Al ex presidente de Estados Unidos Harry S. Truman le atribuyen la frase aquella según la cual los expresidentes son como esos muebles viejos que en todas parten estorban y nadie sabe qué hacer con ellos. En Colombia la hizo suya el expresidente Alfonso López Michelsen para citarla cada vez que quería enviarle un sablazo a alguno de sus colegas expresidentes. Lo cierto es que en Colombia los expresidentes son todo, menos muebles viejos. Y mucho más ahora.
El frustrado encuentro de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, que debía realizarse el pasado jueves en la Casa de Nariño por citación del presidente Iván Duque y de la que hacen parte los exmandatarios del país, demuestra las pésimas relaciones que mantienen en la actualidad los ex jefes de Estado.
El asunto que debía tratar la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores es de suma importancia para el país, pues tiene que ver con encontrarles salidas legales y diplomáticas a dos nuevas demandas interpuestas por Nicaragua sobre nuestra soberanía en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Después de haber perdido una gran extensión de mar territorial, luego del fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya –que favoreció a Nicaragua– la defensa de nuestra soberanía en el Archipiélago es de vital importancia.
Pero así no lo entienden los expresidentes César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, quienes prefieren anteponer sus diferencias personales y políticas a los fundamentales asuntos de la soberanía nacional. Los expresidentes han decidido seguir brindando el triste y lamentable espectáculo de ventilar en público todas sus rencillas y sus asuntos pendientes. Optaron por pasarse cuentas de cobro, hacerse graves señalamientos y acusarse mutuamente de la grave crisis que atraviesa el país.
Encontraron para ello el mejor escenario: la Comisión de la Verdad, a la que han acudido todos a contar 'su verdad' de los hechos ocurridos durante sus mandatos. No obstante, la verdad que han contado es la que les conviene y les sirve para justificar las decisiones que tomaron en su momento. En sus relatos abundan los señalamientos a los demás expresidentes y brillan por su ausencia la autocrítica y el reconocimiento de los errores cometidos. Ni un solo 'mea culpa' se ha escuchado de sus labios.
Es así como Samper y Pastrana aprovecharon la ocasión para revivir el tristemente célebre episodio del proceso 8.000, que develó la financiación del cartel de Cali a la campaña del candidato liberal. Mientras Pastrana cuestiona la legitimidad del gobierno de Samper por la 'narcofinanciación' de su campaña, este le reprocha a Pastrana no haber podido sacar adelante la negociación de paz con las Farc.
Igual sucede con Uribe y Santos, quienes después de ser grandes amigos y aliados –tanto que el segundo ganó su primera presidencia gracias al respaldo total y absoluto del primero– hoy son grandes rivales políticos. La negociación de paz con las Farc terminó enemistando a Uribe con Santos, hasta el punto de que hoy sus posturas son irreconciliables. Uribe le cobra a Santos su deslealtad y Santos le reprocha a Uribe su apego al poder y su falta de generosidad al no reconocer la importancia de la negociación con las Farc.
El enfrentamiento entre los exmandatarios no es, pues, un asunto menor. Se trata de personalidades que han ocupado la más alta dignidad del Estado, después de haber contado en las urnas con el respaldo de millones de sus compatriotas. Si los expresidentes no son capaces de anteponer los intereses del Estado a sus propias mezquindades, entonces, ¿qué podemos esperar del resto de los colombianos?