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Ahora que estamos en la celebración del Amor y la Amistad, fecha especial en laque expresamos nuestros nobles sentimientos a quienes amamos, es bueno recordarles a los protagonistas de la política nacional la necesidad de buscar puntos de encuentro que nos permitan alcanzar niveles mínimos de convivencia. Colombia no puede seguir asistiendo al triste y lamentable espectáculo de una clase política indolente y desafiante a la que le ha costado demasiado superar sus diferencias políticas y personales.

Es necesario bajarle varios decibeles a la intolerancia, que lleva a quienes dirigen al país –o aspiran a hacerlo– a utilizar todo tipo de epítetos para descalificar a sus adversarios. La campaña electoral del próximo año podría ser la más agresiva y sucia de las últimas décadas. Y ello no es sano para una democracia tan precaria como la nuestra.

No se trata de que nuestros dirigentes políticos se comporten como los 'nuevos mejores amigos', como en tiempos de Santos con Chávez, pero si es necesario que le de suban el tono al debate político. Estamos a pocos meses de unas elecciones en las que los colombianos vamos a escoger al sucesor o sucesora de Iván Duque en la Casa de Nariño, y ello debería darse en medio de una confrontación de ideas y de programas, que es lo que no ocurre en estos momentos.

El ejemplo que brindan nuestros dirigentes políticos es pésimo, pues sirve de referencia para que sus seguidores y votantes se comporten de igual o peor manera. La clase política nacional debe entender que se puede debatir sin tener que llegar a las ofensas, las injurias o las calumnias. Desde los expresidentes hasta los candidatos se valen de la descalificación a sus adversarios para tratar de imponer sus ideas. Es necesario –considera la mayoría de ellos– graduar de enemigos a quienes tienen la condición de ser simplemente sus contradictores políticos. En su afán por destruir a sus adversarios se valen del matoneo en las redes sociales –que hoy cumplen el papel de 'correas de transmisión de odios y resentimientos'– para aniquilar a quien ha cometido el 'pecado imperdonable' de pensar diferente.

Hasta el llamado 'fuego amigo' ha venido ganando terreno en los partidos políticos. El mejor ejemplo sucede con el Centro Democrático, donde los precandidatos y los directivos del partido acuerdan unas reglas de juego para la escogencia de su aspirante a la Presidencia y a los pocos días un grupo de congresistas manifiestan un respaldo 'masivo' a uno de los candidatos, hecho que produjo enorme malestar en las bases del partido, cuyas simpatías y afectos estarían apuntando a una dirección distinta a las de sus jefes políticos. Este 'fuego amigo', fomentado por congresistas amigos al presidente Duque, podría acabar con la unidad del partido.

Veamos, pues, algunos casos de 'desamor' y 'enemistad' política en tiempos de Amor y Amistad.