La polarización política del país no cede. Todo lo contrario: cada día que pasa se acentúa mucho más, hasta el punto de que los llamados propósitos comunes terminaron sepultados en la maraña diaria de los insultos, las ofensas y las injurias. Todo vale en la lucha por imponer los intereses individuales por encima de aquellos que podrían beneficiar a la sociedad en su conjunto. Las redes sociales terminaron convertidas en multiplicadoras de odios y resentimientos. Todos exigimos ser oídos, pero pocos estamos dispuestos a escuchar. La política terminó en manos de politiqueros ambiciosos y corruptos, cuyo fin no es servirle a la gente, sino poner la gente a su servicio.
La gravedad de la situación actual del país hace necesaria una profunda reflexión acerca de cuáles podrían ser aquellos asuntos que nos permitan anteponer los propósitos colectivos a las aspiraciones individuales. Es necesario buscar esos puntos de encuentro en medio de las grandes diferencias. El destino de Colombia no puede ser la eterna confrontación, siempre violenta y muchas veces armada. En algún momento debemos cerrar para siempre el capítulo del conflicto y de la guerra. Alguna generación -ojalá la nuestra- debe poner punto final al desangre nacional.
Es necesario, como diría Álvaro Gómez Hurtado, establecer un 'Acuerdo sobre lo Fundamental', que nos permita construir un proyecto incluyente y colectivo como Nación, donde quepamos todos, sin distingos de ideología, raza o credo religioso.
Las mezquindades propias de quienes tienen motivaciones electorales atentan contra la construcción de ese pacto colectivo. No es un Acuerdo sobre lo Fundamental para beneficiar candidatos o partidos políticos, sino para buscar y encontrar una verdadera justicia social, basada en la lucha contra la pobreza y la iniquidad. Combatir la corrupción no puede ser una bandera electoral, sino un propósito nacional. La sanción social a los corruptos debe ser tan temida, respetada y acatada, tanto como la sanción legal. Debemos tener plena conciencia de que combatir a los corruptos es un asunto de valores y principios, más que de incisos y de códigos.
El Acuerdo sobre lo Fundamental nos permitirá acabar con los actuales indicadores de pobreza y miseria que tiene el país. No es posible lograr desarrollo y progreso si no cerramos la brecha social que separa a los pocos que tienen mucho de los muchos que tienen poco. Toda Ley o Reforma Tributaria cuya inspiración sea la riqueza de los poderosos y no la pobreza de los marginados sólo servirá para aumentar iniquidad, resentimiento y hasta odios.
Llegó la hora de entender que nuestra relación con el Medio Ambiente debe ser armónica y responsable y que si seguimos como vamos, los recursos naturales no renovables van a desaparecer, como -en efecto- están desapareciendo. Nuestro comportamiento depredador y destructor compromete nuestra propia supervivencia. La riqueza no se puede alcanzar destruyendo la naturaleza, secando los ríos y arrasando los bosques. Un río que se seca y un árbol que se tala es un daño irreparable que causamos a la naturaleza, cuyas consecuencias pagaremos todos.
Hay valores superiores que debemos promover y fomentar desde la familia, independientemente de la conformación o naturaleza de la misma. El mejor modelo de familia es aquel que promueve valores y principios, como la honradez, la igualdad y el respeto a las diferencias. Hechos inocultables y evidentes, como el conflicto armado, entre otros, acabaron con el modelo tradicional de familia. Hoy no hay uno solo, sino muchos modelos, todos ellos respetables. Los valores democráticos no se fortalecen con la suma de las voluntades de las mayorías, sino con el respeto del pensamiento de las minorías. ¿Cuáles deberían los grandes propósitos que logren el respaldo de todos los colombianos, sin distinción ideología, política o religiosa?
