El contraste no puede ser mayor: mientras el resto del país se muestra más convulsionado que nunca, con ciudades a punto de estallar, como Bogotá, Barranquilla es un oasis en medio de tanto caos. La ciudad es un referente nacional, una capital modelo, una especie de remanso de paz en medio de una Colombia que parece sitiada por las llamas. Hoy se habla de Barranquilla por sus logros y no por sus fracasos. El patito feo se convirtió en cisne. ¿Milagro? No. ¿Trabajo, visión y convicción? Si.
En realidad en 2019 Barranquilla cosechó todo lo sembró en la última década. Lo que hoy el país admira se plantó hace varios años, cuando nadie apostaba un peso por la transformación de una ciudad que se había convertido en el reino de la desidia y la corrupción. A ello se sumó un discurso perverso y malévolo promovido por falsos profetas que se dedicaron a dividir la ciudad entre ricos y pobres, con la esperanza de sacar réditos de su mezquindad. Por fortuna araron en el desierto.
En aquellos años -no tan lejanos por cierto- Barranquilla se encontraba en el foso de la Ley 550. Es decir: estaba quebrada. Nadie daba un peso por una ciudad que en los esplendorosos años 30 y 40 lució con orgullo el título de 'Puerta de Oro de Colombia'. De aquellos bellos tiempos no quedaba nada, solo recuerdos en las mentes de los abuelos y fotos amarillentas marchitándose en los álbumes familiares.
La llegada de Alejandro Char Chaljud a la Alcaldía de Barranquilla por primera vez en enero de 2008 significó un cambio radical en el rumbo de la ciudad. Que un joven ingeniero civil y exitoso empresario tomara las riendas de La Arenosa, acompañado de un equipo integrado por talentosos profesionales, casi todos sin experiencia en la administración pública, fue una bocanada de aire fresco y sirvió para enviar el mensaje a los barranquilleros de que la suerte podría cambiar. Y cambió.
Pero para que la metamorfosis de Barranquilla fuera posible hubo que sanear las finanzas y convencer al sector productivo -industriales, comerciantes y empresarios- que debían apostarle de nuevo a la ciudad. También se requirió de intensas jornadas de entrevistas con inversionistas extranjeros para que confiaran una vez más en la ciudad que cuenta con la mayor fortaleza geoestratégica de América Latina. En efecto, ¿cuántas capitales del continente tienen a su disposición un río y un mar para expandir sus sueños? Pocas.
Pero por increíble que parezca, Barranquilla vivió durante décadas de espaldas al Río Grande de la Magdalena y al inmenso Mar Caribe. Estábamos dedicados a devorarnos entre nosotros mismos. Mientras tanto el país andino disfrutaba de ese triste espectáculo y llevaba agua para su molino.
Darle de nuevo la cara al río con proyectos de infraestructura y urbanísticos que no solo integraran a los ciudadanos, sino que sirvieran como punto de encuentro, como ocurre con el Gran Malecón y el Centro de Eventos Puerta de Oro, fue sin duda una decisión acertada. Para inyectar recursos frescos a una economía en la que pocos creían fue necesario eliminar una serie de concesiones privadas que manejaban billonarios recursos públicos con absoluta ineficiencia. Fue así como dejaron de existir los tristemente célebres Metrotránsito, el Instituto Distrital de Recreación y Deporte y Métodos y Sistemas, entre otros.
La continuidad que tuvo la gestión de Alex Char por parte de Elsa Noguera fue fundamental para que la ciudad mantuviera su rumbo. El trabajo en equipo -tan devaluado en estos tiempos de egoísmos y vanidades- también jugó un papel determinante en la Barranquilla que en este 2019 -de nuevo bajo la batuta de Alex Char- se ganó el respeto y la admiración de los colombianos. Gobernantes entregados a su trabajo y ciudadanos que confían en su gestión -hasta el punto de que la ciudad pasó de recaudar 95 mil millones de pesos en 2007 a 370 mil millones en 2019- hicieron posible la metamorfosis. Hoy lo que tiene la inmensa mayoría de los habitantes de Barranquilla en sus mentes es un 'modelo de ciudad', que les gusta y disfrutan a plenitud. ¿Defectos? Muchos. ¿Tareas pendientes? Todas, por fortuna. Lo que hay es trabajo por hacer. Falta mucho camino por recorrer, sobre todo porque el resto del país nos tomó mucha ventaja en aquellos 'años de la postración', como ocurrió entre los años 60 y los 90.
El rezago todavía es inmenso. El déficit social sigue siendo enorme. La desigualdad no cede como todos quisiéramos. La informalidad galopa desbocada. La inseguridad intimida a propios y extraños. La corrupción asoma sus orejas entre incisos y 'otrosí'. La integración regional liderada por Barranquilla, como ciudad modelo, sigue estando en la lista de 'asuntos pendientes'.
Ahí están, pues, los retos de la nueva administración en cabeza de Jaime Pumarejo Heins, uno de los jóvenes que en 2008 llegó a la administración de Alejandro Char con la ilusión de transformar la ciudad. A partir de este primero de enero tendrá la oportunidad de darle continuidad a una gestión que cuenta con el respaldo de la inmensa mayoría de los barranquilleros, a juzgar por lo que dicen todas las encuestas. Jaime Pumarejo llega a ponerse al frente del timón de una ciudad que en este 2019 de nuevo enamoró a Colombia.
¿Cómo se dio la transformación de Barranquilla?