Pese a la euforia colectiva que se empieza a sentir en las principales ciudades del país, incluyendo Barranquilla, comprensible por demás después de tantos meses de encerramiento, lo cierto es que la pesadilla de la Covid-19 aún no termina. Las cifras que la pandemia está dejando a su paso en materia económica y social son desastrosas y los hechos objetivos nos muestran que las predicciones de los más pesimistas se quedaron cortas. No hay un sector de la economía que muestre indicadores que nos permitan ver el futuro inmediato con una buena dosis de optimismo.
Buena parte de las medidas del Gobierno nacional se quedaron en anuncios y muy pocas lograron materializarse en hechos concretos que beneficien a los millones de colombianos afectados por la pandemia. Muchas de las leyes que el presidente Iván Duque anunció que servirían para reactivar la economía, generar empleo y minimizar la crisis económica y social, quedaron empantanadas en el Congreso de la República. Algunas ni siquiera han tenido el primer debate. Buena parte de los congresistas están más interesados en hacer show mediáticos que les permita ganarse los aplausos de la galería, que en sacar adelante iniciativas que ayuden de verdad a los millones de damnificados de la Covid-19.
A la incertidumbre económica y social que padecen cientos de miles de familias colombianas se suma un ambiente político caldeado por cuenta de una oposición radical que no está dispuesta a hacer ningún tipo de concesión al Gobierno. Su apuesta irresponsable parece ser la de que al país le vaya mal para que a ellos les vaya bien. Sus frases estridentes navegan viento en popa por las redes sociales, dominadas hoy por los sectores más radicales del espectro político, cuyos líderes más representativos celebran felices la tragedia que avizoran.
La cosecha de candidatos y 'candidotes' se anticipó dos años y cada aspirante lanza descalificaciones y ofensas con una facilidad que asusta. Si eso es así dos años antes de que Duque abandone la Casa de Nariño, no es difícil suponer cómo será el tono de la campaña presidencial del 2022.
Las cifras nos muestran que el coronavirus tendrá consecuencias devastadoras para el país. El más reciente estudio Pulso Social del DANE –que es el termómetro que mide los efectos de la pandemia en los colombianos– muestra que la economía tendrá una contracción entre el 7 y el 9 por ciento y que unos 4 millones de colombianos –la mayoría de ellos mujeres y jóvenes– perderán su empleo. De acuerdo con Pulso Social, unas 4.000 empresas caerían en la insolvencia y ello terminaría por aplazar por varios meses la tan ansiada recuperación económica. Se trata, pues, de una verdadera tragedia social y económica por donde se mire. Analistas estiman que el decrecimiento del PIB al final del año será del orden del 6,5 por ciento.
La drástica reducción de los ingresos de los hogares colombianos, desde que empezó la cuarentena en marzo, se traduce en un pesimismo generalizado, que es el peor remedio que se le puede buscar a la enfermedad.
La encuesta más reciente de McKinsey & Company, sobre perspectivas del consumidor, muestra que Colombia es uno de los países más pesimistas en lo que tiene que ver con la recuperación de la economía. Solo una tercera parte de los colombianos se muestra optimista acerca del futuro. El 55 por ciento considera que la recuperación de la economía podría darse a mediados de 2021, mientras que el 35 por ciento cree que podría ocurrir en lo que resta del año.
Las cifras arrojadas por Pulso Social son aterradoras. En lo que tiene que ver con la alimentación, por ejemplo, el 25 por ciento de los hogares colombianos solo pudo comer dos veces al día y el 10 por ciento solo pudo hacerlo una vez. Si tenemos en cuenta que en dichos hogares hay una población numerosa de menores de edad y ancianos, entonces el escenario se vuelve mucho más dramático y desolador. En el caso de los niños, las fatales consecuencias del momento presente se verán a la vuelta de algunos años, cuando la desnutrición y la mala alimentación afecten su proceso de aprendizaje, sus habilidades y sus capacidades cognitivas.
¿Qué hacer ante este panorama tan desolador? ¿Por qué los anuncios no se materializan?