No es fácil el dilema que deberá resolver en los próximos días el presidente Iván Duque y su equipo de gobierno con relación al manejo del coronavirus. Por un lado comienzan a subir los decibeles de voces triunfalistas que sostienen que 'el asunto no resultó tan grave, como en Italia o España', porque no ven las unidades de cuidados intensivos (UCI) de los hospitales atiborradas de pacientes agonizando. Pero por el otro lado también empiezan a aparecer las primeras cifras –basadas en la realización de un mayor número de pruebas– que indican que el virus empezó a crecer de forma dramática a lo largo y ancho del país, como ha ocurrido en algunas ciudades y departamentos de la Región Caribe.
Los primeros quieren que Duque afloje un poco la cuerda y brinde mayor flexibilidad a las personas durante la cuarentena, y por el otro están quienes sostienen que –por el contrario– debe tensionarla mucho más, porque el asunto se le podría salir de las manos al Gobierno. Mientras aquellos afirman que la cuarentena prolongada tendría graves efectos no solo en la economía, sino en la salud mental de los colombianos, especial mente de niños y adolescentes, estos últimos consideran que la 'curva sigue sin aplanarse' y que el país aún no es está preparado para afrontar la arremetida del virus.
El asunto que deberá resolver Duque es bastante complejo porque si bien es cierto que ambas partes tienen razón, también hay que decir que las dos han hecho una lectura sesgada de lo que está pasando con el coronavirus.
El hecho de que en Colombia no estemos presenciando –¡por fortuna!– imágenes dramáticas y escalofriantes como las de Italia o España –que es lo que celebran los triunfalistas– no significa que no las tengamos que presenciar en un futuro. Y ello es así por la sencilla razón de que estamos cometiendo los mismos pecados de aquellos países, en especial en lo que tiene que ver con la indisciplina social y con las debilidades de los sistemas de salud, que no están preparados ni allá ni acá para soportar una atención masiva de pacientes en estado grave de coronavirus. Todo sistema de salud colapsa con un ingreso masivo de pacientes a las UCI.
Pero quienes recomiendan tensionar la cuerda también tienen la razón, aunque han hecho una lectura parcial de la situación. Está demostrado que una cuarentena prolongada por varios meses es nociva para la salud no solo mental, sino económica de cualquier país. Ninguna nación la resiste.
Un confinamiento de varias semanas o meses podría afectar el comportamiento de las personas y dejaría secuelas irreversibles en los menores de edad, que no están acostumbrados a permanecer tanto tiempo encerrados. De ahí que se empiecen a escuchar voces, como la de la representante a la Cámara Juanita Goebertus, que sostienen que el Gobierno debería permitir la salida, bajo el estricto cumplimiento de protocolos, de menores de edad acompañados de sus padres. Igual sucede con los adultos mayores que empiezan a padecer los efectos de estar encerrados por varias semanas.
Pero más allá de la controversia y de las posiciones encontradas de unos y otros, lo cierto es que lo peor que nos puede pasar como país y como Región Caribe es lo que estamos presenciando: la indisciplina social desbordada, una especie de 'relajo generalizado' que podría tener consecuencias funestas para todos. A la vuelta de unos pocos días podríamos estar pagando las consecuencias de este desenfreno desbordado, que no tiene ninguna justificación, pese a lo drástica y prolongada que ha resultado la cuarentena. Pese a ello, la medida ha mostrado resultados satisfactorios hasta el momento.
En el caso del Atlántico y Barranquilla, tanto la gobernadora Elsa Noguera, como el alcalde Jaime Pumarejo, han tenido que apretar la cuerda ante la indisciplina mostrada por un sector de la población, que sigue sin entender la gravedad del asunto. ¿Qué hacer? ¿Aflojar o tensionar mucho más la cuerda?