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No sé ustedes, pero yo no pierdo las esperanzas de viajar en el tren elevado entre Barranquilla y Buenaventura, antes de que Gustavo Petro termine su presidencia. Aunque reconozco que la megaobra está medio enredada, sigo creyendo firmemente en la palabra empeñada por Petro en Barranquilla en el famoso “evento de la P”, del que tanto se habla en estos tiempos de topes electorales. Esa histórica noche septembrina del 2021, un Petro inspirado y vociferante le anunció al país desde la mismísima Plaza de la Paz, mientras la brisa del Río Magdalena agitaba su frondosa cabellera, que el sueño de los hombres y mujeres del Caribe por fin se haría realidad.

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¿Cuál de todos nuestros sueños? Nos preguntamos, sorprendidos, los asistentes al evento, mientras el entonces “pre-pre-precandidato” –para que quede claro de una vez por todas a los magistrados del Consejo Nacional Electoral que no era candidato– lanzaba al viento su cautivadora promesa: “El proyecto arranca en el puerto de Buenaventura, en el Pacífico. Y a través de un tren elevado, moderno, eléctrico, vincula a Buenaventura con los puertos del Caribe, entre ellos Barranquilla”, anunció Petro esa noche, al tiempo que los miles de asistentes a la Plaza de la Paz lo arropaban con una interminable salva de aplausos.

Al escuchar al entonces “pre-pre-pre candidato, que no era candidato –repito– para que quede claro –¿o es que a alguien se le pasó por la cabeza que Petro quería ser candidato?– todos los asistentes a la plaza nos miramos unos a otros, al tiempo que exclamábamos: ¡Claro, ¿por qué no lo habíamos pensado antes? Los problemas del Caribe no son ni la pobreza, ni el hambre, ni el desempleo, ni la violencia. ¡Nada de eso! Lo que nos falta es un tren bala, elevado, moderno, eléctrico, para solucionar todos nuestros problemas. Esa noche salimos de la plaza convencidos de que a la vuelta de unos años podríamos viajar los 1.200 kilómetros que separan a Buenaventura de Barranquilla en un confortable tren elevado tan veloz como el viento.

Si lo decía Petro, quien siempre ha cumplido su palabra, un político que jamás dice mentiras, un gobernante disciplinado, juicioso, metódico, puntual, visionario y organizado, cómo no íbamos a creerle. Llamé de inmediato a una prima segunda que vive en Buenaventura, a la que no veo desde hace 50 años, y le dije emocionado: “Clemencia, prepárese, que ahora si nos vamos a ver. La demora es que Petro termine el tren bala que nos acaba de prometer para que le caiga a Buenaventura”.

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Pero el tiempo ha pasado –ya Petro lleva más de dos años de mandato– y nada que se concreta la megaobra. Aunque veo que algunas personas –no los incondicionales petristas pura sangre, que siguen firmes como el primer día– comienzan a perder la fe en la construcción de la megaobra, yo sigo pensando que Petro nos va a cumplir. Es cuestión de saber esperar. ¿O es que también dudan del Aeropuerto Internacional de la Alta Guajira? ¿Y del Aeropuerto Internacional de Tolú, que Petro también prometió? ¿Tampoco creen en los Juegos Intercolegiales Nacionales, que prometió después de quitarle a Barranquilla los Juegos Panamericanos?

Hombres y mujeres de poca fe, veamos en qué va el tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla.

El “tren bala” y las medias psicodélicas del exministro Reyes

En una entrevista que le hice al entonces ministro de Transporte, Guillermo Reyes, para “La Ley del Montes” de Telecaribe, el funcionario, elegantemente vestido con su pañuelo tornasol en la solapa y sus medias multicolores, me respondió –cuando le pregunté por el tren elevado Buenaventura-Barranquilla– que la megaobra ya había “cogido carretera”, es decir, ya había arrancado. “Hay diez países interesados”, me dijo, mientras balanceaba sus piernas, con sus medias de rombos multicolores. “¡Diez países, ministro!”, exclamé, mareado por el efecto fosforescente de las medias. “¿Cuáles son?”, continué, inquisidor, tratando de que el prisma multicolor de las medias no me mandara a la lona exhausto. “Eso sí no se lo puedo responder. Usted comprenderá que se trata de un asunto de Estado”, me respondió el ministro, como si fuera Petro, guardando el secreto del misterioso software Pegasus.

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Antes de terminar la entrevista –aún bajo los efectos alucinógenos de las medias del ministro– le recordé, esperanzado: “Ministro, no nos olvide con lo del tren elevado Buenaventura-Barranquilla”. “No se preocupe por eso, que el presidente siempre cumple”. Esa fue la última frase que escuché, mientras caía desvanecido por los efectos de los colores de las medias del ministro.

