Con la elección de Pedro Castillo como nuevo presidente del Perú, la izquierda democrática logra posicionarse como un protagonista electoral de primer orden en América Latina. A ello se suman el 'cuasi' triunfo de Andrés Arauz en Ecuador y los gobiernos de Nicolás Maduro en Venezuela, Alberto Fernández en Argentina y Evo Morales en Bolivia. Es decir, el péndulo electoral se empezó a desplazar hacia la izquierda, después de haber permanecido algún tiempo en el centro o en la derecha.
De los triunfos obtenidos por la izquierda el más reciente y llamativo es el de Pedro Castillo en Perú, quien derrotó en segunda vuelta y por estrecho margen a Keiko Fujimori. Castillo es una mezcla bastante exótica de un político de izquierda, pero con talante conservador, que tiene bastante confundido al sector empresarial que no sabe qué hacer, si irse con sus capitales a otros países o quedarse para librar la batalla por la defensa de su patrimonio. El espejo en que se miran es la Venezuela chavista, muy cercana a los afectos de Castillo.
Pedro Castillo es un líder sindicalista peruano de 51 años, con estudios de Educación y Psicología Educativa en la Universidad César Vallejo. Entre sus principales banderas están la nacionalización de la economía, la persecución tanto al sector productivo como a la inversión privada y a las concesiones mineras. Esta cartilla –anunciada con bombos y platillos durante la campaña presidencial y ratificada después de declararse ganador de la segunda vuelta– espantó a los inversionistas extranjeros y tiene con los pelos de punta a los industriales y empresarios peruanos.
Pero ese mismo Castillo que propone nacionalizar la economía, así como la recuperación de la explotación de las riquezas minerales que fueron concesionadas a los particulares, se declara conservador a la hora de condenar el aborto y el matrimonio igualitario.
Castillo llega a gobernar un Perú partido en dos partes iguales: una derecha radical en cabeza de Keiko Fujimori y una extrema izquierda que ve en la empresa privada y en el sector productivo el origen de todos sus males. La gobernabilidad de Castillo no será nada fácil. De ahí que haya cifrado su esperanza de transformación política, económica y social del Perú en una Asamblea Constituyente, que le permita materializar todas sus iniciativas.
Al igual que todos los países de América Latina, Perú también ha sido duramente golpeado por la pandemia de coronavirus, hasta el punto de que los indicadores de pobreza subieron 10 puntos y el desempleo está desbocado. La economía atraviesa su peor momento y el inconformismo social se traduce en marchas en las calles, con los jóvenes a la cabeza.
Es la misma fotografía que muestran otros países, como Chile, que también le apostó a una Constituyente como tabla de salvación; o Ecuador, donde el triunfo del candidato de centro derecha Guillermo Lasso le arrebató el triunfo cantado al aspirante de la izquierda Andrés Arauz.
En Brasil el pésimo manejo dado por Jair Bolsonaro a la pandemia de coronavirus y el perdón judicial otorgado a Lula Da Silva hace prever el retorno de la izquierda de nuevo al poder. Lo mismo sucedió en Bolivia con el regreso de Evo Morales, después de haber tenido que abandonar el país por múltiples señalamientos de corrupción y fraude electoral.
De manera que soplan fuertes vientos de futuros gobiernos de izquierda en América Latina y eso incluye –por supuesto– a Colombia, donde el próximo año los colombianos no solo elegiremos al sucesor de Iván Duque en la Casa de Nariño, sino a los nuevos congresistas que harán posible o no buena parte de las iniciativas del nuevo gobernante. ¿Cómo está el escenario electoral a un año de elecciones presidenciales y de Congreso?