Cerrar la brecha social
La cifra es escandalosa y fue suministrada por la Cepal en uno de sus estudios recientes: más del 80 por ciento de la riqueza que se produce en el mundo, solo beneficia al 1 por ciento, que tiene el privilegio de ser el más rico. Colombia no está lejos de esa proporción. Es decir, lo que estamos presenciando es a unos ricos amasando fortuna, como si se tratara de Ricos McPatos. Amasar fortuna solo contribuye a fomentar la desigualdad social. O mejor: la desigualdad social es producto de que los ricos se dediquen a amasar fortuna. El Acuerdo sobre lo Fundamental debe tener como columna principal el cierre de la brecha social. Mientras ella crezca es imposible acabar con la iniquidad. Pero la desigualdad social no se acaba empobreciendo a los ricos, como piensan algunos, entre ellos los chavistas venezolanos. También es bueno tener presente que ni el desarrollo ni el progreso -individual o colectivo- se pueden alcanzar pasando por encima de la dignidad humana.
Combatir la corrupción
Colombia es el único país del mundo donde la lucha contra la corrupción terminó siendo una bandera política o electoral. La corrupción representa el 5 por ciento del PIB, cifra que pocos países del mundo alcanzan. Más de 50 billones de pesos se van todos los años por las alcantarillas de la corrupción. La cifra equivale a unas 5 reformas tributarias. Luego de la consulta anticorrupción, que alcanzó 11.600.000 votos, el presidente Duque y los promotores de la iniciativa lograron acuerdos para la aprobación en el Congreso de proyectos que permitan combatirla con eficacia. La lucha contra la corrupción debe ser un propósito nacional y no una bandera electoral. Tan corrupto es el funcionario que pide el 20 por ciento de comisión, como el contratista que lo ofrece. Tan corrupto es el Policía de Tránsito que soborna para no poner un comparendo, como el funcionario que exige una multimillonaria coima. El 'casi corrupto' no existe, como no existe el 'casi embarazo'.
Respetar el Medio Ambiente
El compromiso de preservar el Medio Ambiente es un buen discurso de campaña electoral. Sirve para ganar elecciones y para captar nuevos votantes. Pero en esta materia son pocos los gobernantes que cumplen sus promesas de candidatos. Cada día son más las personas -en especial los jóvenes- que toman conciencia acerca de la gravedad de la destrucción del Medio Ambiente, tanto global como nacional. En Colombia, por ejemplo, en más del 50 por ciento de los departamentos se practica la minería ilegal y en casi todos hay graves procesos de desforestación. El año pasado el país perdió 220.000 hectáreas de bosque natural, según el Ideam. Más del 60 por ciento en la Amazonía, uno de los pulmones del mundo. La erosión costera compromete el futuro de cientos de playas, tanto en la Región Caribe como en el Pacífico. La exploración petrolera indiscriminada atenta contra reservas hídricas, cuyo valor y beneficio son incalculables.
Fomentar principios y valores
El peor daño que causó el narcotráfico a Colombia es que instaló la 'cultura del dinero fácil' y acabó con valores y principios, que por décadas formaron generaciones. La plata maldita de los narcos hizo ganar la Presidencia a un candidato, al tiempo que sirvió para asesinar a varios de ellos. Los 'traquetos' terminaron imponiendo un modelo de vida que rinde culto a la obtención de riqueza a cualquier precio, aún el de la vida misma. Salir de ese foso en el que caímos nos llevará décadas. No es un asunto de crear nuevos ministerios, sino de principios y valores. Hay que empezar de cero para 'desnarcotizar y destraquetizar' generaciones que crecieron creyendo que 'sin tetas no hay Paraíso'. Familia y Escuela deben recuperar su rol protagónico en la formación de una nueva clase dirigente, cuyos principios rectores estén por encima del dinero fácil.
Promover espacios de reconciliación y diálogos
Sanar las heridas de décadas de guerra no se logrará de la noche a la mañana. Hay mucho dolor, muchas lágrimas, muchos muertos, muchas viudas y muchos huérfanos. Pero hay que sanar esas heridas. Hay que empezar a ver cada vez más por el vidrio panorámico y menos por espejo retrovisor. La negociación con las Farc produjo hechos objetivos que nadie puede desconocer. Hizo bien el Presidente Duque en reafirmar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que no hará 'trizas' la negociación con las Farc. El bien supremo de la paz debe promoverse desde todos los escenarios y todos debemos contribuir a generar espacios de reconciliación y diálogo. La paz es mucho más que el abandono de las armas. La reincorporación a la Sociedad requiere de mucha generosidad, no solo de quienes dejaron la lucha armada, sino -sobre todo- quienes están dispuestos a acogerlos.