Con la salida de Laura Sarabia de la Casa de Nariño y de Armando Benedetti de la sede de la Embajada de Colombia en Caracas, el presidente Gustavo Petro le bajó la temperatura a la mayor crisis que ha tenido que afrontar desde que asumió la Presidencia. La decisión de Petro dejó contentos a sus enemigos políticos, porque 'comer funcionarios del gobierno' siempre produce un fresquito, pero también a los petristas pura sangre, que se sentían desplazados por Sarabia y Benedetti. Los únicos que no quedaron contentos por obvias razones fueron Sarabia y Benedetti, quienes consideran –cada uno por su lado– que la decisión de Petro no fue justa, puesto que para cada uno de ellos, el que debió salir fue el otro.