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La polémica desatada por el anuncio de la multinacional estadounidense Uber de abandonar el país el próximo primero de febrero porque –según sus directivos– no tienen plenas garantías para operar en el territorio nacional, muestra en toda su dimensión la situación en la que se encuentra Colombia en lo que tiene que ver con la irrupción de las nuevas tecnologías, que están transformando al mundo.

Por un lado hay una Colombia que se resiste a instalarse en ese nuevo escenario mundial y por otro lado hay una Colombia que considera que llegó la hora de dar –¡por fin!– el salto al siglo XXI y dejar atrás el siglo XX con todas sus limitaciones en materia tecnológica.

La costumbre muy colombiana de politizar todo y de encontrar el mínimo pretexto para armar un bochinche, nos tiene enfrentados al tratar de hallar al culpable por la partida de Uber: los amigos del gobierno de Juan Manuel Santos señalan a Iván Duque de ser el responsable y los amigos de Duque descargan toda la responsabilidad en Santos, que tampoco hizo nada por solucionar el problema en sus 8 años de mandato. Los contradictores de Duque sostienen que reglamentar la operación de Uber en Colombia le quedó grande y sus amigos sostienen que el Gobierno no ha hecho nada distinto a acatar los fallos judiciales.

Mientras unos y otros se señalan mutuamente, lo cierto es que en Colombia seguimos nadando en un limbo legal en lo que tiene que ver con reglamentar y regular la operación de las plataformas tecnológicas relacionadas con el transporte no solo de Uber, sino de otras modalidades como las patinetas eléctricas, que también siguen sin reglamentación.

No deja de ser paradójico que mientras varias ciudades colapsan por la carencia y el mal estado de las vías, así como por la sobrepoblación de carros particulares y la ineficiencia del transporte público, los gobiernos de varios países, incluyendo Colombia, siguen sin encontrar salidas ingeniosas y amigables que permitan la operación de diversas modalidades de transporte a partir de la utilización de tecnologías útiles y novedosas.

Parece increíble que mientras decenas de países en el mundo y de América Latina ya han regulado la operación de este tipo de plataformas tecnológicas, en Colombia sigamos sin dar el debate con la altura y transparencia suficiente, que permita a millones de personas disponer de este servicio. Para ello –claro– quienes están detrás de estas herramientas también deben entender que por muy poderosas que sean no pueden estar por encima de las normas que rigen en cada país.

La culpa –si de buscar culpables se trata– de la partida de Uber de Colombia la tiene no solo el gobierno de Duque, sino también el de Santos, que tampoco hizo nada para reglamentar su operación. De manera que tan culpable es Duque como lo es Santos. 'El limbo jurídico' en el que navegan Uber y otras plataformas tecnológicas de transporte es de ambos gobiernos.

La inseguridad jurídica de la que se queja Uber no nació con Duque. ¿Por qué razón los gobiernos de Santos y de Duque no hicieron nada por regular la operación de Uber? ¿Por qué razón ni Santos ni Duque tomaron medidas que permitieran la operación en el país de sistemas de movilidad alternativos, así como de diversas plataformas tecnológicas de transporte?

Ello no tiene nada que ver con acatar o desacatar fallos judiciales, que –curiosamente– lo que dicen es que hay que reglamentar la operación de este tipo de plataformas.

De cualquier manera, el 'caso Uber' evidencia en toda su dimensión el rezago colombiano en lo que tiene que ver con la economía colaborativa. Estamos a años luz de poner a funcionar con eficiencia uno de los principales motores de la economía mundial. Y no solo no lo estamos poniendo a funcionar, sino que hay sectores interesados en que ningún gobierno encienda dichos motores. Solo hay que ver el alborozo con que fue recibido el anuncio de la partida de Uber por parte del gremio de los taxistas, quienes en su gran mayoría insisten en apostarle a su posición cuasimonopólica, al tiempo que se resisten a abrir el debate sobre la calidad de su servicio, así como a iniciar las transformaciones que permitan su optimización.

¿Qué hacer ante la pregunta: Uber o no Uber?