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En su discurso de entrega de 8.430 hectáreas a familias campesinas en Montería, el presidente Gustavo Petro sorprendió con una novedosa y peligrosa hipótesis sobre la negociación del Estado colombiano con los grupos paramilitares, encabezados, entre otros, por Salvatore Mancuso, presente en la ceremonia, quien ahora funge como “gestor de paz”, por designación del presidente de la República.

“Ese proceso terminó mal, porque a ustedes los extraditaron y eso no estaba en el acuerdo de paz. Quienes los aplaudían considerándolos héroes, los pusieron en un avión esposados a una justicia extranjera, los traicionaron”, declaró Petro, al tiempo que anunciaba la intención de reabrir esa negociación, realizada hace 20 años, en tiempos de Álvaro Uribe.

“La paz no se hace con traiciones, sino con la palabra puesta sobre la mesa”, sostuvo Petro.

Aunque Petro está empecinado en mostrarle al país una cara distinta de Mancuso –responsable de la desaparición y asesinato de miles de humildes campesinos, ganaderos, sindicalistas y defensores de Derechos Humanos– lo cierto es que el pasado de alias Mono Mancuso registra múltiples crímenes que siguen en la impunidad y que difícilmente podrán ser borrados.

Al ser promotor y protagonista de los grandes debates contra el paramilitarismo nacional, en su condición de congresista opositor, Petro sabe muy bien que Mancuso no fue traicionado por quienes “antes lo aplaudían considerándolo héroe”, como afirmó en Montería.

Petro conoce –aunque ahora lo niegue– que fue Mancuso quien traicionó los compromisos adquiridos durante la negociación de paz con el gobierno de Uribe, a nombre del Estado colombiano. Quien no cumplió con lo pactado en los acuerdos de Justicia y Paz no fue el Estado colombiano, sino Mancuso, como lo reveló con pruebas en la mano el entonces director de la Policía, general Óscar Naranjo. La pregunta es: Si Petro sabe que eso es así, ¿por qué se empecina en negarlo?

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En su momento el general Naranjo suministró pruebas contundentes del comportamiento criminal de Mancuso, tanto al gobierno colombiano como al de Estados Unidos. En ellas consta, por ejemplo, que los jefes paramilitares seguían dedicados al narcotráfico, desde las cárceles donde se encontraban recluidos.

Esa fue la verdadera razón de su extradición a los Estados Unidos en mayo del 2008, junto a otros 12 comandantes paramilitares, por solicitud de distintas cortes de ese país. Es decir, contrario a lo que afirmó Petro en Montería, Mancuso no fue extraditado por ser paramilitar, sino por narcotraficante.

De hecho, según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, Mancuso fue responsable de introducir 100.000 kilos de cocaína a ese país. Por ello fue condenado a 15 años de cárcel.

De manera que las penas que pagó Mancuso en Estados Unidos fue por narcotraficante, no por paramilitar. Pretender lavarle la cara y borrarle todos sus crímenes es una burla a las miles de víctimas que los paramilitares causaron a lo largo y ancho del país. Son miles de familias las que aún esperan que Mancuso y sus secuaces reparen el daño causado. Para ellas resulta incompresible que quien tiene tantas deudas pendientes con la justicia colombiana, aparezca sonriente en la tarima de Montería intercambiando sombreros con el jefe del Estado, quien en sus tiempos de congresista opositor decía ser su mayor enemigo.

¿Por qué Petro pretende venderle al país una versión edulcorada de Mancuso, distinta a la que consta en todos sus expedientes? ¿Será –acaso– porque sabe muy bien que Mancuso terminará siendo el único “trofeo” que podrá mostrar de su paz total?

Las tierras no “pertenecieron” a Mancuso: fueron arrebatadas a sangre y fuego

Las víctimas de Salvatore Mancuso se cuentan por miles y están regadas a lo largo y ancho del país. Algunas asistieron el jueves pasado al coliseo ‘Happy Lora’ de Montería, con la esperanza de que el ex jefe paramilitar las escuchara, pero no pudieron cumplir con ese propósito. Detrás de cada masacre cometida por Mancuso y sus hombres hay miles de viudas y huérfanos.

Las tierras que ahora dice el Gobierno nacional que “pertenecieron” a Mancuso jamás fueron de su propiedad. Son tierras arrebatadas con “motosierras”, a sangre y fuego, a miles de familias campesinas y ganaderas, que se vieron obligadas a entregarlas a cambio de salvar sus vidas.

