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A Nicolás Maduro no hay que creerle nada de lo que dice. Absolutamente nada. Es un mentiroso compulsivo. Un timador de siete suelas. Cuando Maduro dice que no meterá sus narices en las elecciones en Colombia es porque ya las metió. O mejor: las está metiendo.

A Maduro le conviene tener un gobierno amigo de este lado de su frontera. Y un gobierno amigo de Maduro es aquel que ahora en tiempos de campaña le habla pasito y no se atreve a llamar a su régimen como lo que es: una dictadura. La peor de América Latina, después de la que encabeza Daniel Ortega en Nicaragua, quien cerró las universidades privadas que no piensan como él y no reproducen su modelo político y económico. Dentro de poco Maduro hará lo mismo. Y todos los gobiernos que Maduro ayude a elegir replicarán el modelo perpetuador de pobreza y cercenador de libertades que encarna el Socialismo del Siglo XXI.

Un gobierno colombiano amigo de Maduro sería aquel que desde ahora en tiempos electorales no se atreve a decirle que es un dictador. Y no solo no lo llama dictador sino que –para disfrazar todas las tropelías que comete contra la oposición– se atreve a calificar como 'dictador' a Iván Duque, elegido popularmente y pordebajeado como ningún otro presidente por la oposición. De esta forma –igualando por lo bajo– los amigos de Maduro ponen en el mismo nivel un gobierno democrático como el colombiano con un gobierno despótico como el de Maduro.