En reunión con Petro, el mismísimo Xi Jinping da vía libre al tren elevado

Cuando los hombres y mujeres del Caribe comenzábamos a perder las esperanzas en el tren elevado Buenaventura - Barranquilla, el mismísimo Petro nos devolvió la ilusión, ya no como candidato, sino como presidente. En efecto, en su viaje a la China –en octubre del año pasado– luego de reunirse con su homólogo Xi Jinping, el hombre más poderoso del mundo, Petro declaró que uno de los temas tratados había sido el tren elevado que uniría al Pacífico con el Caribe colombiano.

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Emocionado y con voz balbuceante, por los efectos del té, obviamente, Petro dijo a los periodistas que no solo sería Barranquilla la que se conectaría con Buenaventura, “también Tolú, Turbo, Santa Marta y Cartagena”. Después de escuchar de labios de Petro –un político que siempre cumple sus promesas, metódico, disciplinado, juicioso, puntual…– a todos nos volvió el alma al cuerpo. “Prima –llamé de nuevo, emocionado hasta el llanto, a mi prima Clemencia en Buenaventura– el tren sigue firme, lo acaba de decir Petro. Espéreme que allá le caigo”.

La megaobra ya no era una simple promesa de campaña electoral: era un asunto de Estado. Punto.

¿El rey Carlos Gustavo XVI de Suecia sabe del tren elevado?

La fiesta de la celebración del tren transoceánico nos la quiso arruinar el entonces ministro de Transporte, William Camargo, quien sucedió a Guillermo Reyes, nombrado a su vez embajador en Suecia. Confieso que a Reyes le había perdido el rastro, pero cuando vi su foto durante la entrega de credenciales al rey Carlos Gustavo XVI de Suecia, en diciembre del año pasado, sentí de nuevo el mareo de la entrevista en Barranquilla, por cuenta de sus medias psicodélicas.

El rostro pálido del rey Carlos Gustavo me hizo pensar de inmediato que si no se toman medidas urgentes, las medias del exministro Reyes podrían poner en peligro la monarquía sueca, una de las más antiguas del mundo. Mientras Reyes –ahora flamante integrante de nuestro cuerpo diplomático, después de una fulgurante carrera en el mundo de las relaciones internacionales– trata de reunirse personalmente en Estocolmo con el rey Carlos Gustavo, quien le ha cancelado la cita en múltiples ocasiones –sospecho que por temor a las medias multicolores– la nueva ministra de Transporte, María Constanza García, se hace la de las gafas con nuestro tren elevado Barranquilla - Buenaventura.

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Mientras nosotros seguimos soñando con la megaobra, ella prefiere hablar de cobros de peajes y valorización para exprimirnos más los bolsillos. Ministra, un consejo: hable con su antecesor Reyes, para que le cuente de la promesa del tren elevado. Y de paso pregúntele, ¿cómo sigue el rey Carlos Gustavo del mareo?

El tren transoceánico y el aeropuerto de la Alta Guajira, interconectados

A Petro le quedan menos de dos años de mandato, que parecen una eternidad, pero la verdad es que el tiempo pasa volando, como el tren bala entre Barranquilla y Buenaventura. O como el Aeropuerto Internacional de la Alta Guajira, de donde saldrán volando –¿alguien lo duda?– cientos de aviones repletos de millones de turistas.

Me resisto a creer que Petro no cumpla su palabra, porque se trata de un político que jamás miente, como dicen los bodegueros fletados por el gobierno. Petro, ya se sabe, es un gobernante disciplinado, ordenado, puntual, visionario, juicioso… En el caso del Aeropuerto Internacional de la Alta Guajira, que –suponemos– estará interconectado con el Tren Elevado de Buenaventura - Barranquilla, Petro ordenó: “He solicitado como prioridad a la Aeronáutica Civil que se construya una pista aérea de carácter internacional en el extremo norte guajiro en asociatividad con las comunidades wayúu para desatar un polo turístico que sea enriquecedor para las comunidades y el país”.

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Yo sigo creyendo en Petro, al tiempo que aprendo a deletrear de corrido A-S-O-C-I-A-T-I-V-I-D-A-D. Ya llamé de nuevo a mi prima Clemencia y le dije: “Prima, espéreme, que si no viajo en el tren bala, salgo desde el Aeropuerto Internacional de la Alta Guajira, pero allá le caigo volando”. Aunque hasta ahora los únicos que han salido volando han sido los exministros Reyes y Camargo, yo no pierdo las esperanzas de visitar a mi prima Clemencia.