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La intolerancia política está llegando a niveles preocupantes. Tanto es así que ya empiezan a escucharse voces que hacen un llamado a la reflexión para tratar de bajarle el tono al lenguaje incendiario que se tomó no solo al Congreso de la República, sino también a las redes sociales. Hay quienes, inclusive, ante la delicada situación, temen un desenlace con consecuencias fatales. De ese tamaño es la magnitud de la situación.

Es por ello que ante la sucesión de ataques –cada día más frecuentes y agresivos– se hace necesario hacer un llamado a desescalar el lenguaje, tanto en los términos como en el tono empleado por las partes. Nadie se salva, pues el propósito parece ser el de aniquilar a los adversarios o contradictores políticos. Cada día que pasa el número de gritos, improperios y ofensas aumenta de decibeles y a este ritmo frenético el debate público se degrada hasta llegar al lodazal en el que se encuentra y del que será muy difícil sacarlo. Es evidente que la controversia política perdió altura y hoy es mucho más rastrera que hace algunos años.

El episodio más reciente del bacanal de descalificaciones mutuas ocurrió el martes de la semana pasada cuando en un debate realizado en el Senado de la República sobre los alcances de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), los senadores Álvaro Uribe y Gustavo Petro sostuvieron una acalorada discusión que concluyó con el expresidente del Centro Democrático gritándole al excandidato presidencial de Colombia Humana: '¡Sicario, sicario, sicario!'. Esa fue la destemplada respuesta de Uribe ante los señalamientos de Petro en su contra, como presunto promotor y defensor de los grupos paramilitares del país.

De inmediato las redes sociales –grandes responsables de la alteración del ánimo colectivo y de la crispación nacional– fueron inundadas con mensajes de todo tipo de seguidores y contradictores de Uribe y de Petro, quienes no desaprovecharon la ocasión para desahogar su rabia y hasta su odio. Curiosamente, muy pocos mensajes –casi que ninguno– abogó por buscar un entendimiento o hizo un llamado a la cordura. Todo lo contrario: todos se encargaron de atizar el fuego. Cada insulto fue respondido con uno de peor calibre.

Cada bando creó su propia etiqueta para vapulear a su enemigo político. Los de Uribe pusieron a rodar el de #PetroSicarioMoral y los de Petro el de #UribeSicario Moral. Las réplicas de cada mensaje injurioso se cuentan por miles. Es decir, a la intolerancia de los líderes políticos se suma ahora la horda de seguidores dispuestos a hacerse matar por defender y promover las ideas de sus jefes políticos. La situación es, pues, tan crítica como preocupante. ¿Qué hacer ante la intolerancia política generalizada?