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Definida la segunda vuelta entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, la pregunta que surge es ¿qué pasará con el uribismo? Aunque Federico ‘Fico’ Gutiérrez se mostró siempre como un candidato independiente, es evidente que la inmensa mayoría de sus votos llegaron de las toldas de los seguidores del expresidente Álvaro Uribe, quien por pura estrategia electoral ha optado por no tener ninguna participación en la actual campaña presidencial.

En estos momentos los más de 5.000.000 de votos de Fico Gutiérrez deben tener un destino. No pueden quedar en el aire. El mismo domingo en la noche –luego de reconocer que no pasaba a la segunda vuelta– Fico Gutiérrez anunció que tanto él como su fórmula vicepresidencial, Rodrigo Lara Sánchez, votarían por Rodolfo Hernández. El argumento para tomar esa decisión fue muy simple: en sus manos no están en juego ni la democracia, ni la libertades de los colombianos.

El mensaje del candidato del Equipo por Colombia fue acogido por la gran mayoría de sus votantes, quienes consideran que Gustavo Petro –a diferencia de Hernández– no brinda ni estabilidad económica, ni garantías democráticas, ni respeto por las libertades individuales. Aunque reconocen que Hernández no es lo suficientemente uribista como ellos quisieran, tienen la convicción de que 'cualquiera es mejor que Petro'.

Es decir, ellos no van a votar por Rodolfo Hernández, sino en contra de Gustavo Petro.

Si las elecciones fueran una simple operación matemática se podría decir que los 6.000.000 de votos de Hernández, más los 5.000.000 de Fico, le estarían garantizando la Presidencia al ex alcalde de Bucaramanga, pues Petro no tiene mucho margen para obtener los casi 2.000.000 de votos que les faltan para imponerse en la segunda vuelta.

Pero si bien es cierto que las elecciones se ganan con votos, esos votos hay que conseguirlos. Hay que sudarlos y trabajarlos. Nadie garantiza que los 5.000.000 de votos de Fico puedan trastearse de forma automática para donde Hernández. El asunto es mucho más complejo. La idea es sumar votos, no restarlos. Cualquier movimiento, gesto o declaración destemplada o altisonante podría significar espantar muchos votos y por consiguiente perder la Presidencia.