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La consolidación de las redes sociales como herramientas eficaces para divulgar de forma masiva todo tipo de mensajes, desde los más interesantes y profundos hasta los más pueriles y absurdos, ha permitido el surgimiento de una especie de nuevos derechos que solo existen en las mentes de quienes creen que son poseedores de los mismos. Uno de ellos –quizás el más utilizado– es el que podríamos llamar el 'derecho al insulto'.

En efecto, quienes creen gozar de este privilegio consideran que las redes sociales –en especial Twitter– los faculta para agredir con todo tipo de epítetos a quienes han cometido el gravísimo pecado de no pensar como ellos.

La crisis de los llamados medios de comunicación tradicionales y –claro– el apogeo de las redes sociales han permitido –según varios analistas– la 'democratización' de la información y de la opinión. Otros expertos consideran que lo que en verdad ha ocurrido es la manipulación de la una y la vandalización de la otra. Esta última es la opinión de un grupo de intelectuales, entre quienes se destaca Umberto Eco, para quien la supuesta revolución de las redes sociales no existe, tal y como lo plasmó de forma gráfica y contundente en La Stampa: 'Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas'.

Y si bien es cierto que las redes sociales han permitido revoluciones o han armado revueltas, como también sostiene el propio Eco, no es menos cierto que las mismas han creado una serie de grupos de presión –las tristemente célebres bodegas– que bajo sueldo y con propósitos nada democráticos se dedican a insultar a sus adversarios políticos, o a quienes no piensen como ellos.

Por cuenta de las redes sociales hay quienes creen que tienen derecho a insultar y eso no es cierto. Tal 'derecho' no existe. Varias cortes y altos tribunales lo han dejado muy en claro en distintas oportunidades.

El Tribunal Constitucional de España, por ejemplo, sostiene: 'La Constitución no reconoce un pretendido derecho al insulto, que sería por demás incompatible con la dignidad de la persona que se proclama en el artículo 10.1'. 'Pues ciertamente –dice el alto tribunal– una cosa es efectuar una evaluación personal, por desfavorable que sea, de una conducta (evaluación que se inserta en el derecho de libre expresión y que es a veces de difícil o imposible separación de la mera información) y otra cosa muy distinta – para el Tribunal no cubierta constitucionalmente– es emitir expresiones, afirmaciones o calificativos claramente vejatorios o desvinculados de esa afirmación y que resultan proferidos gratuitamente sin justificación alguna. En ese caso cabe que nos hallemos ante la mera descalificación o incluso el insulto y sin la mera relación con la formación de una opinión pública libre. (Sentencia 105/1990'.

De manera que quien insulta desde un medio de comunicación de gran prestigio y trayectoria –o desde una cuenta anónima– está sujeto a la misma responsabilidad legal. Ocurre que es más fácil demandar al medio conocido que al que en Twitter o Facebook se escuda de forma cobarde y sistemática en el anonimato.

La gran paradoja es que muchas veces ese tráfico de insultos que no saldría del reducido número de seguidores que tiene quien difama termina amplificado por un medio de comunicación que –en aras de tener 'tráfico'– termina cavando su propia fosa al dar difusión a quien no la merece. De manera que no es que las redes sociales sean el 'coco' de los medios, como se piensa de forma errónea, sino que los propios medios han elevado ese albañal al nivel de respetabilidad del que carecen, pues se trata de una simple algarabía que no por tener un buen número de miembros se vuelve respetable, puesto que la razón siempre ha sido por esencia minoritaria. La crítica aceptable y tolerable siempre debería ser aquella que se mantiene dentro de los límites de la decencia. ¿Existe el derecho al insulto?