La frustrada elección de Gustavo Bolívar como segundo vicepresidente del Senado evidenció una vez más las grandes fisuras que presentan los partidos y movimientos opositores al gobierno de Iván Duque para llegar a la Casa de Nariño el próximo año. A pesar de que la escogencia de Bolívar estaba 'cantada', puesto que hacía parte de los acuerdos celebrados al comienzo del cuatrienio del actual Congreso, su fracaso mostró lo difícil que está resultando poner de acuerdo a quienes aspiran a suceder a Duque en la Presidencia. ¿Qué pasó? ¿Por qué un asunto de mero trámite legislativo terminó agravando la división de los partidos y movimientos alternativos?
Los partidos opositores al gobierno –cualquiera que sea– tienen derecho a ocupar la Segunda Vicepresidencia del Senado. Así quedó contemplado en los acuerdos de La Habana. Por ello, al comenzar este cuatrienio esa dignidad la ocupó la senadora del Partido Verde Angélica Lozano. Luego le correspondió el turno a Alexander López, del Polo Democrático, y después a la hoy senadora Sandra Ramírez, viuda de Manuel Marulanda ‘Tirofijo’, jefe máximo de las desaparecidas Farc. Pero cuando se daba por descontada la llegada de Bolívar a ese cargo, su aspiración se frustró porque los partidos de oposición no se pusieron de acuerdo en su designación. A la hora de la votación, el senador de la Colombia Humana fue derrotado por el voto en blanco, que obtuvo 66 votos, mientras Bolívar solo sacó 32. A la postre –luego de repetir la votación, ante el hecho inédito del triunfo del voto en blanco– salió elegido el senador Iván Name, del Partido Verde, también opositor al gobierno. Es decir, la segunda vicepresidencia quedó en manos de un partido contrario al Gobierno.
Los congresistas de la Colombia Humana y quienes pertenecen al llamado Pacto Histórico, que respaldan la aspiración de Gustavo Petro a la Presidencia, responsabilizan del fracaso de Bolívar a la llamada Coalición de la Esperanza, concretamente al Partido Verde, en especial a la senadora Angélica Lozano, quien se ha opuesto a cualquier tipo de acercamientos al Pacto Histórico de Petro, convertido hoy por hoy en el más implacable y férreo opositor de Claudia López en la Alcaldía de Bogotá. El matrimonio López-Lozano considera que muchos de los ataques de Petro a la administración de Bogotá son tan injustificados como injustos.
Pero lo que ocurrió durante la instalación de la nueva legislatura el pasado 20 de julio es tan solo un botón de muestra de la profunda división que existe en los sectores alternativos del país y que se manifiesta todos los días en las redes sociales, convertidas hoy en día en un verdadero campo de batalla. El primer campanazo de esta guerra política se dio en septiembre pasado cuando el senador Jorge Enrique Robledo y el Moir decidieron romper cobijas con el sector del Polo Democrático que encabeza el senador Iván Cepeda. Luego de irse del Polo, Robledo y sus aliados políticos crearon el partido Dignidad, que avala su aspiración presidencial. Cepeda –por su parte– decidió armar rancho con el Pacto Histórico de Petro.
Pero al tiempo que llegaba Cepeda al Pacto Histórico partía la ex representante a la Cámara Ángela María Robledo, quien había sido formula vicepresidencial de Petro en las elecciones que perdieron con Duque en 2018. Al irse, Robledo manifestó que las mujeres tenían muy poco espacio en el Pacto Histórico.
Pero el fuego que había empezado en el Polo Democrático y que siguió en el Pacto Histórico terminó propagándose a la Alianza Verde, donde hoy existen posturas irreconciliables entre la senadora Angélica Lozano y la representante Juanita Goebertus y algunos de sus colegas encabezados por Inti Asprilla. ¿La razón? El nombre de Gustavo Petro. Las primeras consideran que el candidato de la Colombia Humana no tiene cabida en la Coalición de la Esperanza, mientras el segundo considera que no solo debe ser tenido en cuenta, sino que tiene que ser el aspirante de la gran coalición de la centro-izquierda a la Presidencia.
La confrontación de la izquierda democrática no solo está dejando víctimas tendidas en el campo de batalla, como Gustavo Bolívar, sino grandes heridas que serán muy difíciles de cicatrizar antes de mayo del próximo año, cuando se celebre la primera vuelta presidencial.
De manera que si bien es cierto aquello de que 'la izquierda unida jamás será vencida', no lo es menos que para poder vencer primero tiene que unirse. Y esa unión –al menos por ahora en Colombia– está lejos de producirse. ¿Qué le espera a la izquierda en el 2022?