En momentos en que la cuarentena se acerca a los 60 días -que podrían ser 90 o 120 o más, según lo determine el temible y temido coronavirus- empiezan a conocerse algunas cifras que muestran la dimensión de la tragedia que se viene. Y ello es así porque detrás de cada frío número o porcentaje hay un drama, una lágrima, un dolor. Son miles de familias y millones de personas que en Colombia padecen una incertidumbre nunca antes vivida y cuya suerte es incierta, sencillamente porque lo único que no hay en estos momentos es certeza. No hay certeza de absolutamente nada.
Es como si todos estuviéramos entrando a un cuarto oscuro, con una vela encendida en nuestras manos, con la esperanza de que ella nos permita observar con absoluta precisión todo lo que allí se encuentra. Se trata -obviamente- de una misión imposible, un mero deseo, una ilusión.
La cruda realidad nos muestra que la tristemente célebre 'curva', que mide el número de contagiados y la letalidad del coronavirus, sigue sin ser aplanada, en unos países más que en otros. Mientras varias naciones de Europa, como Italia o España, ya superaron la fase de ascenso y se encuentran en la de estabilización o, incluso, en la de descenso, todo indica que en Colombia apenas estamos subiendo la cuesta. Es decir, nos falta un buen trecho para alcanzar el 'pico de contagiados', para luego estabilizar su número y posteriormente empezar a descender en esa cifra. Solo nuestro comportamiento responsable y las decisiones certeras de las autoridades determinarán la magnitud de la tragedia.
El diario The Washington Post definió la situación que vive el mundo de una forma gráfica, pero elocuente: el goteo inicial se ha convertido en una corriente muy fuerte. Tal cual: los dos, tres, cinco, diez y doce casos iniciales, pasaron a ser miles en cuestión de horas y de días. Está demostrado que el crecimiento del virus es exponencial, si no se toman los recaudos necesarios, como ocurrió en Estados Unidos, Brasil y México.
El número de contagiados y de muertos por cuenta del coronavirus es una especie de taxímetro que no para. Por ejemplo, cuando usted amigo lector o lectora termine de leer este artículo -escrito el sábado 9 de mayo de 2020 a las 2:00 p.m.- los 78.378 muertos en Estados Unidos podrían estar muy por encima de los 78.600. O los 26.426 españoles superarían los 26.600. Lo mismo va a pasar en Colombia con las cifras, tanto de contagiados como de fallecidos. Nosotros estamos en la fase del 'goteo', como la definiera The Washington Post. Ojalá que la cuarentena prolongada evite que ese goteo se convierta en un aluvión. Pero cuando se trata del coronavirus -¡por desgracia!- los hechos demuestran que las profecías terminan por cumplirse.
Mucho más en países como el nuestro -o regiones como la nuestra- donde la indisciplina social es moneda de cambio. Por estos lares nadie obedece, nadie cumple y pocos están dispuestos a acatar los mandatos de las autoridades. Aunque hay casos en los cuales por razones laborales o de absoluta obligatoriedad, es necesario abandonar el confinamiento, lo cierto es que en la mayoría de los casos la desobediencia responde a absoluta irresponsabilidad. En Barranquilla hay barrios donde han organizado torneos de microfútbol o parrandas en las calles. Así es imposible no solo 'aplanar la curva', sino evitar una verdadera crisis sanitaria.
Si el comportamiento ciudadano no está acorde con la gravedad de la situación de nada servirán las medidas de las autoridades nacionales o regionales, inclusive aquellas que comprometan los derechos individuales, como la Ley Seca y el toque de queda, decretado en algunos municipios del Departamento del Atlántico. Se trata de un asunto de supervivencia. Así de simple.
¿Cuáles son las cifras más dramáticas de la tragedia? Veamos: