No es hora de buscar culpables. Si de eso se trata, aquí los únicos que tienen que responder por sus actos son Iván Márquez, Jesús Santrich, El Paisa y Romaña, quienes fueron inferiores al reto impuesto por los colombianos de reintegrarse a la sociedad para seguir defiendo sus ideas políticas pero sin armas, como de hecho lo siguen haciendo sus antiguos compañeros de lucha, entre ellos Rodrigo Londoño, Timochenko.
Hacer la paz es mucho más difícil que hacer la guerra. Para abandonar la guerra y construir la paz se requiere la convicción íntima de que las armas no son el camino para lograr las transformaciones políticas. Los hechos recientes demuestran que Márquez y compañía jamás tuvieron dicha convicción. No es un asunto de acuerdos y protocolos, sino de coraje y determinación. Quienes decidieron volver a las Armas, argumentando 'la traición del Estado a los acuerdos de La Habana' se equivocan al pretender soportar su decisión en la falta de implementación de lo pactado. Aunque todavía sin duda falta darle desarrollo a varios de puntos acordados, lo cierto es que la columna vertebral de toda la negociación se mantiene, incluyendo la Jurisdicción Especial de Paz (JEP).
Si de incumplimientos se tratara, entonces Antonio Navarro y sus compañeros excombatientes del M-19 tuvieron el mejor pretexto para regresarse al monte luego del asesinato de su máximo líder y entonces candidato presidencial, Carlos Pizarro en abril de 1990. Pese a ese duro golpe los jefes del M-19 se mantuvieron firmes en su voluntad de seguir apostándole a la democracia con todas sus imperfecciones y defectos. Meses después el M-19 se convirtió en una fuerza política y electoral decisiva y determinante en la redacción de la Constitución Política de 1991, nacida de la Asamblea Nacional Constituyente de ese año.
Nadie dijo que alcanzar la reconciliación nacional sería fácil. Hay que construirla todos los días con paciencia y valor. La paz con las antiguas Farc no solo tiene 'enemigos agazapados', como diría el ex ministro liberal Otto Morales Benítez, sino públicos y activos.
En el caso de los excombatientes de las Farc hay que decir que son 10.700 hombres y mujeres que están hoy en los llamados Espacios Territoriales a la espera de que el Estado cumpla sus compromisos. Son ellos quienes merecen en estos momentos toda la atención del Gobierno nacional, con el presidente Iván Duque a la cabeza. Es a estas personas a las que hay que brindarles todas las garantías para que puedan cumplir sin más contratiempos su reincorporación a la sociedad. A quienes decidieron seguir combatiendo al Estado armados y en la clandestinidad hay que enfrentarlos sin tregua y sin ningún tipo de concesión.
Las motivaciones políticas expresadas por Márquez para tratar de justificar su regreso a la profundidad de la selva son tan débiles como falaces. Para empezar, los jefes guerrilleros que aparecen a su lado en el video donde proclama la 'retoma de las armas' tienen procesos abiertos y duros señalamientos por narcotráfico, como sucede con Santrich, quien sigue sin poder explicar qué hacía negociando toneladas de cocaína con supuestos delegados de carteles narcotraficantes mexicanos.
No se trata, pues, de rebeldes con causas políticas, sino de delincuentes comunes que habrían encontrado el 'traqueteo' un modo de vida. Es esa realidad la que pretenden ocultar Márquez y compañía con su discurso altanero y cínico, carente -ademas- de cualquier asomo de autocrítica.
El reto impuesto por quienes decidieron volver a las armas requiere de un verdadero Acuerdo Nacional que permita enfrentarlos con todo rigor hasta lograr su sometimiento. En ese propósito el país no se puede equivocar. No es hora de vacilaciones. Aquí no hay dilemas: quienes decidieron volver a las armas serán combatidos sin pausa y quienes decidieron apostarle a la reconciliación recibirán del Estado todo tipo de garantías para que su reincorporación sea exitosa. Punto.
Ese gran Acuerdo Nacional no puede tener motivaciones partidistas o electorales. No se trata de imponer mezquindades. Tampoco es hora de pasar cuentas de cobro para pretender sacarles réditos electorales en octubre. En eso el Presidente Duque, como jefe del Estado que encana la unidad nacional, debe ser contundente en su mensaje. No es hora de pensar en futuras elecciones, sino en futuras generaciones. Es el Presidente el llamado a liderar dicho Acuerdo Nacional. A él deben sumarse los partidos y movimientos políticos, gremios y la academia, entre otros. De este reto impuesto por Márquez y compañía el país debe salir fortalecido.
¿Qué hacer ante el reto impuesto por Márquez, Santrich, El Paisa, Romaña y compañía?