El tirano Nicolás Maduro terminó graduando a Gustavo Petro con la más deshonrosa distinción que pueda existir en estos momentos: ser su consejero.
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Nadie que defienda los principios y valores democráticos en el mundo puede ostentar semejante indignidad. Maduro y la pandilla de malhechores que lo rodean, entre ellos Diosdado Cabello, Vladimir Padrino y Jorge Rodríguez, entre otros, merecen estar aislados por completo de la comunidad internacional. Ese ostracismo solo debería romperse el día en que esa cuadrilla de forajidos que gobierna desde Miraflores acepte la derrota del pasado 28 de julio y empiece a negociar su salida de Venezuela, sin contraprestaciones ni condiciones. Los tribunales internacionales de Justicia los esperan con los brazos abiertos.
Ser consejero del dictadorzuelo Maduro –en las actuales circunstancias– significa –ni más ni menos– ser su cómplice. Maduro está siendo repudiado por todos los países del mundo, menos –obviamente– por aquellos que son gobernados por personajes peores o más siniestros que él, como Daniel Ortega de Nicaragua. Nadie quiere aparecer en la foto al lado de Maduro y sus secuaces.
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Es por esa razón que llama tanto la atención el interés de Gustavo Petro por no desmarcarse de Maduro, puesto que un presidente demócrata no puede ser condescendiente con quien está al frente de un régimen autoritario y criminal.
Un tirano que pretende robarse unas elecciones a plena luz del día y con todos los países del mundo como testigos, solo merece el repudio. Gozar del vergonzoso privilegio de ser consejero de Maduro no puede ser motivo de orgullo.
En su condición de adlátere de Maduro, Petro se tomó el atrevimiento de sugerirle una serie de salidas a la crisis que afronta, por cuenta de su pretensión de robarle las elecciones al opositor Edmundo González. El remedio resultó peor que la enfermedad. Ni Maduro, ni mucho menos María Corina Machado, la valiente mujer que tiene a la tiranía venezolana contra las cuerdas, aceptaron semejante collar de despropósitos.
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¿Qué propuso Petro? En su afán por salvarle el pellejo a su amigo –a quien negó en plena campaña presidencial, pero con quien habla por teléfono con frecuencia– Petro tuvo la osadía de desconocer el triunfo incuestionable y abrumador de González. De forma torpe y absurda, se atrevió a poner en igualdad de condiciones al derrotado Maduro con los vencedores Edmundo y María Corina. Para lograr acuerdos –según Petro– es necesario que quien perdió imponga sus condiciones a quienes lo derrotaron. ¡Qué tal!
Para Petro la solución a la crisis de Venezuela pasa por las siguientes condiciones: nuevas elecciones libres, garantías totales a la acción política, el levantamiento de todas las sanciones al régimen chavista, una amnistía general nacional e internacional y un gobierno de cohabitación transitorio. Veamos lo que ellas significan: