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El Dane acaba de dar a conocer el crecimiento del PIB durante el año pasado. La cifra alcanzada ubica a Colombia como uno de los países con mayor crecimiento de América Latina, al llegar al 3.3 por ciento, algo que no habíamos logrado desde hacía 14 años. Mientras la actividad financiera fue la de mejor desempeño, otras, como la construcción, evidencian un preocupante decrecimiento, según el informe del Dane.

La pésima noticia es que mientras la economía del país crece por encima del promedio de América Latina, también aumenta el desempleo, la informalidad y la desigualdad social. Parodiando al ex presidente Darío Echandía, quien se preguntaba, 'el poder para qué', en la Colombia de hoy tendríamos que cuestionarnos: ¿Crecer para qué?

Para decirlo con toda la crudeza que la situación amerita, podríamos afirmar que si el crecimiento económico se alcanza a costillas de una mayor desigualdad y exprimiendo al máximo a la clase media, entonces la apuesta debería ser por un menor crecimiento, pero con mayor equidad social. De nada sirve mostrar como trofeo el crecimiento económico, si se alcanza en detrimento de los más desfavorecidos.

Al empresariado nacional también le cabe una alta dosis de responsabilidad en la actual situación. No todo es culpa del sector financiero. Por fortuna varios de quienes han ostentado altos cargos en distintos grupos económicos han hecho llamados -cada día más constantes y con decibeles más altos- para que los dueños de las empresas dejen de pensar menos con los bolsillos -que es lo que ha venido sucediendo- y comiencen a mostrar una mayor sensibilidad social y un mayor compromiso con el beneficio colectivo.

Hace poco David Bojanini, presidente del Grupo Sura por más de 13 años, concedió una entrevista al diario especializado Portafolio, en la que sostiene sin mayores rodeos que 'el objetivo ya no puede ser maximizar utilidades. Hay un nuevo concepto de riqueza que indica que esta no es acumular dinero, sino hacer que a todos los que participan en la cadena les vaya bien'.

¿Quiénes participan en la cadena? Muchísimas personas. Es una cadena con varios eslabones, solo que los que más se benefician son los últimos. El primero -por ejemplo, el productor o cultivador- poco o nada recibe de utilidades. Y las pocas que podría tener se quedan en el sector financiero o en los intermediarios. Así es muy complicado luchar contra la desigualdad, generar empleo, crecer con equidad y ser más competitivos. Ese modelo sólo contribuye a la pauperización del sector productivo o al crecimiento exponencial de los cordones de miseria en las grandes ciudades. Ese modelo de desarrollo -que es el que hoy celebramos con fanfarria y voladores- nos va a llevar al fondo de la fosa, como muy bien lo afirma el ex presidente del Grupo Sura. Por ahí no es la cosa.

La realidad indica que la confianza, que era una de las grandes fortalezas que tenían los empresarios del país, se ha venido perdiendo por cuenta de una percepción creciente, según la cual ellos quieren ser cada día más ricos, mientras pretenden que los pobres sean cada día más pobres. Las encuestas recientes muestran que por primera vez la imagen desfavorable de los empresarios nacionales empieza a superar su favorabilidad. Es decir, ya son más quienes los detestan que quienes los aprecian. Eso se llama desconfianza.

'Usted puede ganar mucha plata -dice Bojanini- pero si sus empleados están muy aburridos, porque les pagan mal, eso genera rabia en la gente con las empresas. El trabajador hace sacrificios y no encuentra compensación para lograr un equilibrio de vida'.

El otro gran protagonista de esta compleja y crítica situación es el Gobierno Nacional, que apuesta por dinamizar la economía aflojándoles los cinturones a los más ricos mientras se los aprieta a los más pobres. De eso se ocupan -¿alguien lo duda?- todas las reformas tributarias que han sido presentadas por distintos gobiernos -no solo el de Iván Duque- y han sido aprobadas por distintos congresos.

Esa apuesta es no solo incierta, sino cínica: en la medida en que los ricos sean más ricos, algunas de las migajas que dejen caer de su mesa les tocará a los más pobres, quienes tendrán que esperar, pacientes, que aquellos acaben con las viandas, el caviar y el buen vino. No obstante, los hechos recientes indican que mientras el margen de utilidad de aquellos crece, el margen de paciencia de estos últimos es cada día menor.

¿Cuál debe ser el papel de los empresarios en la actual crisis? ¿Es posible generar riqueza con un mayor sentido social?