El inicio y ejecución del Plan Nacional de Vacunación no puede convertirse en un triste y lamentable espectáculo de exhibicionismo por parte de altos funcionarios del Gobierno nacional. Ver a ministros y viceministros desfilar por todas las ciudades del país, posando sonrientes para la foto de rigor, al lado de la persona escogida para ser vacunada contra el coronavirus, no se compadece de la tragedia que viven miles de familias colombianas que han perdido a sus seres queridos. Hay mucho dolor en Colombia por cuenta de la pandemia como para pretender convertir en show lo que es una tragedia humanitaria. Una cosa es enviar mensajes eficaces y efectivos a la comunidad acerca de la necesidad de vacunarse y otra muy distinta es atosigar a las personas con fotos y videos cuyo único propósito es el de alimentar egos y hacer proselitismo político.
Mientras lo primero obedece a una estrategia de comunicación para crear conciencia sobre las graves consecuencias del coronavirus en el país, lo segundo responde a un afán burdo y mezquino por pretender sacar réditos electorales de una tragedia que ha enlutado a toda la humanidad. Para cumplir con el primer objetivo era suficiente la foto y el video del presidente de la República, Iván Duque, al lado del ministro de Salud, Fernando Ruiz, junto a la enfermera Verónica Machado, dando inicio a la campaña de vacunación en Sincelejo. Nada más.
Resulta paradójico que mientras el presidente Iván Duque advierte sobre la necesidad de no politizar la aplicación de la vacuna contra el coronavirus –en respuesta a la ofensiva oportunista de la oposición por desprestigiar los logros de su gobierno– sus altos funcionarios no ahorran esfuerzos por sacarle réditos a la puesta en marcha del plan nacional de vacunación contra la pandemia.
El Gobierno nacional debe entender que no es el momento de pasar cuentas de cobro a sus contradictores, sino de salvar vidas. Llevar el reto más grande asumido por el país en su historia reciente al plano de las rencillas políticas es no solo mezquino, sino que distrae la atención sobre el verdadero problema: derrotar al coronavirus en todo el territorio nacional. Hasta hoy las víctimas de la pandemia en el país se acercan a las 60.000. ¡Una monstruosidad! Son miles de hogares enlutados por cuenta del coronavirus y cientos de familias en la quiebra económica.
Son muchos los ejemplos para ilustrar la manera torpe como el Gobierno se equivocó a la hora de ejecutar el plan nacional de vacunación. En Cali, por ejemplo, el inicio de la jornada debió aplazarse por varias horas mientras llegaba el ministro de Justicia, Wilson Ruiz, quien debió desplazarse desde Bogotá. Si se trata de una guerra contra el tiempo en la que cada minuto cuenta para salvar vidas, ¿qué sentido tenía posponer el comienzo de la jornada de vacunación por varias horas mientras aparecía el ministro para la fotografía y el video? Algo similar ocurrió en Bucaramanga.
En Santa Marta y el Magdalena también el trascendental asunto fue manejado con absoluta torpeza. ¿Qué sentido tenía enviar como delegado del Gobierno nacional al viceministro del Interior, Juan Pablo Diazgranados, cuyo enfrentamiento con el gobernador Carlos Caicedo y la alcaldesa Virna Johnson es público y notorio? ¿Era necesario ese gesto hostil y provocador con quienes –les guste o no al Gobierno nacional– fueron elegidos por los habitantes del Magdalena y Santa Marta?
Mientras millones de colombianos aguardan con ansiedad las vacunas que se requieren para salvar sus vidas –que siguen sin llegar al país– el Gobierno nacional hace ostentación mediática de su obligación de aplicar masivamente las dosis requeridas.
'Como colombianos –dijo el presidente Duque en La Guajira– no podemos dejar que nos arrebaten esta alegría. No podemos ser triunfalistas, pero lo que no podemos es dejar que nos arrebaten la alegría de la vacunación masiva y ver los avances de la reactivación segura'.
Es cierto que todos los colombianos estamos alegres por el inicio de las jornadas de vacunación en el país. Pero también estamos expectantes y hasta preocupados por el desarrollo de dichas jornadas. ¿Alcanzarán las dosis para todos? ¿Cuándo llegarán las otras vacunas? ¿Por qué hay personal del área de la salud en Barranquilla –por ejemplo– que siguen sin ser vacunados, pese a que su vida está en riesgo todos los días por su condición de médicos intensivistas e internistas?
De manera que no es momento –aún– de celebraciones, porque son muchas las vidas que están en riesgo y la batalla contra el coronavirus sigue sin ganarse.
No es tiempo de triunfalismos, como dijo el presidente Duque. Por eso mismo, ya es hora de tomarse menos selfies y empezar a pisarle el acelerador a la aplicación de las millones de dosis que se requieren para salvar las vidas de millones de colombianos. Y en esta carrera contra el tiempo no se puede perder un solo minuto, mucho menos posando para fotos y selfies que solo sirven para decorar las 'vanidotecas' de quienes deberían ocupar su tiempo en servir a los demás.