a llenar las plazas a partir del cierre de urnas de este domingo.

Más allá de que las encuestas acierten con la composición de segunda vuelta, vale la pena analizar qué condujo a dos candidaturas sólidas y con equipos y estructuras a estar aferrados hoy a la esperanza. Que Fajardo y Vargas, dos aspirantes de distintos orígenes y estilos, queden fuera de la segunda vuelta simboliza el alto grado de concentración en los extremos políticos de la campaña 2018. En otras palabras, la izquierda en cabeza de Petro y la nueva versión del uribismo que representa Duque crecieron a costa de comerse los apoyos del llamado 'centro' donde están ubicados la Coalición Colombia, el jefe de Cambio Radical y De la Calle.

La campaña no lució así todo el tiempo. Tanto Vargas como Fajardo encabezaron los sondeos y rodearon sus aspiraciones con un halo de victoria y casi de inevitabilidad. Mientras Vargas Lleras representaba un voto pos-acuerdo de paz concentrado en la infraestructura y la gestión, el exgobernador de Antioquia simboliza la tercería independiente, capaz de superar los 16 años de Uribe y Santos en el poder. Mientras Vargas Lleras le apostó a una red de estructuras políticas regionales tradicionales en combinación con su buena percepción capitalina, Fajardo unió a los independientes, incluyendo al Polo, y construyó una atractiva alternativa alrededor de la educación y la anti-corrupción para los sectores de opinión.

Aunque todavía no se han contado los votos, lo cierto es que ambas narrativas no pudieron sostener su liderazgo y fueron desbordadas por dos historias con menos ilusión y más rabia: la oposición anti-gobierno y anti-proceso de paz del uribismo y la oposición anti-establecimiento del petrismo. En el caso de Vargas Lleras, falló en su movimiento hacia la derecha, que incluyó radicalizar su partido Cambio Radical en votaciones de los proyectos derivados del Acuerdo de Paz. Ese craso error estratégico subestimó la capacidad del Centro Democrático no sólo de que de su 'reality' saliera un aspirante competitivo sino también de convocar una consulta de la derecha.

Otro aspecto que la campaña vargasllerista desestimó hasta que fue demasiado tarde fue la percepción de ser la pista de aterrizaje de la politiquería y las prácticas políticas tradicionales. Ese 'pragmatismo', justificado por los medios y analistas para una mejor gobernabilidad, no cayó bien en un electorado ansioso de cambios y con ganas de una votación de ruptura con el gobierno actual y con las actuales reglas del juego. A lo anterior se debe sumar una sobreestimación del vargasllerismo del impacto en la opinión de la victoria contundente de Cambio Radical en las elecciones del 11 de marzo.

En el caso de Fajardo su negativa a una consulta o un ejercicio de unión con De la Calle para el 11 de marzo dejó a la izquierda y al uribismo con el espacio para crecer sus narrativas electorales. Si bien la Coalición Colombia sirvió de retén al avance de Petro desde el flanco izquierdo, la campaña fajardista no fue sensible a esas rabias más ligadas a la economía y a la inequidad que a la anti-corrupción y a la educación. Pase lo que pase este domingo, Vargas Lleras y Fajardo tuvieron unas condiciones propicias para enmarcar estas elecciones a su conveniencia ideológica, pero sus errores estratégicos, y la virtud de sus competidores, les quitó competitividad. Tanta como para tener que llegar a la cita de las urnas con la obligación de desmentir a las encuestas.