Rodolfo Hernández aseguraba que su fortuna ascendía a los 100 millones de dólares, pero también que no la amasó de la noche a la mañana, sino que salió de un hogar campesino en Piedecuesta, Santander, y poco a poco llegó a ser uno de los empresarios y políticos más importantes y llamativos de Colombia.
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De su padre Luis Jesús Hernández Rojas, trabajador de la tierra desde sus primeros años de vida y quien estuvo secuestrado por las Farc durante más de tres meses, heredó, aseguraba, “el sentido común que la razón sabiamente usa para resolver los problemas cuando su naturalidad es agredida por ajenos a ella, un sentido común que procede más de la sabiduría de la tierra, que de la formación universitaria”.
Y de su madre, Cecilia Suárez de Hernández, adquirió la capacidad para resolver los problemas a la mayor brevedad: “Ella, nunca había oído hablar de Confucio, pero con su tierna sabiduría campesina, me animaba y me aconsejaba con palabras diferentes, pero ideas similares a las del gran pensador, que dijo ‘cuatro cosas es necesario extinguir en su inicio: las deudas, el fuego, los enemigos y la enfermedad’.
Tenía tres hermanos, fue campeón de pesas en el colegio y tuvo fama de ‘tomatrago’ en su juventud. Estaba casado con Socorro Oliveros y fue padre de cuatro hijos, pero una de ellas, Juliana, en 2004 fue secuestrada por el ELN y hoy se encuentra desaparecida: Hernández dijo que no pagaría por su rescate para evitar que le secuestraran a otro miembro de la familia. Sus hijos son Mauricio, Luis Carlos y Rodolfo José, y sus nietos Rodolfo José y Ana Sofía, a quienes les regalaba lotes, rentas y acciones, “para que tengan su independencia económica”.
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Estudió el colegio primero en Piedecuesta y luego en Bucaramanga. Se graduó como ingeniero civil en la Universidad Nacional, donde tuvo como profesores a Ramón de Zubiría, Abelardo Forero Benavides, Gloria Zea, Marta Traba, Antonio Páez Restrepo y Enrique Kerpel. Al año de graduado fundó con varios socios la empresa constructora H.G (Hernández Gómez y Cía. Ltda.), dedicada a adelantar obras en Piedecuesta, Floridablanca y Bucaramanga. Luego compró con su familia la totalidad de la empresa y se especializó en la construcción de vivienda de interés social en Bucaramanga, Floridablanca, Piedecuesta, Socorro, Barbosa, Girón, Barranquilla y Bogotá. Afirmaba que nunca había contratado con el Estado y que creó el método de financiación PLAN 100, “que termina convirtiéndose en un hito de la construcción de vivienda en Bucaramanga y en todo el país”.
En 2016 fue elegido alcalde de Bucaramanga con 77 mil votos, agitando la bandera anticorrupción. No obstante, fue condenado en un proceso penal en su contra por el supuesto uso de información privilegiada de la Alcaldía para una contratación con el sistema de recolección de basuras. Otras polémicas recordadas fueron la del golpe que le pegó al concejal de Bucaramanga, John Claro, del ASI, por lo que fue sancionado por la Procuraduría y la del pronunciamiento sobre las mujeres venezolanas: “Los partos que han tenido son como 400 al año, son una fábrica para hacer chinitos pobres”.
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Su principal cualidad, comentan los que lo conocieron, es que era auténtico, y su defecto es que era “demasiado cumplido: en todos lados toca siempre esperar de lo temprano que llegamos”. Su comida favorita era la milanesa napolitana, escuchaba a Andrea Bocelli y Pavarotti, prefería las películas de espías y leía de todo.
Fue líder del partido político Liga de Gobernantes Anticorrupción desde 2019, logró el segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2022, el 14 de marzo de 2024 fue condenado por corrupción en el caso Vitalogic en Bucaramanga y durante su intervención en el juicio, Hernández reveló que padecía un cáncer terminal.
Debido al estatuto de oposición, obtuvo una curul como senador de la República, donde estuvo desde julio de 2022, aunque en septiembre anunció su renuncia y en octubre se la aceptaron.