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El presidente Gustavo Petro se resiste a enterrar el M-19, movimiento guerrillero al que perteneció desde su adolescencia en Zipaquirá, Cundimarca, hasta su desmovilización en marzo de 1990. El pasado viernes en su visita al colegio San Juan Bautista de la Salle, donde se graduó de bachiller en 1976, Petro aprovechó la ocasión para pedirle a unos asistentes al evento que llevaran hasta el atril donde se encontraba una bandera del grupo guerrillero.

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'A ver compañero traiga esa bandera porque hoy estamos de fiesta. No les gusta que la saquemos, ¿cierto? Pero no va a estar debajo de los colchones', declaró Petro, mientras exhibían la bandera del M-19.

'Hoy se conmemora un año más del asesinato de Carlos Pizarro, que estuvo aquí en Zipaquirá. Y entonces era el jovencito que salió a cambiar el mundo, guerrero andante conmigo', sostuvo Petro ante los jóvenes estudiantes del colegio del que salió como bachiller.

Esto desató polémica: Petro pidió subir a tarima una bandera del M-19 durante evento público

Las declaraciones de Petro causaron de inmediato una gran controversia. Y con razón. La exaltación que hizo de un grupo guerrillero que cometió todo tipo de acciones terroristas -entre ellas la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985- fue reprochada no solo por las decenas de víctimas del M-19, sino también por quienes consideran que sus palabras constituyen una apología al terrorismo.

Y es que una cosa es la versión idealizada, 'romántica y rebelde' que tiene Petro del grupo guerrillero al que perteneció y otra muy distinta es la versión cruel y desalmada de quienes padecieron por 20 años las acciones criminales del M-19.

El M-19 al que Petro se resiste sepultar fue una organización guerrillera que sembró dolor y llanto a lo largo y ancho del país. No fue -como dice Petro- un grupo de 'guerreros andantes', que soñaban con 'cambiar el mundo'.

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Aunque Petro pretenda reescribir una historia cándida y edulcorada de ese grupo insurgente, lo cierto es que el M-19 asesinó -por ejemplo- al líder sindical José Raquel Mercado el 19 de abril de 1976, luego de secuestrarlo y someterlo a un 'juicio político' por 'traicionar los derechos de los obreros'.

El cuerpo sin vida de Mercado fue metido dentro de un saco de polietileno y arrojado en una cuneta en inmediaciones del parque El Salitre de Bogotá. Con ese asesinato, el M-19 'soñador y guerrero', según Petro, conmemoró un aniversario más de su creación.

Ese mismo M-19 soñador y rebelde que ahora nos pretende vender Petro, secuestró a Camila Michelsen el 24 de septiembre de 1985 y la mantuvo en su poder por dos años, hasta que su familia pagó en Costa Rica una multimillonaria cifra por su liberación.

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La hija de quien era considerado el hombre más rico del país, el banquero Jaime Michelsen, debió padecer todo tipo de vejámenes por parte de sus captores.

Ese M-19 -que Petro pretende vender ahora como 'guerreros andantes'- se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia en noviembre de 1985, con la pretensión de hacerle un 'juicio político' al entonces presidente Belisario Betancur, con el propósito de producir su derrocamiento.

Ese acto de terror desencadenó horas después en el 'Holocausto del Palacio de Justicia', la peor acción terrorista ejecutada por un grupo guerrillero contra la Rama Judicial en la historia del país.

La cruenta toma del Palacio de Justicia no fue un 'acto heroico' realizado por soñadores combatientes del M-19, como pregona y pretende hacerlo ver Petro, sino una acción terrorista diseñada, planificada y ejecutada por una organización subversiva, cuyos máximos líderes tenían la pretensión de derrocar al presidente de la República, aliados con capos del narcotráfico, como Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín.

De manera que Petro haría bien en sepultar de una vez por todas al M-19, porque el recuerdo de ese grupo guerrillero le hace daño a millones de colombianos. El M-19 solo dejó desolación y tristeza en millones de colombianos.

Tan nefasta fue su existencia que hasta sus propios líderes decidieron dejar atrás su pasado de sangre y dolor al crear la Alianza Democrática M-19, que luego se convirtió en el fenómeno electoral de la Asamblea Constituyente de 1991. Esa fue la gran apuesta por la paz de los antiguos militantes del M-19, incluyendo el propio Petro.

Por todo ello, vale la pena preguntarse, ¿qué sentido tiene que Petro se niegue a sepultar al M-19, cuando Colombia entera repudia su existencia por la estela de dolor que causó en sus 20 años de existencia?