El presidente Gustavo Petro ha decidido -vaya uno a saber con qué propósito- desatar una peligrosa ofensiva contra los medios de comunicación del país, a los que se refiere de forma genérica como 'la prensa'. Es peligrosa, no solo porque compromete la vida y la integridad de los periodistas, sino porque afecta de forma grave el bien supremo de la libertad de expresión. Se trata, pues, de un asunto muy delicado que debe ser atendido por el propio presidente en su calidad de jefe del Estado. Es él y nadie más quien debe poner fin a esta delicada situación.