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Mientras buena parte del país sigue inmerso en la mediática y desgastante agenda política -marcada cada día más por la intolerancia y el odio que fomentan partes interesadas desde las redes sociales- hay una serie de hechos recientes que hacen pensar que las cosas pueden ser diferentes -para bien- en el futuro inmediato.

Por desgracia esa agenda despierta muy poco interés en los medios de comunicación, ocupados y empecinados en patrocinar el activismo y la militancia política. Los medios decidieron asumir de frente y sin pudor la defensa de sus amigos y la condena de sus enemigos. Esa apuesta riesgosa los está llevando a perder el único patrimonio que tienen: su credibilidad. Y de paso comienza también a comprometer su propia supervivencia.

Hay -digo- una agenda paralela tanto o más importante que aquella que muelen todos los días y a todas horas tanto los medios de comunicación tradicionales, como las redes sociales, ambos dedicados a defender con mezquindad su feudo, sea grande o pequeño. Colombia es hoy un tinglado en el que los intolerantes de una y otra ideología dirimen sus malquerencias. Cada confrontación -atizada por uno o dos de sus líderes o voceros- se convierte en 'tendencia' o se 'viraliza' en las redes sociales y ello se exhibe de inmediato con orgullo, como si fuese el trofeo de la mismísima Copa América. Ser tendencia en redes sociales, insultando, ofendiendo o difamando al contradictor, es en la Colombia de hoy un motivo de orgullo.

Uno de los temas trascendentales, de los que poco se habla, pero que afectan a millones de colombianos es el que tiene que ver con la prohibición del uso del asbesto. Se trata -sin duda- de un logro muy importante, después de muchos años de buscar su aprobación. El Congreso de la República entendió -¡por fin!- que el asbesto es cancerígeno y letal y por esa razón a partir del 2021 prohibió la producción, comercialización y distribución del asbesto en Colombia.

Pero también hubo buenas noticias en lo que tiene que ver con el uso del plástico en el país, en especial en aquellos productos que no se pueden reutilizar, como pitillos, vasos, platos y cubiertos. Aunque la ley aprobada sólo podrá aplicarse en San Andrés y Providencia, por la tremenda vulnerabilidad ambiental del Archipiélago, es de esperar que muy pronto entre a regir en todo el país.

El daño causado al Medio Ambiente por el uso indiscriminado del plástico es impresionante. Solo hay que ver las recientes imágenes que muestran -por ejemplo- las toneladas de este producto no biodegradable que llegan a las aguas del Río Magdalena, o a distintas playas del país, como ocurrió recientemente con las de Puerto Colombia.

Pese a la trascendencia de ambas iniciativas, cuyos beneficios se empezarán a sentir en el futuro inmediato, seguimos empecinados en seguir navegando en el remolino turbio y turbulento que tiene que ver con la suerte de Santrich, Márquez y compañía, como si en realidad se tratara de los hechos más trascendentales en estos momentos.

En esa otra agenda fundamental para Colombia, hay proyectos que también deberían llamar la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública en general. Uno de ellos es el que tiene que ver con la suerte y atención de cerca de dos millones de animales domésticos en estado de indefensión y abandono que deambulan por las ciudades del país. La cifra es una aproximación realizada con base en estudios del Ministerio de Salud y solo se refiere a la población de 'animales callejeros' en las capitales.

Una iniciativa tramitada en el Congreso de la República busca que las administraciones municipales garanticen la asistencia veterinaria a todos los animales domésticos en condición de abandono, al igual que la realización de jornadas obligatorias de adopción y esterilización de las hembras cada cierto tiempo. Las alcaldías podrían asociarse para crear en los departamentos los llamados Centros de Bienestar Animal (CBA), cuyo sostenimiento dependería de las multas impuestas por maltrato animal o por daños causados al medio ambiente.

Existe, pues, una agenda mediática muy distinta a la que todos los días nos muestran los medios de comunicación. Una agenda más cercana al país real y más distante del país virtual.

Este último se encuentra inmerso en la burbuja de las redes sociales, que responde -repito- a intereses mezquinos carentes de cualquier motivación altruista o de simple bienestar común. En algunos casos se trata -aunque muchos de los seguidores lo ignoren- de un lucrativo negocio que mueve miles de millones de pesos por cuenta de cada idea o frase que logran convertir en 'tendencia'. ¿Por qué es tan importante ocuparnos de la otra agenda?