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¿Dónde están las tierras de los ganaderos que se opusieron a Mancuso? ¿Quién las tiene? Petro habla de los “ganaderos” del país como grandes terratenientes, pero ignora la suerte de miles de humildes “ganaderos”, despojados de pequeñas parcelas, quienes fueron asesinados por no aceptar dárselas a los paramilitares. ¿Por ser “ganaderos”, no merecen que Mancuso repare el daño que les causó? ¿Por ser “ganaderos”, Petro las ignora?

Increíble: según Petro, quien debe rendir cuentas es el ex fiscal Barbosa y no Mancuso

En su discurso en Montería, Petro no solo pretendió exculpar de sus crímenes a Mancuso, sino que descargó toda su artillería contra el ex fiscal Francisco Barbosa. “El señor Barbosa –dijo Petro– se negó a entregar el listado de bienes que la Fiscalía tenía que recoger, de los que entregaban los paramilitares, para indemnizar a sus víctimas. Ahora entiendo por qué, esas tierras se las había entregado al Clan del Golfo”.

Obviamente, semejante afirmación tan delicada recibió respuesta inmediata por parte del exfiscal Barbosa, quien en un video afirmó: “Es una infamia de Gustavo Petro señalar que la Fiscalía y que yo no le entregamos las tierras de los paramilitares a las víctimas. La Fiscalía durante mi administración le entregó al Fondo de Reparación de Víctimas 1.600 bienes por la suma de 1,8 billones de pesos. Esos bienes fueron entregados a la Unidad de Víctimas, que hace parte del Ejecutivo, es decir, Gustavo Petro desconoce sus propias funciones”.

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Es bastante probable que Petro deba responder ante los tribunales nacionales e internacionales por sus aseveraciones injuriosas, irresponsables y temerarias en contra del exfiscal Barbosa. Ahora resulta que –según Petro– quien debe rendir cuentas por sus actos es el exfiscal y no Mancuso, sobre quién pesan miles de denuncias, señalamientos y condenas por su comportamiento criminal.

Petro: piropos a Mancuso y epítetos a sus contradictores políticos

¿Cómo se explica que Petro no ahorre piropos a Mancuso, al tiempo que descarga todo tipo de epítetos y señalamientos contra quienes lo combatieron? Luego de su extradición a los Estados Unidos por requerimientos de tribunales de ese país y ante incumplimientos de compromisos adquiridos por parte del jefe paramilitar con el Estado colombiano, fueron múltiples las oportunidades en las que Mancuso y sus socios se refirieron a su situación, desde sus celdas.

Quienes los visitaron –entre ellos varios congresistas opositores al gobierno de entonces– como los senadores Iván Cepeda y Piedad Córdoba (fallecida), escucharon sus versiones sobre los diversos hechos del acontecer nacional. La versión según la cual “fueron extraditados para callarlos y no se supiera la verdad” carece, pues, de fundamento. Si Mancuso no ha contado “su verdad” no ha sido por falta de espacio, tiempo o garantías, puesto que todo lo ha tenido a su disposición.

Otra cosa muy distinta es que tenga muchas versiones y “muchas verdades”. Que Petro le dé más credibilidad a unas que a otras, ese es su problema. Punto. En los expedientes de Justicia y Paz obran todas las “versiones y verdades” de Mancuso y sus socios delincuentes.

Petro y Mancuso, ahora “hermanos de sombreros”. ¿Qué hay detrás?

El ex presidente Álvaro Uribe se convirtió -obviamente- en el blanco preferido de Petro y Mancuso, ahora “hermanos de sombreros”, por cuenta del acto de Montería. Ambos quieren saldar cuentas pendientes con el ex presidente.

En su cuenta de X, Uribe le respondió a Petro con contundencia: “La paz no es un juego, ni un teatro de compadres”, escribió Uribe para referirse al anuncio de Petro de “reanudar” la negociación con los paramilitares veinte años después y también para hacer referencia al intercambio de sombreros entre el jefe del Estado y el ex jefe paramilitar.

Pero Uribe fue mucho más allá: “Presidente Petro, ponga cuidado a sus palabras, porque cuando usted se encontraba a escondidas con paramilitares, o en tiempos recientes, sus enviados con otros criminales, puede interpretarse como encuentros de victimarios”.

“Agradezca -escribió Uribe- que la seguridad de los gobiernos que presidí le evitaron en aquella época seguir en esos encuentros clandestinos e ilegales. No tenía de repetirlos a través de enviados”.