¿Y en Barranquilla no hubo disturbios? ¿No destrozaron almacenes, ni quemaron motos, ni atacaron a la Policía? ¿Nada de eso ocurrió? Preguntaban incrédulos los periodistas desde los noticieros de Bogotá, acostumbrados como están en la capital del país a que cada marcha estudiantil vaya acompañada de desmanes y destrozos por parte de vándalos que se infiltran en las protestas para sembrar pánico y caos.
Pero resulta que en la marcha de los estudiantes de distintas universidades de Barranquilla del pasado jueves 'nada de eso pasó'. Ni disturbios, ni saqueos, ni quemas, ni vandalismos. Nada de nada. Hubo –claro que sí– una marcha multitudinaria de estudiantes –más de 6.000– que desfilaron por las principales vías de la ciudad, entre ellas la Avenida Murillo, gritando consignas contra el Gobierno nacional, por no atender –según ellos– sus reclamos y exigencias. ¿Balance de la jornada? La marcha comenzó, transcurrió y terminó sin ningún tipo de alteración del orden público.
¿Cómo se logró el milagro de que la marcha de Barranquilla se desarrollara sin disturbios ni vandalismo? Dialogando previamente con franqueza y absoluta firmeza. Los estudiantes fueron categóricos y contundentes en dos puntos fundamentales: no a la presencia del Esmad de la Policía, cuyo ingreso a los predios de la Universidad del Atlántico durante las protestas de hace varias semanas, alteró los ánimos de los estudiantes y terminó después en disturbios generalizados. Y el otro fue la salida de Carlos Prasca de la Rectoría de la Universidad del Atlántico.
El Esmad es un escuadrón de la Policía, especializado en disolver disturbios. Es una fuerza de choque, cuyos integrantes están preparados y capacitados para contener a sus adversarios mediante el uso legítimo de la fuerza, entre ellos el empleo de los temidos gases lacrimógenos. La sola presencia del Esmad es interpretada por los estudiantes como una agresión. El Esmad es el último recurso que tienen las autoridades –civiles y de Policía– para poner fin a los disturbios, aunque también hay que decir que algunas veces su sola presencia altera los ánimos de los estudiantes y ello produce choques que terminan en acciones violentas.
El otro punto que los estudiantes no estuvieron dispuestos a negociar fue la renuncia de Carlos Prasca a la Rectoría de la Universidad del Atlántico. Así se lo hicieron saber al Consejo Superior de la Universidad. 'Si Prasca no se va, nosotros mantenemos la orden de paro', fue el mensaje que hicieron llegar a las directivas. Dicha solicitud contó con el respaldo del cuerpo de docentes de la universidad.
La Policía, por su parte, también puso sobre la mesa sus puntos de vista para que los estudiantes entendieran su función y su línea de comportamiento. 'Es necesario conocer los horarios, los sitios y las vías que van a ser utilizados durante el recorrido por los estudiantes durante la marcha', fue la inquietud que planteó el comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, general Ricardo Alarcón.
El conocimiento previo del recorrido de las marchas, así como el del horario de las mismas, es fundamental para que las autoridades tomen medidas que permitan controlar la situación. Una de esas medidas fue, sin duda, mantener al Esmad en una actitud prudente al margen de la marcha.
También resultó muy útil el cumplimiento tanto del recorrido como de los horarios acordados previamente. Para que haya entendimiento entre los actores de las marchas –autoridades civiles y de Policía, más estudiantes– se requiere que todos gocen de reconocimiento y ascendencia sobre la ciudadanía, los compañeros y los subalternos. A diferencia de Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá, que tiene muy poco respaldo popular, Alejandro Char cuenta con una enorme aceptación por parte de los barranquilleros. Ello le permite un gran empoderamiento a la hora de tomar decisiones incómodas, como ocurre, por ejemplo, con la orden de disponer de algunos carriles de Transmetro para facilitar la marcha de los estudiantes. Una decisión parecida por parte de Peñalosa resultaría impensable, dado el respaldo tan precario que tiene el alcalde bogotano. El liderazgo de los voceros de los estudiantes, al honrar los compromisos adquiridos, también fueron reafirmados.
Las marchas y los reclamos de los estudiantes del país son legítimos y obedecen a una serie de decisiones equivocadas que de forma reiterada han tomado los últimos gobiernos, no solo el de Iván Duque, que –por cierto– destinó recursos sin antecedentes para la universidad pública.
Las exigencias de los estudiantes son respaldadas por muchos colombianos, quienes se muestran solidarios con su lucha. Pero los actos vandálicos, las revueltas y los desórdenes que causan heridas a integrantes de la Fuerza Pública, ocasionan destrozos en establecimientos comerciales y generan caos en las ciudades son rechazados por todas las personas. Ese vandalismo debe ser combatido por la Fuerza Pública –incluido el Esmad– y sus promotores tendrán que responder ante la justicia por sus actos. Ese comportamiento es inadmisible.
¿Cómo se logró una marcha estudiantil pacífica en Barranquilla?